Desear el futuro
El futuro es lo real. El pasado fue; el presente no es sino fugacidad; el futuro es siempre. Tal vez por eso se pueda decir con l¨®gica que "el tiempo es futuro". El hombre no est¨¢ en el futuro ni vive f¨ªsica y materialmente en ¨¦l, pero, sin estar en ¨¦l, lo vive idealmente, y puede vivirlo y referirse idealmente a ¨¦l con posibilidades de su esp¨ªritu humano: con el deseo, con ilusiones, con ansias de saber y de prever. Esa proyecci¨®n del hombre hacia el futuro, "sobre" el futuro, se sintetiza en un querer: el hombre quiere que el futuro le traiga -en su correr hacia el presente y el pasado- lo que su ansiar decide, que tiene algo de material, pero en el que predomina lo espiritual, y que puede resumirse en esa palabra misteriosa y desconocida en lo real suyo a la que llamamos felicidad.No ser¨¢ vana la reiteraci¨®n: el pasado fue; el presente es fugacidad; el futuro es siempre. Por eso se puede decir que "el tiempo es futuro" e, incluso, que "el tiempo es el futuro", con lo que tiene valor afirmar que "el futuro es el tiempo". El hombre no est¨¢ en el futuro ni vive f¨ªsica y materialmente en ¨¦l, pero lo vive idealmente con el deseo, con la ilusi¨®n, con ansias de saber... Esa proyecci¨®n del hombre hacia el futuro se sintetiza en un querer, en un desear, en un ansiar que el futuro le traiga felicidad... Porque el futuro lleva en s¨ª un inmenso atractivo para el hombre. El futuro anima al hombre -casi le obliga- a proyectarse hacia el ma?ana para intentar ver, para darse a la ilusi¨®n, para esperar con esperanza, para, de mejor modo y m¨¢s verdaderamente, ser: ser ¨¦l mismo... Lo que mejor sintetiza ese tender del hombre hacia el futuro es lo que encierra en s¨ª el verbo proyectar. Proyectar es hacer proyectos, imaginar haceres hacia el futuro y en ¨¦l cuando llegue a hacerse presente, pero tambi¨¦n es lanzarse uno hacia lo misterioso excitante para dar en algo nuevo e inesperado casi que llene el alma y tranquilice el esp¨ªritu con premios de remuneraci¨®n. Porque el futuro para el hombre est¨¢ ah¨ª, a la mano y a la mente, deseando que el hombre le excite y le pida; en una palabra: que lo desee.
El desear del hombre el futuro requiere la proyecci¨®n del alma hacia ¨¦ste. El futuro "tiene", y est¨¢ deseoso de distribuir ese tener suyo, pero exige que se le pida el premio que ¨¦l puede entregar. Por eso el hombre se proyecta hacia el futuro en demanda de algo siempre; deseando. Desea lo espiritual, s¨ª, pero tambi¨¦n desea del futuro el hombre algo relacionado con la materia, y conf¨ªa en que el futuro le traiga riqueza material, bienestar econ¨®mico, ilusiones f¨ªsicas, amor y esperanzas materiales. El futuro encierra eso y sabe de su posibilidad de d¨¢rselo al hombre al modo de lo que solemos entender por "capricho", pero hacer don de lo eminentemente material no es racional generosidad del futuro inteligente. A veces, sin embargo, cede el futuro al capricho con algunos, a los que hace hombres de suerte. Y al hacer eso en lo material se pone a s¨ª mismo el futuro la m¨¢scara de lo que solemos entender por destino.
