Habanos
Corporaci¨®n Habanos, en la que Altadis participa con un 50%, increment¨® ayer entre 10 y 370 pesetas el precio de sus cigarros y cigarritos en Espa?a.As¨ª comienza la noticia aparecida en este diario el martes cuatro de julio, en la que se da cuenta de la decisi¨®n de la comercializadora de puros habanos en Espa?a de incrementar en un sustancia porcentaje, superior al quince por ciento, el precio de los cigarros puros que se venden en nuestro pa¨ªs, con especial incidencia en aquellos importados de Cuba.
Se podr¨¢ pensar que la magnitud de la tragedia no es tan grande, que los consumidores de estos productos bien merecido tienen que se incrementen los precios, ya que am¨¦n de un producto que podemos considerar de lujo, el habano forma parte junto con sus descendientes los cigarrillos, de una de las plagas a exterminar dentro de la sociedad actual. Pero mientras tanto, no hay que perder la ocasi¨®n, y por tanto se deben incrementar a costa de los enganchados en el vicio las arcas del Estado o de los accionistas del monopolio, ora sea por la v¨ªa de los impuestos o por la de los beneficios.
Pero el asunto tiene sus matizaciones, y no es momento de dejarlas en el tintero. El consumidor de puros, el fumador de habanos, presenta en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica un perfil diametralmente distinto al de su compa?ero de fatigas con los cigarrillos, y el hecho de fumar, m¨¢s deviene en satisfacci¨®n complementaria de un momento de tranquilidad, o de reflexi¨®n o di¨¢logo civilizado, que en consumo indiscriminado del tabaco, muchas veces como necesidad, por una adicci¨®n adquirida. La prueba palpable de tal aseveraci¨®n es que el fumador de puros por lo general se conforma con tomar uno cuando la ocasi¨®n as¨ª lo requiere o lo justifica, y son contados, aunque es cierto que existen, los casos en que el consumo de un cigarro va seguido de otro, y as¨ª hasta el fin del d¨ªa. Aunque s¨®lo fuese por esta raz¨®n y en pro de la mejora en las costumbres salut¨ªferas, deber¨ªa primarse el consumo de cigarros como sustitutivo de los cigarrillos, s¨®lo en los casos, por supuesto, en que el vicio, la adicci¨®n, el propio convencimiento, o cualquier otra causa impidan alejarse de forma definitiva del tabaco, como demanda la raz¨®n.
Parece, no obstante, que esta ingeniosa o verdadera teor¨ªa no figura entre las que contempla el Estado / monopolio recaudador, y que las subidas en los precios de los cigarros no descontrolan la inflaci¨®n, por lo que son perfectamente compatibles con las recientes medidas econ¨®micas que la combaten. Por cierto, y aunque sea de forma anecd¨®tica, observemos que las medidas antiinflacionistas del Gobierno se basan en un gran porcentaje, y seg¨²n reiterada aseveraci¨®n, en la represi¨®n de los monopolios, por lo que sin duda no se considera que Altadis o a su participada Corporaci¨®n Habanos est¨¦n incursas dentro de este modelo de limitaci¨®n de la competencia.
Pues con todo, no es este problema el mayor que se presenta a los criticables consumidores e indefensos contribuyentes. Lo que roza la ilegalidad es el hecho comprobable de la mala calidad de las elaboraciones que se expenden en los estancos bajo el paraguas nominal del habano de Vuelta Abajo. Su mala calidad y su imposible constataci¨®n hasta despu¨¦s de consumado el encendido. De nada sirve la cuidadosa elecci¨®n del ejemplar por la vista, ya que los defectos estructurales no afloran al exterior; e incluso los que asumiendo un ejercicio de indelicadeza se permiten comprobar la calidad del producto por el tacto, s¨®lo en contadas ocasiones dan con el defecto a no ser que hayan consagrado su vida a la actividad de torcedores profesionales.
La libre competencia ha resuelto de forma casi definitiva el problema de la falta de calidad, o la coordinaci¨®n que se supone entre un producto y el precio pagado por el mismo en el mercado. No ya en las prendas de vestir, en los autom¨®viles o en los productos inform¨¢ticos, incluso en aquellos productos cuyo consumo es irreversible, que una vez comenzados no pueden reintegrarse al mismo ser y estado en que se nos vendieron, la devoluci¨®n del precio pagado o la sustituci¨®n del bien adquirido por otro similar pero en perfectas condiciones es un hecho constatable y un derecho irrenunciable. Hasta las bodegas y los fabricantes de vinos admiten la devoluci¨®n del producto una vez probado, y eso que desde su venta hasta el consumo han podido suceder los mayores avatares y peores tratamientos. Pero no as¨ª en el caso de los cigarros habanos; el consumidor no tiene derecho a la protesta o la compensaci¨®n. Y no porque as¨ª lo decide el expendedor, que en este caso se al¨ªa con el consumidor para mantener la clientela y sufre ante el alt¨ªsimo porcentaje de protestas, sino porque el principal responsable, el que elige los puros en origen, los distribuye, y tiene capacidad para comprobar la calidad de su fabricaci¨®n, hace caso omiso de las protestas, impide que una vez vendidos incluso el estanquero pueda devolverlos, aunque sea notoria su falta de calidad, -llegan a ser infumables-, y ampar¨¢ndose en su poder en el mercado convierte en beneficio el perjuicio de sus pacientes, que no clientes.
Alfredo Argil¨¦s es cr¨ªtico gastron¨®mico.
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