Juan Jos¨¦ Padilla acaba con el cuadro
BilbaoLleg¨® Juan Jos¨¦ Padilla y acab¨® con el cuadro, ?pasa algo?
Juan Jos¨¦ Padilla, torero bullidor y tremendista, mand¨® la ridiculez a fre¨ªr esp¨¢rragos.
Estaba colmada la feria y harta la gente de pegapases cursis. Pegapases incompetentes atacados de escr¨²pulos y melindres. Pegapases de esos que -como bien dijo el poeta una noche de mollate y estro- se la cogen con un papel de fumar. Pegapases que ven¨ªan vendiendo la burra -unos la del arte, otros la del magisterio-, para cuya demostraci¨®n necesitaban toros tan tontos como ellos; y pese a que se los sacaban, no hab¨ªa manera de que estuvieran por la labor. Y el p¨²blico se aburr¨ªa de muerte.
Se aburr¨ªa el p¨²blico bilba¨ªno, las llamadas Corridas Generales tocaban fondo, los organizadores dejaban al descubierto su incompetencia, los lamerones de la pe?a no encontraban argumentos para justificar la comida que sacan de gorra por darles coba, la poca afici¨®n que queda se iba a borrar, y ya parec¨ªa estar la suerte echada cuando irrumpi¨® Juan Jos¨¦ Padilla, y dando pases, luego brincos, pegando carreras, tir¨¢ndose de rodillas, llenando de alegr¨ªa contagiosa su actuaci¨®n, se alz¨® con el triunfo y acab¨® el cuadro.
Cebada / Liria, Padilla, Moreno
Toros de herederos de Jos¨¦ Cebada Gago, con trap¨ªo y preciosas capas, muy bien armados; inv¨¢lidos 2? y 4?, ¨¦ste devuelto al corral; 1? y 6?, mansos; todos con casta, en general manejables aunque algunos dificultosos. Sobreros: primero de Torrealta, con cuajo, inv¨¢lido, devuelto; segundo de Manuel San Rom¨¢n, bien presentado, manso.Pep¨ªn Liria: estocada trasera desprendida (aplausos); media y tres descabellos (silencio). Juan Jos¨¦ Padilla: estocada (oreja e insistente petici¨®n de otra); estocada trasera (oreja, insistente petici¨®n de otra y tres clamorosas vueltas al ruedo). Jos¨¦ Luis Moreno: pinchazo hondo (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada ca¨ªda, rueda de peones y dos descabellos (palmas). Plaza de Vista Alegre, 26 de agosto. 8? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Tuvo m¨¦rito la actuaci¨®n de Juan Jos¨¦ Padilla porque no tore¨® los borregos que exigen los pegapases sino toros de casta, ninguno de carril, los dos con muchas complicaciones y los sac¨® partido. Al primero lo recibi¨® a porta gayola con la larga cambiada y al segundo le dio tres, le ci?¨® ver¨®nicas, y, verlo, al p¨²blico le iba a dar un ataque.
El p¨²blico no recordaba nada igual y se qued¨® af¨®nico de aclamar al torero. Se romp¨ªa las manos de aplaudir cuando le ve¨ªa poner banderillas con atl¨¦tica disposici¨®n, y ligar muletazos all¨¢ penas si se daban de bofetadas con el arte, y ce?ir los pases de pecho, y arrodillarse, y tirar lejos los trastos en uno de esos desplantes temerarios que asustan a la galer¨ªa. Dos orejas de cada toro pidi¨® para Juan Jos¨¦ Padilla y pues el presidente s¨®lo concedi¨® una cada vez, en la segunda ocasi¨®n hubo de dar el diestro tres vueltas al ruedo bajo una clamorosa ovaci¨®n y gritos de "?Torero, torero!". Y ah¨ª qued¨® eso.
Cabr¨ªa aducir aqu¨ª que el toreo -al puro nos hemos de referir- demanda formas totalmente opuestas; desde luego acad¨¦micas, serias, sujetas a las reglas del arte. Sin embargo, ?qui¨¦n es, d¨®nde est¨¢ ese torero acad¨¦mico, serio, que torea con sujeci¨®n a las reglas del arte? Y si existe, ?es capaz de comportarse tal cual con toros cornalones, astifinos, encastados y fieros a la manera de los que llev¨® a Bilbao Cebada Gago y tore¨® Juan Jos¨¦ Padilla?
Alternaban con el triunfador Pep¨ªn Liria y Jos¨¦ Luis Moreno a quienes vino grande la corrida. No es que se les fueran a exigir las exquisiteces sino que el genio de los toros les desbordaba, quiz¨¢ porque no encontraron (o es que les falta de suyo) recursos lidiadores para dominarlos.
El cuarto toro ca¨ªa y ante la general sorpresa el presidente orden¨® su devoluci¨®n al corral. No fue incorrecta su decisi¨®n, si bien la gente se preguntaba por qu¨¦ otros toros de la feria a¨²n m¨¢s inv¨¢lidos no los hab¨ªa devuelto. El sobrero de Torrealta, tullido e in¨²til, fue devuelto tambi¨¦n. El segundo sobrero, de San Rom¨¢n, desarroll¨® mansedumbre y Pep¨ªn Liria tampoco logr¨® darle fiesta.
Jos¨¦ Luis Moreno, en sus turnos, emple¨® ineficaces trasteos, acus¨® destemplanzas, sufri¨® desarmes y un par de volteretas.
No era su tarde, evidentemente. La tarde era de Juan Jos¨¦ Padilla, que sali¨® de Bilbao en olor de multitud, proclamado triunfador de la feria. Con todas las de la ley.
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