En honor de Yiyo
El p¨²blico en pie, las cuadrillas descubiertas, la m¨²sica callada, guardaron un minuto de silencio en memoria de Yiyo, muerto en esta misma plaza de una cornada en el coraz¨®n hace quince a?os. Honor y gloria se quer¨ªa rendir al torero de imborrable recuerdo, pues ocupa un lugar preminente en la leyenda de la fiesta.Lo del minuto de silencio es un decir: apenas 15 segundos dur¨® y gracias. De un tiempo ac¨¢, los minutos de silencio duran lo que un suspiro. Hay gente muy impaciente y lo interrumpe o ser¨¢ que algunos no pueden contener los nervios y necesitan desfogarlos a gritos.
Apenas hab¨ªan transcurrido los 15 segundos -¨ªbamos por el 12 m¨¢s uno- un an¨®nimo espectador grit¨® "?Viva el Yiyo!", otros aplaudieron y se acab¨® el minuto de silencio. En otras ocasiones lo habitual es que a los impacientes les estimule el amor patrio y gritan "?Viva Espa?a!" sin venir a cuento, o "?Viva la fiesta Nacional!", que guarda mejor referencia, aunque lo mismo les dar¨ªa gritar viva Cartagena.
Arauz / D¨¢vila, Mora, Mill¨¢n
Cinco toros de Francisco Javier Arauz de Robles, entre chicos y terciados, varios sospechosos de pitones, escasos de fuerza aunque el 1? derrib¨® con poder y estr¨¦pito; encastados y manejables en general. 5? de Guadalest, discreto de presencia, sospechoso de pitones, flojo, encastado, de excepcional nobleza,D¨¢vila Miura: estocada atravesada contraria que asoma (silencio); estocada corta trasera contraria, rueda de peones y descabello (escasa petici¨®n y vuelta). Eugenio de Mora: dos pinchazos traseros ca¨ªdos, descabello -aviso- y descabello (silencio); estocada trasera ladeada (dos orejas). Jes¨²s Mill¨¢n: estocada (dos orejas); estocada corta trasera ca¨ªda (oreja). Mora y Mill¨¢n salieron a hombros por la puerta grande. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Yiyo, muerto en esta plaza hace 15 a?os. Plaza de Colmenar Viejo, 30 de agosto. 5? corrida de feria. Algo m¨¢s de media entrada.
Los minutos de silencio de toda la vida (o sea, los de antes) ten¨ªan una enorme emoci¨®n. El silencio nunca era absoluto pues, muda la plaza, llegaba de la calle un sordo clamor. Nunca como en los minutos de silencio se ha podido apreciar con claridad meridiana la radical diferencia entre los dos mundos: la vida civil y el planeta de los toros.
Fuera, el runr¨²n de los motores, las voces, la callle. Dentro, el silencio de unas cuadrillas, una afici¨®n y unos m¨²sicos conmovidos, cuya emoci¨®n e intensidad a¨²n resaltaba m¨¢s el relincho de los caballos de picar, el susurrado so de un mulillero a la mula revoltosa que empezaba a inquietarse. En Colmenar lo que se o¨ªa era la voz aguda de un peque?¨ªn, naturalmente ajeno a la solemnidad del momento, que s¨®lo quer¨ªa jugar. Y a los 12 m¨¢s un segundos aquel "?Viva el Yiyo!"que, sin duda involuntariamente, agu¨® la funci¨®n.
E irrumpi¨® la funci¨®n ya con olvido -moment¨¢neo- de aquel importante cap¨ªtulo de la historia de la tauromaquia que se cerr¨® tr¨¢gicamente hac¨ªa ayer 15 a?os. Y rompi¨® a tocar la banda, y la gente llenaba de bullicio el tendido.Y salt¨® a la arena el primer toro cuya apariencia distaba mucho de ser la que sol¨ªa en los toros colmenare?os.
Ocurri¨® sin embargo que, ante la general sorpresa, ese toro de casta brava le peg¨® un paliz¨®n al caballo de picar. Le anduvo a tortas, literalmente. Es decir, que lo llev¨® de un tendido a otro como puta por rastrojo, durante la refriega arrollaron monosabios, tiraron alguno al suelo, finalmente el toro derrib¨® con estr¨¦pito a la plaza montada, y la parte de arriba -un individuo tocado de castore?o- la mand¨® a freir esp¨¢rragos.
All¨ª desfog¨® el toro toda su ira y ya durante el resto de la lidia se comport¨® con la debida decencia. Distinto es que D¨¢vila Miura, a quien correspond¨ªa, lo llegara a entender. D¨¢vila Miura toreaba sin ligar y con mucho abuso de pico. Al cuarto de la tarde, ya no fiero y bastante inv¨¢lido, le repiti¨® los modos dominando menos; y pues mat¨® pronto y el p¨²blico estaba bajo el s¨ªndrome del triunfalismo, pidi¨® la oreja una minor¨ªa que pareci¨® mayor¨ªa pues lo hac¨ªa armando fenomenal esc¨¢ndalo.
Ven¨ªa el triunfalismo de las dos orejas que premiaron en el toro anterior una gran estocada de Jes¨²s Mill¨¢n. La faena a ese torillo, y lo mismo la que le aplic¨® al sexto, carec¨ªan de fuste y ajuste que, no obstante, condonaban la entrega y la voluntad de agradar.
Mal toreo realiz¨® Eugenio de Mora al segundo inv¨¢lido y en cambio aprovech¨® la excepcional nobleza del quinto para montarle una faena de pulcra templanza e ireprochable reuni¨®n. En cuanto a ligazones ya ser¨ªa distinto cantar mas lo dicho bast¨® para entusiasmar al respetable p¨²blico.
Ca¨ªa la tarde cuando se llevaban a hombros a Eugenio de Mora y Jes¨²s Mill¨¢n; la misma hora -poco m¨¢s o menos- en que el toro Burlero de Marcos N¨²?ez le part¨ªa el coraz¨®n a Yiyo 15 a?os atr¨¢s. Anto?ete y Palomar acudieron al quite pero la tragedia se hab¨ªa consumado. La muerte fue instant¨¢nea.
Los recuerdos se agolpaban durante el minuto de silencio. Parec¨ªa que fue ayer. Y, sin embargo, los novilleros que empiezan, ni siquiera hab¨ªan nacido. Lo que es la vida.
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