Un conato de toro
El toro que hubo una vez se parec¨ªa al que sali¨® en Colmenar. Hay gran distancia entre ambos pero permit¨ªa a las nuevas generaciones tener una referencia de lo que un d¨ªa fue toro y no volver¨¢.La m¨ªtica tierra colmenare?a tuvo toros de aquellos, aunque mejores, en el sentido de corpulentos y fieros. Y la proximidad gener¨® promociones de aficionados que dieron seriedad, car¨¢cter y argumento a las corridas de la feria colmenare?a.
Todo esto ha pasado a la historia. Quedan aficionados en Colmenar, pero pocos. Y no acuden, como anta?o, los aficionados de la Comunidad, que acud¨ªan desde sus confines. De Cadalso de los Vidrios, de Villatobas o de El Molar bajaban a Colmenar (a lo mejor se deber¨ªa decir sub¨ªan) aficionados puros, devotos de la fiesta, apasionados por la lidia del toro bravo que pod¨ªan contemplar en dicha plaza con toda su dimensi¨®n. Sin embargo ya no existen tales aficionados, o quiz¨¢ no les merece la pena viajar para ver toros, pues Colmenar se ha igualado en la corruptela y el triunfalismo con las restantes poblaciones y ya no ofrece la garant¨ªa del espect¨¢culo aut¨¦ntico.
Charro / Uceda, Bautista, Mill¨¢n
Toros de Mar¨ªa Loreto Charro, terciados pero bien presentados, no se cayeron salvo dos; poco bravos, manejables. 5?, con trap¨ªo y serio, protestado y devuelto incomprensiblemente. Sobrero de La Cardenilla, con menos presencia que el devuelto, inv¨¢lido.Uceda Leal: pinchazo y estocada ladeada perdiendo la muleta (escasa petici¨®n y vuelta); media muy atravesada saliendo perseguido y estocada (silencio). Juan Bautista: media estocada baja, cuatro ruedas de peones en otros tanto terrenos, dos pinchazos y estocada corta baja (silencio); pinchazo, rueda de peones y estocada corta trasera (silencio). Jes¨²s Mill¨¢n: pinchazo, estocada ladeada, rueda de peones, un descabello saliendo arrollado y dos descabellos m¨¢s (insignificante petici¨®n y vuelta); dos pinchazos, estocada baja y rueda de peones (silencio). Plaza de Colmenar Viejo, 29 de agosto. 4? corrida de feria. Algo m¨¢s de media entrada.
Salieron toros con aspecto de toros, sin embargo. Terciados, mas salieron y si hubo dos que se pegaban batacazos, los restantes llegaron a romanear las plazas montadas y embestir a las huestes de infanter¨ªa sin doblar la rodilla ni nada.
Es algo que no ha sucedido -sin ir m¨¢s lejos- en Bilbao. El referente sobre la distancia se debe al tiempo, y sobre la ciudad, a la leyenda que se trae Bilbao, donde han hecho fama de la seriedad del toro que en su plaza sale, y lo real es que esa seriedad nadie la ha visto. Sin ir m¨¢s lejos de nuevo (o sea, de retorno) el toro de la feria de Colmenar generaba mayor respeto que el toro de Bilbao, pues.
En cuanto a juego se les apreciaba manejables (desde la barrera), y ninguno comet¨ªo la felon¨ªa de tirar cornadas con mala intenci¨®n.
Con buena intenci¨®n, ya es distinto asunto. Toreaba Uceda Leal al cuarto, el hombre tropez¨®, se cay¨® ante las mismas barbas del toro y ¨¦ste, al tenerlo a su merced, no se pudo aguantar y le tir¨® dos derrotes espeluznantes, uno de los cuales volte¨® al asendereado Uceda Leal. Esta violenta reacci¨®n no es que deba defenderse, pues atenta contra la integridad f¨ªsica de los toreros; mas seguramente el toro no pod¨ªa tener otra sin faltar a su condici¨®n de toro bravo y caer en el oprobio. Los cuernos son para lucirlos; p¨®ngase en su lugar.
Uceda Leal realiz¨® un toreo exquisito. Desde que irrumpi¨® novillero siempre destac¨® por sus exquisiteces dentro de una interpretaci¨®n ortodoxa del arte de torear. Por eso se lamenta que no construya sus faenas, que no las macice, que no plantee con preferencia el toreo al natural y se d¨¦ -seg¨²n repiti¨® en Colmenar- a la producci¨®n seriada y profusa de los inevitables derechazos.
Sus compa?eros de terna no estaban por las exquisiteces y ni lo intentaron. Jes¨²s Mill¨¢n se estir¨® en sus dos faenas, instrument¨® muletazos corriendo estupendamente la mano, utiliz¨® derecha e izquierda y se ajust¨® a los modos de la neotauromaquia, que dictan aquello de hilvanar los pases perdiendo pasos o poner pies en polvorosa al rematarlos y eso, a la luz de la tauromaquia, ya no es torear.
Juan Bautista -algo extra?o en ¨¦l- traste¨® sin gusto ni ambici¨®n y mont¨® sendas faenas desconfiadas y aburridas. La segunda a un sobrero llegado de extra?a manera; como de penalti. El toro titular, conato de los a?ejos toros colmenare?os, luc¨ªa hondo, miraba serio, y, no obstante, al p¨²blico le debi¨® entrar nostalgia de sus ra¨ªces toristas, lo protest¨® largo rato y el presidente acab¨® devolvi¨¦ndolo al corral. El sobrero, de La Cardenilla, sac¨® menor trap¨ªo y adem¨¢s estaba inv¨¢lido. Y no lo protestaron. El surrealismo hab¨ªa tomado carta de naturaleza en Colmenar, qu¨¦ le vamos a hacer.
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