Pa?ales
Nos vamos unos d¨ªas de vacaciones y al regresar, descubrimos que habitamos un pa¨ªs rar¨ªsimo, de costumbres extra?as. Volvemos al h¨¢bito de los peri¨®dicos, despu¨¦s de unas semanas sin lecturas, y nos enteramos de que el gobierno ha regalado miles de millones de pesetas a las compa?¨ªas de tel¨¦fonos. ?Que pr¨¢cticas tan curiosas!, pensamos. ?Que querencia la de nuestro gobierno por las grandes empresas! Primero, las el¨¦ctricas; ahora, las de telefon¨ªa. Uno se siente perplejo ante esta generosidad. No estamos acostumbrados a tanta esplendidez. Proseguimos la lectura y unas p¨¢ginas m¨¢s all¨¢ averiguamos, en la queja de una lectora, que la Seguridad Social raciona los pa?ales a los jubilados. Ahora, cuando un jubilado enferma, debe compon¨¦rselas con un pa?al por d¨ªa. A la se?ora ministra debe parecerle un exceso que un jubilado emplee m¨¢s de un pa?al por d¨ªa. Tal vez, con lo que Sanidad ahorra en pa?ales, el gobierno amortiza los regalos a las grandes compa?¨ªas y as¨ª enjuga el d¨¦ficit p¨²blico.A m¨ª, sin embargo, que no entiendo de econom¨ªa y suelo a hacerme un l¨ªo con el d¨¦ficit p¨²blico, me resulta miserable la conducta de un gobierno que trata tan espl¨¦ndidamente a las empresas y escatima a los jubilados. Quiz¨¢, con estas maneras se cree empleo, como nos repiten continuamente los se?ores liberales. Pero, ?para qu¨¦ quiere uno empleo -seguramente, mal pagado- si el d¨ªa que se jubilen nuestros esf¨ªnteres, no vamos a tener pa?ales? Tal vez piensen ustedes que todo esto de los pa?ales es una cuesti¨®n menor en el complicado panorama de la econom¨ªa. Probablemente tengan raz¨®n. Sin embargo, siempre creo que es en estos detalles menores donde mejor se advierte el talante de un gobierno. Y yo tengo la impresi¨®n de que ¨¦ste les hurta los pa?ales a los jubilados para repartirlos en los consejos de administraci¨®n. O sea, que nos aturde con las grandes cifras de la econom¨ªa para convencernos de lo bien que va el pa¨ªs y luego resulta que les pasa cuota a los jubilados. Es decir, que lo importante no es gobernar con equidad y justicia, sino entretener al personal mientras van pasando los d¨ªas.
Entre nosotros, ?qu¨¦ bien ha sabido Eduardo Zaplana adaptarse a estas maneras! Nadie ha entendido mejor que ¨¦l la importancia del pasatiempo, de la diversi¨®n, de proveer al personal de una vida amena. A nuestro presidente le encanta enfrentarse a estos retos, de los que siempre sale airoso, con el prestigio reforzado. Miren Terra M¨ªtica, un parque alabado por todo el mundo y construido en un suspiro sobre lo que meses atr¨¢s era un erial carbonizado. La capacidad de Eduardo Zaplana para desarrollar este proyecto ha sido impresionante, fabulosa, digna de un gran dirigente. En cambio, saca usted a don Eduardo de estos asuntos de la diversi¨®n, y el hombre no es nada. Ah¨ª lo tienen, incapaz de construir una escuela, de poner en pie un instituto, de rematar un mapa escolar. Todo se le va en promesas, en cr¨ªticas a los gobiernos pasados, en crear empresas que se ocupen de lo que ¨¦l no acierta a ocuparse. Todo in¨²til. Comienza un nuevo curso y vuelven las protestas de los padres, las aulas prefabricadas, los turnos imposibles, la asfixia de la ense?anza p¨²blica. Pero, realmente, esta cosa tan seria de la educaci¨®n, ?a qui¨¦n interesa?
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