El mar de Sorolla
Como la mayor¨ªa de pintores de su tiempo, Joaqu¨ªn Sorolla se estuvo mirando en el mar como un n¨¢ufrago. ?ste fue el motivo que m¨¢s lienzo le comi¨® en su obra, y en ese paisaje instal¨® su industria y su idioma pl¨¢stico. El agua de mar como modelo rebelde y cambiante en su forma y color siempre ha sido un desaf¨ªo para todo artista dif¨ªcil de rehusar. En ella se romp¨ªan las formas convencionales y se comprim¨ªan todas las tendencias de los museos de arte moderno, pero para hallarlas hab¨ªa que sumergirse en la profundidad.Para ¨¦l y sus m¨¢s o menos coet¨¢neos, el mar se convierte en una obsesi¨®n que termina por cuajar como una marca que hoy se puede identificar en las escenas de playa de Ignacio Pinazo, o en el punto fecal de los violetas de Mu?oz Degra¨ªn y en las sombrillas blanquiazules de Cecilio Pla, que tanto entusiasman a los subsecretarios de turismo.
Sorolla encontr¨® su primer lenguaje en el costumbrismo de orilla, en el relato de los asuntos de los pescadores de las playas de Valencia. Fueron los tiempos de la paleta crepitante, la distorsi¨®n del color y la deflagraci¨®n de las luces, que le situaron al borde del expresionismo. ?se es el Sorolla oficial, el que se nos ha inculcado con insistencia. El de los bueyes tirando de las barcas, las velas a merced de las r¨¢fagas de viento y las pescadoras con pa?uelos blancos en la cabeza. El mar como fundamento productivo y l¨²dico, como decorado de su destreza t¨¦cnica, lo que resulta ideal para decorar la sala de reuniones del consejo de administraci¨®n de una caja de ahorros.
Sin embargo, existe otro Sorolla que sintetiza en el mar la espiritualidad de los salazones. A partir de su primera visita a X¨¤bia en 1896, Sorolla empieza a corregir su visi¨®n del Mediterr¨¢neo e inicia un ¨¦xodo interior hacia el abstracto que ir¨¢ concretando en los a?os siguientes en algunas de sus obras realizadas en este entorno. Nada m¨¢s conocer X¨¤bia envi¨® una carta a su mujer para comunicarle que ¨¦ste es el sitio que hab¨ªa so?ado siempre. Nunca hab¨ªa visto el Mar Mediterr¨¢neo con los ojos con los que lo estaba viendo a los pies del cabo de Sant Antoni, puro, brillante, como "una esmeralda colosal".
Durante cuatro veranos pint¨® numerosos cuadros en los que ha captado la esencia del mar. Entonces, el Mediterr¨¢neo abandona en su obra el ¨¢mbito de la reposter¨ªa y se convierte en una religi¨®n. Con los efectos de la luna en la playa, los reflejos sobre el agua, las nubes y los diversos estudios de mar, Sorolla abre una v¨ªa que convierte su arte en moderno. L¨¢stima que cuando las cosas se hab¨ªan puesto as¨ª fuese a intimar bajo la parra con una de las criadas de Julio Crua?es, su anfitri¨®n, porque el novio, que era carabinero, zanj¨® el asunto con un tiro. Como consecuencia, Sorolla no regres¨® jam¨¢s a X¨¤bia y continu¨® por donde sol¨ªa. De lo contrario hubiese sido un pintor abstracto.
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