"Ganamos la guerra fr¨ªa ENTREVISTA A VERNON A. WALTERS - MILITAR
En la foto del abrazo entre Eisenhower y Franco, en Madrid, que acababa con el aislamiento de Espa?a y daba larga vida al franquismo, un hombre observa la fraternal escena con una sonrisa satisfecha. Se trata del general Vernon A. Walters (Nueva York, 1917), uno de los militares m¨¢s prestigiosos de los Estados Unidos, director de la CIA, embajador en la Alemania de la ca¨ªda del muro y art¨ªfice de incontables trabajos subterr¨¢neos, parcialmente descritos en espa?ol en su libro Misiones discretas (Editorial Planeta). A sus 84 a?os, quebrantado, pero con una memoria y una capacidad de an¨¢lisis virtuosas, Mr. Underground -as¨ª le llaman, menos por su trabajo que por su hobby: conoce l¨ªnea por l¨ªnea todos los metros del mundo- Walters es un vestigio extraodinariamente atractivo de la guerra fr¨ªa y un profesional del poder de dimensiones legendarias.
El general Walters ha acudido este verano a la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo a dirigir un curso sobre los presidentes norteamericanos. Al igual que la mayor¨ªa de sus compatriotas c¨¦lebres, encara el ¨²ltimo tramo de su vida como Buffalo Bill y cuando llega el invierno viaja en refinados cruceros escenificando ante grupos de millonarios el mundo y los hombres que conoci¨®.Pregunta. ?C¨®mo pas¨® usted el a?o 1968?
Respuesta. Ah, pues de una forma extraodinariamente entretenida. El presidente Richard Nixon me dijo que hab¨ªa que empezar a negociar con los chinos para restablecer relaciones entre los dos pa¨ªses, que hab¨ªa que hacerlo en Par¨ªs y que no deb¨ªa enterarse nadie. Y luego a?adi¨® que yo era el encargado de hacerlo.
P. Seg¨²n la historia, usted era entonces agregado militar en la Embajada de Par¨ªs.
R. S¨ª, tuve que sacar a mi hermana de mi apartamento unas cuantas veces. Entonces yo viv¨ªa con ella. Cuando le anunciaba los planes, me miraba con mala cara y me dec¨ªa: "Mira que un general del Ej¨¦rcito de los Estados Unidos andarse con chicas..." Yo le contestaba que eso no era cierto. Ella me preguntaba qu¨¦ era lo cierto. Yo le dec¨ªa que no pod¨ªa explic¨¢rselo, por el momento. Lo cierto era que yo hice entrar a Kissinger, clandestinamente, unas 15 veces en Par¨ªs, y que algunas veces negociaba en mi apartamento.
P. ?C¨®mo consegu¨ªa hacerlo entrar clandestinamente?
R. Ah, yo entonces ten¨ªa un avi¨®n. Un avi¨®n para m¨ª, como agregado militar. Los chicos de fronteras me ten¨ªan confianza y no me preguntaban nunca nada. Luego, con las restricciones del presupuesto, quisieron quit¨¢rmelo y tuve que informar que as¨ª mi trabajo iba a ser mucho m¨¢s dif¨ªcil.
P. Estuvo en Par¨ªs en mayo.
R. S¨ª, s¨ª, con los motines.
P. ?Qu¨¦ pensaba su Gobierno?
R. Estaban muy preocupados porque no se trataba de una revoluci¨®n comunista.
P. Ya.
R. Normal: les preocupaba no saber qui¨¦n mov¨ªa todo aquello. O que lo movieran los anarquistas. O que se moviera solo.
P. ?Y usted?
R. Tom¨¦ mis medidas. Todas las noches, a poco de empezar los motines, iba a los barrios del este de Par¨ªs y tomaba unos vinos con los obreros, y con los polic¨ªas, y con alg¨²n militar. Yo hablo el franc¨¦s como un franc¨¦s, porque viv¨ª varios a?os all¨ª. Aparte de hablar, echaba una ojeada a los destacamentos militares franceses: los tanques no se mov¨ªan. Era buena se?al. Al cabo de los d¨ªas fui reuniendo buenas se?ales. El embajador transmit¨ªa informes al Gobierno en los que anunciaba que M¨¦ndes-Frances iba a presidir un Gobierno del Frente Popular y cosas por el estilo. Yo a?ad¨ªa algunos p¨¢rrafos en los que dec¨ªa que los agregados militares no estaban de acuerdo con ese punto de vista. ?Sabe cu¨¢ndo acab¨® el llamado mayo de 1968?
P. Bueno...
R. Una noche un joven cort¨® un ¨¢rbol centenario en la plaza de la Bastilla con una sierra mec¨¢nica, ante la mirada horrorizada de los vecinos. Entonces se acab¨®. Sali¨® De Gaulle, dijo que mayo era una mierda de perro y gan¨® las elecciones. Final.
P. ?Ha dejado algo?
R. ?El qu¨¦?
P. Mayo, aquellos d¨ªas, el movimiento.
R. Nada. O s¨ª. La puerta de la gare Saint-Lazare. La gran puerta de hierro de la estaci¨®n. La ¨²nica vez en la vida que la he visto cerrada, por la huelga. Trist¨ªsimo.
P. Usted estaba en noviembre de 1989, cuando la ca¨ªda del muro, en otro de los mejores lugares posibles: embajador de los Estados Unidos en la Rep¨²blica Federal de Alemania.
