Cuesti¨®n de medida
Sevilla ha sido derrotada por segunda vez en su intento de ser sede de unos Juegos Ol¨ªmpicos. Y lo ha sido no por corta cabeza, como se dir¨ªa en t¨¦rminos de las carreras de caballos, sino claramente. Ni siquiera pas¨® los dos cortes implantados por primera vez por el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI). No han quedado dudas. No cuenta para el COI. Al menos cinco o seis ciudades, tanto para los Juegos de 2004, que despu¨¦s gan¨® Atenas, como ahora para los de 2008, fueron consideradas mejores.Puede discutirse si en alg¨²n caso Sevilla podr¨ªa haber subido alg¨²n puesto en esa clasificaci¨®n, pero la realidad es que de ah¨ª al triunfo siempre ha mediado un abismo. ?Por qu¨¦? Sevilla, ni siquiera a medio plazo, tiene posibilidades de albergar unos Juegos Ol¨ªmpicos. Aunque sus aspiraciones puedan ser leg¨ªtimas, hay una raz¨®n fundamental que lo impide, una cuesti¨®n de medida. Por muy preparada que est¨¦ la ciudad (algo siempre opinable y que se esgrime como razones t¨¦cnicas) es la capital de Andaluc¨ªa, no de Espa?a. Y si a alguna ciudad espa?ola la van a mirar con el peso espec¨ªfico suficiente para aspirar a suceder a Barcelona, a repetir sede de un pa¨ªs, s¨®lo puede ser Madrid.
Y no valen argumentos demag¨®gicos ni centralistas. A quien toma las decisiones para conceder los Juegos Ol¨ªmpicos no le interesan lo m¨¢s m¨ªnimo los agravios comparativos de regionalismos. Le da igual que sea Sevilla frente a Madrid o Bilbao o Valencia. Ser¨ªa exactamente lo mismo.
Para los Juegos de 2004 Francia eligi¨® a Lille, una ciudad industrial del norte, triste y desangelada. El COI la elimin¨® mucho m¨¢s f¨¢cilmente que a Sevilla. Pero aunque hubiera sido alegre y preparada tambi¨¦n la hubiera eliminado. No era Par¨ªs, gran rival ahora de Pek¨ªn para 2008, pese a que por la ley no escrita, pero bastante seguida, de la rotaci¨®n de continentes, la capital francesa tiene menos puntos que la china para ganar. Pero Par¨ªs es la capital y aunque pierda, que no lo olvide Madrid, ser¨¢ la gran favorita para 2012.
La capital francesa ya perdi¨® con Barcelona para 1992 y dif¨ªcilmente lo har¨¢ otra vez, aunque su lucha sea esta vez de capital a capital. Adem¨¢s, no estar¨¢ ya Juan Antonio Samaranch en la presidencia del COI. Y no para ayudar directamente, porque no lo har¨ªa como no lo hizo con Barcelona al ser un asunto tan delicado, sino simplemente para estar, para poner encima de todas las mesas su prestigio y que se fijen m¨¢s en una candidatura de su pa¨ªs.
Samaranch, aunque no puede decirlo jam¨¢s p¨²blicamente, ya se ha lamentado de la dejadez de Madrid, infinita, y de que dif¨ªcilmente podr¨¢ echar ya mano alguna. Pero lo hubiera hecho si ya se hubiera presentado. Y no, en cambio, con Sevilla. Simple y llanamente, porque no tiene la misma fuerza de la capital y no puede "venderla" de la misma forma.
Sevilla s¨ª puede organizar unos Mundiales de atletismo, pese a que hasta ¨²ltima hora hubiera obreros trabajando o se produjera el rid¨ªculo de las Giraldillas. Pero unos Juegos Ol¨ªmpicos son palabras mayores. Sevilla puede organizar unos Mundiales de badminton y ganar much¨ªsimo dinero con un deporte anecd¨®tico en Espa?a (el de la raqueta y la plumilla), pero que es ol¨ªmpico porque tiene millones de practicantes en Asia.
Los Juegos Ol¨ªmpicos, sin embargo, se han concedido hist¨®ricamente tras unas evaluaciones mucho m¨¢s complicadas que los Mundiales de las federaciones internacionales. Hay mucho m¨¢s dinero e intereses de por medio. Antes de los a?os 80, cuando organizar unos Juegos no era casi equivalente a gran negocio, Sevilla hubiera tenido m¨¢s posibilidades como pionera. Pero no eran tiempos ni para Barcelona, que persever¨® mucho m¨¢s de dos intentos hasta conseguirlo. A muy largo plazo.
Conviene recordar que Los ?ngeles organiz¨® la edici¨®n de 1984 como candidata ¨²nica. Ofrec¨ªa la garant¨ªa de Estados Unidos, pero no hab¨ªa otra cosa. Montreal, sede en 1976, tard¨® muchos a?os en pagar las deudas y Mosc¨², organizadora en 1980, simplemente meti¨® los gastos en su saco estatal. Organizar los Juegos era una aventura arriesgada.
Los Angeles fue un gran negocio y la salvaci¨®n ol¨ªmpica. Se¨²l 88 fue a¨²n una apuesta sin seguridad, pero tampoco hab¨ªa donde escoger. Gan¨® la elecci¨®n frente a Nagoya porque un grupo de ecologistas boicotearon la candidatura japonesa en el ¨²ltimo momento y decantaron el voto de los miembros. La capital surcoreana se apoy¨® luego en los Juegos incluso para fortalecer su despegue econ¨®mico y democratizar el pa¨ªs.
La historia de Barcelona ya se conoce con su peso espec¨ªfico. Fue el momento clave, pues ya entraban en liza pesos pesados y con deudas pendientes. En 1996, si no gan¨® Atenas en el Centenario fue por su desastrosa campa?a frente a la habilidad y el dinero de Atlanta, aunque luego organizara los peores Juegos de los ¨²ltimos tiempos. Y para el a?o 2000, el COI no se atrevi¨® a que ganara Pek¨ªn, por miedos pol¨ªticos, y opt¨® por la te¨®rica tranquilidad australiana de Sydney, a quien tambi¨¦n le deb¨ªa, como en el futuro a Madrid, un regalo de sede tras Melbourne en 1956. Sin ser la capital, no deja de ser la ciudad m¨¢s importante del pa¨ªs. Dif¨ªcilmente hubieran ganado Perth o Brisbane, precisamente una de las derrotadas por Barcelona para 1992. Siempre cuesti¨®n de medida.
Sevilla, aunque quiera seguir haciendo publicidad de sus bellezas por el mundo, tendr¨¢ que replantearse el calibre de su intento sin que ello sea humillante como algunos pol¨ªticos quieren hacer ver. Al margen de capitalidades est¨¢n las dimensiones. Por poner s¨®lo un ejemplo, con poco m¨¢s de 700.000 habitantes no puede competir con ciudades que tienen dos millones, como m¨ªnimo, la mayor¨ªa de candidatas.
Sevilla cuenta con 22.000 camas, seg¨²n el informe de hoteles, y se le ped¨ªan m¨¢s de 40.000. De construirse para los Juegos podr¨ªan quedarse despu¨¦s m¨¢s vac¨ªas que el estadio de La Cartuja. Aunque el COI los haya querido controlar, los Juegos son gigantes. Y puede llegar un momento en que las cuentas por inversiones exageradas no cuadren ni ante los propios ciudadanos de Sevilla ni de Espa?a. Nunca es de recibo matar moscas a ca?onazos, pero tampoco cazar ballenas con tirachinas.
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