Tartufo 'hors d'?ge' MARCOS ORD??EZ
- 1. Sin colorantes. Otra buena noticia para nuestro teatro: Oriol Broggi y su Tartuf, que fue uno de los ¨¦xitos del pasado Grec y vuelve de nuevo al Versus Teatre, desde el 7 de septiembre (pasado ma?ana) hasta el 8 de octubre. Oriol Broggi, de 29 a?os, tres montajes, cuatro con ¨¦ste. ?Qu¨¦ comen los j¨®venes teatreros de ahora? ?C¨®mo crecen tan r¨¢pidamente? Quiz¨¢ el teatro permita quemar etapas con m¨¢s facilidad que otras artes. Levantar una pel¨ªcula puede costar de dos a tres a?os, desde el gui¨®n hasta su estreno; escribir una novela, igual o m¨¢s tiempo. La estructura (precaria, paup¨¦rrima si se quiere) de las salas alternativas est¨¢ permitiendo, sin que todav¨ªa estemos como para echar cohetes, que un joven director se foguee, pruebe, y modifique su tim¨®n si hace falta, sin jugarse demasiados millones o demasiados meses. S¨ª, cada vez estoy m¨¢s convencido de que el sector teatral tiene ahora mismo en Catalu?a, con todas sus carencias (siempre hay que insistir en eso), una movilidad y una capacidad de maniobra que no encuentro ni el mundo literario, donde un se?or o se?ora pueden tirarse 10 a?os cont¨¢ndonos el mismo cuento, ni, desde luego, en el desierto cinematogr¨¢fico catal¨¢n; un desierto con tres, cuatro anacoretas insistentes.Oriol Broggi, actor, ayudante de direcci¨®n (Belbel, Novell, Soler) y, como dec¨ªa antes, con s¨®lo tres montajes -Jordi Dandin, Els fusells de la Mare Carrar, Crit i nit- a las espaldas, acaba de servirnos un Tartuf sorprendente; ahora les explico por qu¨¦.
Hace, pongamos, 10 a?os, a un director de la edad de Broggi le encargan el Tartuf y se apresura a llenarlo de motos, humaredas y tetas al aire; y le falta tiempo para subrayar, qu¨¦ s¨¦ yo, que Orgon siente una poderosa y secreta atracci¨®n por el pauvre homme. Es decir, que en otros tiempos no tan lejanos, un Tartuf, para un joven director, era un puro pretexto para decir: "Aqu¨ª estoy yo y ver¨¢n ustedes qu¨¦ moderno". Lo sorprendente es que un joven director nos diga, como dice Broggi en las notas sobre su puesta en escena: "Cal encarar-lo de forma planera i humil. Ens sembla que ¨¦s l'¨²nica manera que ens hi podem afrontar. Cal humilitat per deixar sortir el text en ell mateix. Cal senzillesa de tots plegats perqu¨¨ els personatges tinguin la grandesa que l'autor els d¨®na".
Tartuf es una comedia sat¨ªrica y oscura, y para que funcione no puede deslizarse ni un ¨¢tomo hacia la farsa. Si Orgon, el padre de familia cegado por Tartufo, es dirigido como un burgu¨¦s cretino, no nos interesa lo que le pase. Si Tartufo se presenta como un hip¨®crita obvio, caricaturesco, no te crees que nadie pueda creerle. Por muy idiota que sea Orgon. (Por eso, en los malos montajes de la obra, igualan a los dos a la baja: Necesitan que Orgon sea un cretino inveros¨ªmil para creerse a un hip¨®crita inveros¨ªmil). En Moli¨¨re et la com¨¦die classique, un verdadero cl¨¢sico de la puesta en escena, Louis Jouvet les dice a sus alumnos del conservatorio: "No quiero a un hip¨®crita. No quiero que me dig¨¢is 'voy a interpretar a un hip¨®crita', sino 'voy a interpretar a un hombre". ?Ha estudiado Broggi a Jouvet? No lo s¨¦, pero me gusta pensar en una especie de puente por encima del tiempo, de abuelo a nieto. ?Le hubiera gustado a Jouvet este espect¨¢culo? Creo que s¨ª, porque la esencia del trabajo de Jouvet era la sensatez, esa sensatez hecha de humildad, de respeto; una cualidad muy poco valorada en el teatro. La sensatez y la claridad de sentimiento. Lo mejor, lo m¨¢s sorprendente y renovador de este Tartuf realmente hors d'?ge (sin aditivos, sin colorantes) es que no distorsiona hacia la farsa y no se coloca por encima de los personajes, sino que se concentra en servir el texto y mostrar la comedia.
La ¨²nica pega que le veo, y a ratos, es la traducci¨®n de Josep Maria Vidal, que Broggi califica de "brillant¨ªssima" y que a m¨ª no me acab¨® de convencer. Me pareci¨® que rebajaba un poco hacia lo coloquial, hacia lo banal incluso, la contundencia lujosa del alejandrino. No me acab¨® de entrar bien por el o¨ªdo; me gust¨® much¨ªsimo m¨¢s la versi¨®n que hizo Vidal, la temporada pasada, de Les femmes savantes, en el Romea. Quiz¨¢ sea un problema de mi orejita gachona.