R. Fui el primer embajador, en 50 a?os, que hablaba alem¨¢n. Poco despu¨¦s de llegar, en la primavera, convoqu¨¦ una rueda de prensa. Me preguntaron cu¨¢ndo caer¨ªa el muro. Yo dije que durante el a?o. Aquello ocup¨® grandes titulares en los peri¨®dicos. Pero me cost¨® una reprimenda.
P. ?De qui¨¦n?
R. James Baker era entonces el secretario de Estado. Dijo que a pesar de lo bien informado que sol¨ªa estar el general Walters, sus palabras no reflejaban m¨¢s que una opini¨®n personal. Oh, Baker...
P. No le ten¨ªa simpat¨ªa.
R. Baker era uno de esos hombres capaces de asegurar que Carlomagno y Federico de Prusia eran padre e hijo. En cinco a?os no me pregunt¨® nada sobre Alemania. Lo sab¨ªa todo. ?Comprende?
P. S¨ª, creo que s¨ª.
R. Uno de esos tipos, Baker...
P. ?C¨®mo es que usted sab¨ªa lo que iba a pasar?
R. Toda mi vida me he dedicado a saber lo que iba a pasar. Pr¨¢ctica. Quien no sabe lo que va a pasar es porque cierra los ojos. Muy poco antes de la ca¨ªda del muro, com¨ª con el embajador sovi¨¦tico en Alemania Oriental. Me dijo: "El muro durar¨¢ 100 a?os". Yo hablo ruso tambi¨¦n: le record¨¦ la ¨²ltima estrofa de la Internacional donde se habla de la erupci¨®n final del volc¨¢n. "Habr¨¢ erupci¨®n", le dije, "pero no la que t¨² esperas".
P. Bien: ?c¨®mo lo sab¨ªa?
R. Los rusos se acababan de ir de Afganist¨¢n. Derrotados. Si hab¨ªan aceptado irse as¨ª no iba a ser, precisamente, para emplear su fuerza en Europa. Rusia estaba vencida.
P. ?Qui¨¦n la venci¨®?
R. Se lo explicar¨¦. Poco despu¨¦s de ser nombrado presidente, Ronald Regan convoc¨® una serie de reuniones sobre, digamos, el estado del mundo. Yo asist¨ªa a ellas como subdirector de la CIA. Cuando sus asesores empezaron a hablarle de Rusia, ¨¦l les empez¨® a preguntar: "?Podemos utilizar con ellos el arma nuclear?". Los asesores, como ¨¦l esperaba, lo desaconsejaron: morir¨ªa demasiada gente. Reagan pregunt¨® entonces: "?Ganar¨ªamos una guerra convencional?". La opini¨®n general era que el ej¨¦rcito convencional sovi¨¦tico era extremadamente poderoso y que nadie pod¨ªa garantizar una victoria. Entonces Reagan les pregunt¨® qu¨¦ era lo que Estados Unidos ten¨ªa y Rusia no ten¨ªa. ?l mismo se lo contest¨®: dinero. Y el dinero acab¨® con Rusia.
P. ?De verdad oy¨® decir todo eso?
R. Claro. Era simple. As¨ª se puso en marcha la guerra de las galaxias, que sali¨® car¨ªsima, y otras iniciativas paralelas. Aunque el proceso de arruinamiento hab¨ªa empezado mucho antes. Recuerdo que, seg¨²n las estad¨ªsticas que manej¨¢bamos, Rusia ten¨ªa un producto interior bruto que era la mitad del nuestro. Pero est¨¢bamos equivocados. Reclutamos a alguien que nos demostr¨® que el PIB de Rusia era una sexta parte del de los Estados Unidos.
P. ?Reclutamos, dice?
R. S¨ª, alguien, claro, que nos pas¨® esos informes.
P. ?C¨®mo se recluta a alguien?
R. Con dinero o con placer. Los rusos eran expertos en los chantajes sexuales. Yo he sido, y sigo siendo, un hombre soltero. Muchos amigos me dec¨ªan, ah t¨², qu¨¦ vida llevar¨¢s, con el tipo de trabajo y con tu posici¨®n. La de un monje, le puedo decir. Yo sab¨ªa que si ten¨ªa un aventura, al minuto iba a tener tres narices puestas sobre el cristal de mi ventana: una nariz francesa, una nariz inglesa y una nariz rusa. No val¨ªa la pena. Cuando los rusos se me acercaban y me preguntaban: ?soltero?, a?ad¨ªa siempre: s¨ª, pero no homosexual. Si te quieres dedicar a esto, no te puedes dedicar a otras cosas. Yo s¨®lo lo lamento por los hijos. Lo he tenido todo en la vida, menos una familia... Pero prosigamos.
P. ?La guerra forma parte del futuro?
R. Hay una violencia en el hombre. Y sali¨® en este siglo. Yo creo que el siglo que viene ser¨¢ m¨¢s pac¨ªfico. Pero hay que tener cuidado: la muerte es muy contagiosa. De todos modos, guerra global en el sentido en que la hemos conocido, hummm..., es dudoso. Yo creo que la bomba at¨®mica ha terminado con la guerra.
P. Usted luch¨® contra los rusos...
R. Yo luch¨¦ contra el comunismo. Y ganamos. Ganamos la guerra fr¨ªa.
P. ?Hubo peligro real de que la guerra fr¨ªa se saliera de sus l¨ªmites?
R. No. La consigna era: molesten al enemigo tanto como puedan, dific¨²ltenle la vida lo m¨¢s posible, pero no hagan nada que pueda provocar una guerra.
P. ?La consigna se dio en los dos lados?
R. Creo que s¨ª. Unos y otros quer¨ªamos destruirnos. Pero ninguno quer¨ªa pagar el precio de destruir el mundo.
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