Desear el futuro es, casi en su totalidad, demandar precisamente al futuro un destino favorable. El hombre parece entender que lo que el destino le reserva depende de la forma en que el futuro responda a su desear ansioso, pero el futuro le hace llegar algo que a veces coincide con lo deseado y a veces se presenta con realidades distintas, y es que acaso predomine el determinismo en todo. El hombre desea, pero el futuro no tiene por qu¨¦ o¨ªr lo que de ¨¦l se quiere, porque ya est¨¢ todo establecido de antemano. Sin embargo, el determinismo no parece dominar al hombre. El hombre normal cree en el destino, en que puede serle favorable o desfavorable seg¨²n ¨¦l haga por alcanzarlo demand¨¢ndoselo al futuro, a lo incierto allende el horizonte temporal que insin¨²a lo futuro... Claro es que esa tendencia ilusionada hacia el futuro es funci¨®n de la edad, ya que el futuro que "se tiene" no es el mismo en la juventud que en la vejez. El de la edad madura es un natural t¨¦rmino medio entre ambas. En la juventud hay optimismo. El joven cree que el futuro es suyo, que le obedecer¨¢ en lo que le pida. El adulto ve el futuro bastante m¨¢s cerca que el joven; el futuro empieza a expres¨¢rsele a s¨ª mismo como indiferencia o escepticismo incipiente. Pero el adulto todav¨ªa siente deseos de futuro, ansias de que ¨¦ste le responda favorablemente. Del viejo se suele decir que carece ya de futuro. Se piensa que el viejo no es ya de los tiempos que corren. La realidad parece ser que no es que en la vejez no se tenga futuro, sino que para el viejo su futuro est¨¢ muy cerca del presente y no tiene, por tanto, el atractivo enigm¨¢tico y misterioso que tiene para el joven y en parte para el adulto. Sin embargo, el viejo tambi¨¦n desea el futuro porque su enigma le atrae con fuerza. Hace por descubrirlo, aunque con esperanzas desva¨ªdas cercanas al indiferentismo sea. El viejo siente que a¨²n le queda vida, que por ser suya desea que resulte lo mejor posible. Por eso el viejo tambi¨¦n desea el futuro. Su deseo de futuro se apoya en el pasado, que viene a ser su juventud. El recuerdo del ayer favorable es ¨¢gil trampol¨ªn para lanzarse al ya corto y escaso futuro. Por eso el hombre -viejo, adulto o joven- vive siempre hacia el futuro pensando su pasado, que para ¨¦l sigue vivo y le hace vivir de peculiar manera.
El futuro viene hacia el hombre, pero asimismo el hombre va hacia el futuro. El futuro viene con determinismo; el hombre va hacia ¨¦l con deseo ansioso de bien. El destino decide, pero no por eso deja el hombre de proyectarse hacia el futuro con esperanza. Porque as¨ª como el pasado es lo vivido y el presente lo que raudamente se vive, el futuro es lo que en verdad hace vivir. Dij¨¦rase que la vida del hombre est¨¢ en el futuro, como lo est¨¢ la muerte si la contemplamos con par¨¢metros humanos. Y la vida del hombre est¨¢ en el futuro porque ¨¦ste "se nos va". Y eso es para el hombre lo malo, lo an¨®malo, lo misterioso. El futuro, en teor¨ªa, se acerca al hombre, al mundo, en el tiempo en que ¨¦l est¨¢ con el hombre; mas en la pr¨¢ctica, que es la idealidad de lo humano, el futuro se aleja, se evade, se extiende hacia lo desconocido tras el horizonte temporal. Lo triste es que el futuro, al irse de nosotros, se lleva mucho de lo nuestro: ilusiones, deseos, esperanzas..., ansiosos todos ellos de alcanzar el bien que el futuro promete siempre. El hombre desea el futuro, y ¨¦ste se aleja de ¨¦l desvaneci¨¦ndose; precisamente hacia donde, desvaneci¨¦ndose tambi¨¦n, va el hombre: hacia la eternidad, seg¨²n se dice. Por todo eso, tanto el futuro como lo que el hombre desea de ¨¦l y lo que con ¨¦l se va a lo eterno en enigm¨¢tico devanecerse, es misterioso para el hombre, pese a que vuelen en com¨²n hacia ese destino incomprensible desde aqu¨ª. Ese misterio no se desvelar¨¢ jam¨¢s. Tal vez sea un secreto del futuro.
Eliseo ?lvarez-Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Espa?ola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.