- 2. Menudo equipo. Otra caracter¨ªstica ins¨®lita de la nueva generaci¨®n de directores: su capacidad para contagiar entusiasmo. Broggi ha conseguido unos c¨®mplices de relumbr¨®n, un reparto estupendo, encabezado por Llu¨ªs Soler (Tartuf), Jordi Banacolocha (Orgon), ?ngels Poch (Elmira), Ramon Vila (Cleant) y Marissa Josa (Dorina). Un escenario vac¨ªo, con una gran tarima, vertical, apoyada contra la pared. Una primera escena un tanto confusa, atropellada: una Madame Pernelle (Montserrat Salvador) que parec¨ªa inc¨®moda con su parlamento; una Dorina (Marissa Josa) con gestos demasiado subrayantes; un cierto barullo de movimientos. Pero eso dur¨® apenas cinco minutos; tambi¨¦n es bonito ver c¨®mo una comedia reajusta su paso y c¨®mo los actores se hacen con las riendas de sus personajes. Yo dir¨ªa que el reajuste se produjo con la entrada de Jordi Banacolocha, uno de nuestros actores m¨¢s sensatos y, por eso, m¨¢s polivalentes, comunicador de una especie de honestidad instant¨¢nea, la que surge del trabajo bien hecho. La entrada de Banacolocha y el mano a mano con Cleante, el mon¨®logo de Cleante sobre los faux devots. Es en escenas como ¨¦sta donde se advierte la buena mano de un director y la complicidad de sus actores. Cuando la vean, f¨ªjense, si les apetece, en lo que hace Ramon Vila. Es una escena muy pu?etera. Como casi todos los directores saben que esa tirada la escribi¨® Moli¨¨re para tranquilizar a los devotos de la Cofrad¨ªa del Santo Sacramento (presidida por Ana de Austria, la madre del rey, su protector), acostumbran a marcarle al actor que largue el texto a cien por hora para sac¨¢rselo de encima cuanto antes, con lo cual todav¨ªa resulta m¨¢s pesado. La pen¨²ltima vez que vi Tartuf, el director hac¨ªa que Orgon se fuese al fondo del escenario para no o¨ªr a Cleante, un Cleante obligado a hablar como la se?orita Rottenmeyer de Heidi. Ramon Vila, que tambi¨¦n es un actor hors d'?ge, hace justo lo contrario. Lo hace interesante a base de convicci¨®n y de calma. Se apoya en la pared, pesa sus palabras, se toma su tiempo; intenta seriamente convencer a Orgon. No es un sermoneador, es el Cleante "sage, honn¨ºte, v¨¦ritable homme de bien", el raissoneur que quiso Moli¨¨re.
En la siguiente escena, Broggi tiene que cambiar de tercio; han de brotar chispas en el careo entre Dorina, la criada, y Orgon porque ¨¦ste acaba de revelar su intenci¨®n de casar a su hija con Tartufo. El humor surge aqu¨ª del cambio de ritmo, de la furia contenida de Orgon y de la exasperaci¨®n de Dorina.
Ah¨ª es cuando Marissa Josa entra a matar; una Dorina con ojos de no escap¨¢rsele una, y no se le escapa. Cada vez mejor, m¨¢s sabia, Marissa Josa; una verdadera actriz de car¨¢cter a la que ¨²nicamente le convendr¨ªa, pienso, frenar su gesticulaci¨®n; con esa mirada no le hace ninguna falta. Entra luego Elmira, ?ngels Poch, otro acierto del reparto. Para interpretar Elmira hace falta a) una buena actriz, b) madura y c) atractiva; se cumplen perfectamente los tres requisitos, y ?ngels Poch, otra mirada de a¨²pa, no da un paso en falso. La tarima, el ¨²nico elemento escenogr¨¢fico, que los actores han ido moviendo para cada escena (ahora una pared, ahora -invertida- una sala con cuatro asientos, etc.), se convierte en tablado teatral en cuanto Tartufo hace su entrada. Cuando entra Tartufo no hay lucecitas celestiales ni las m¨²sicas m¨ªsticas de otros montajes. Sube la iluminaci¨®n, un c¨ªrculo de focos cenitales, para marcar esa idea de que Tartufo crea un instant¨¢neo "espacio de representaci¨®n" all¨¢ donde est¨¦, pero Soler, con say¨®n de penitente, no se pasa un pelo; es tan cre¨ªble, en su sobriedad falsamente vegetariana, como un guru new age que no sabemos si cree en lo que dice, pero seguro que lo crey¨® alguna vez, y de ah¨ª su fuerza de convicci¨®n. En sus ¨²ltimos trabajos, trabajos un poco demasiado compuestos, truculentos -pienso sobre todo en el Salieri de Amadeus- creo que Soler estuvo un poco por debajo de su talento, lejos de grandes logros como su Harpag¨®n. Es un gustazo ver c¨®mo recupera aqu¨ª el paso, sin apoyarse excesivamente en la sonoridad de su voz de bar¨ªtono, sin escucharse y, sobre todo, sin jouer l'hypocrite. Completan el reparto actores j¨®venes, como ?scar Mu?oz (Damis), M¨¤rcia Cister¨® (una notable Marianna), Dani Klamburg (Valeri), Arnau Mar¨ªn (Oficial), y el veterano Carles Arquimbau (Lleial), todos muy bien conjuntados. Vayan a verla ahora si se les escap¨® durante el Grec.
P. D. Otras repescas imprescindibles, antes de cerrar la p¨¢gina. Una: Un cop baix, la formidable comedia de Richard Dresser, que ?lex Rigola present¨® en Sitges y que recala en la Beckett. Tambi¨¦n he de hablar, m¨¢s adelante, de otro espl¨¦ndido montaje de Rigola, el Titus Andr¨°nic que se vio en el Zorrilla de Badalona; es un esc¨¢ndalo que a¨²n no haya encontrado sala; si yo fuera productor, me podr¨ªa forrar con ese montaje. Y por ¨²ltimo, pero nunca en ¨²ltimo lugar, ?nsia, de Sarah Kane, otra joya de Sitges, que llega, a partir del 14, a la Sala Muntaner.
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