LA SOMBRA DE BALANCHINE PASEA POR EDIMBURGO
Dentro de cuatro a?os celebraremos el centenario de George Balanchine. Hoy, a los diecisiete a?os de su muerte, su legado coreogr¨¢fico sigue siendo una lecci¨®n de respeto a la tradici¨®n y de libertad creadora. Los cuatro montajes de su mano, tra¨ªdos a Edimburgo por el New York City Ballet, muestran muy bien los distintos aspectos de su obra, desde el m¨¢s temprano Concierto barroco, de 1942, sobre m¨²sica de Bach, hasta los m¨¢s recientes Sinfon¨ªa en tres movimientos y D¨²o concertante, los dos de 1972, y muestra de c¨®mo la m¨²sica de su amigo Igor Stravinski le provocaba. Completando el programa, Los cuatro temperamentos, un encargo que el core¨®grafo hiciera a Paul Hindemith en 1946.Que toda la entrega de Balanchine a la raz¨®n de su existencia sigue viva lo demuestra con creces el NYCB. El resultado de la tradici¨®n rele¨ªda es, de la mano de esta compa?¨ªa impar, una mezcla ¨²nica de emoci¨®n y de sorpresa. De un lado, la t¨¦cnica perfecta de sus bailarines, que recogen otra de las ideas b¨¢sicas de Balanchine: traducir en sus movimientos la estructura de la m¨²sica mientras ¨¦sta impulsa esos mismos movimientos. Tal vez por eso nunca Hindemith pareciera m¨¢s humano o las obras que Stravinski no escribiera directamente para ser bailadas dan la sensaci¨®n de haber nacido para el escenario. Algunas, adem¨¢s, haciendo historia, como el D¨²o concertante, tan sorprendente hoy como el primer d¨ªa. Otra de las bazas a su favor es haber renunciado a los argumentos para sus ballets. Nada se narra; simplemente, se baila. Y sin decorados, con el mismo fondo azul de siempre, y con las luces sabiamente manejadas por Mark Stanley.
Ya se sabe que para Balanchine el bailar¨ªn debe ser tambi¨¦n un atleta, pero siempre revestido de naturalidad. As¨ª destacaron, en el estreno el pasado lunes, la flexibilidad sorprendente de Albert Evans en la tercera variaci¨®n de Los cuatro temperamentos, la expresividad de los brazos de Ivonne Borre y Nilas Martin en Concierto barroco o la elegancia, no distanciada sino conmovedora, de Wendy Whelan y Jack Soto en la Sinfon¨ªa en tres movimientos. La actuaci¨®n de estos dos ya casi veteranos fue lo mejor de una noche en la que la sombra de ese dios verdadero que se llam¨® George Balanchine pase¨® por Edimburgo.
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