Gaviota
La gaviota tiene el privilegio de ser uno de los animales m¨¢s inanes de la literatura. Curiosamente, en los diccionarios de simbolog¨ªa (en el excelente Bestiario de Cristo del erudito Charbonneau-Lassay, o en el manual de Juan-Eduardo Cirlot) su ausencia es llamativa. A nadie, durante siglos, le ha interesado este animal, ni en un contexto ni en otro. Inanidad aplastante. Ni Federico Revilla, que en su diccionario de iconolog¨ªa hace concesiones inesperadas, parece haber encontrado nada; ni los mismos ornit¨®logos sienten inter¨¦s por estos p¨¢jaros, algo carro?eros, algo marinos, algo inquietantes. Ni Henry Berthold en su libro L'esprit des oiseaux, ni Josep Maria de Sagarra en sus Ocells amics, le prestan atenci¨®n. No cae bien la gaviota. ?Y eso que la especie m¨¢s com¨²n es conocida con el nombre de gaviota reidora! Hay p¨¢jaros, como en la canci¨®n de Georges Brassens, a los que persigue una mala reputaci¨®n, absolutamente injustificada. ?Qu¨¦ frases m¨¢s bellas y redentoras escribe Sagarra de la lechuza! ?Y Berthold del cuervo! En cambio, la gaviota no tiene "ni" reputaci¨®n. Por alg¨²n motivo, a pesar de su abundancia, ha pasado el curso de los siglos sin producir en la curiosidad humana ni un ¨¢pice de inter¨¦s. Tan s¨®lo en estos ¨²ltimos tiempos y por estos ins¨®litos lares ib¨¦ricos, este p¨¢jaro se ha convertido en un s¨ªmbolo. Como desvelaba hace poco un diario catal¨¢n, el origen del uso de esta ave se debe a Te¨®filo G. Calatrava, que en un art¨ªculo fascistoide titulado "Y la gaviota en el azul", publicado el a?o 1947 en El Magisterio Espa?ol, hizo de este p¨¢jaro un icono de espa?olidad. Desde entonces, la ins¨ªpida gaviota teje, ?ay!, su sorprendente historia.
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