Entre vallenatos

Lleg¨® Carlos Vives y puso la plaza a bailar. El coso madrile?o se llen¨® anoche de contagiosos ritmos colombianos. Y con canciones como Fruta fresca o La gota fr¨ªa, el p¨²blico -unos tres cuartos de entrada- se entusiasm¨® en la arena y en los tendidos. Minutos antes del concierto, por los aleda?os de Las Ventas, se escuchaba hablar espa?ol con toda la riqueza de acentos y dejes hispanoamericanos. Presencia numerosa de mujeres aparentemente encandiladas con este exgal¨¢n de telenovelas de la cadena Caracol y tambi¨¦n antiguo cantante mel¨®dico. Ballenato con b es el hijo de la ballena, pero tambi¨¦n un t¨¦rmino en desuso para referirse a los naturales de Madrid. Y estos acogieron al vallenato con v como un inmejorable pretexto para entregarse a la fiesta.Vives se present¨® con sus ya habituales mochos -tejanos cortos y usados, de andar por casa-, chanclas de cuero y camiseta azul sin mangas y, al rato, volvi¨® a salir con un pa?uelo sobre la cabeza que cubr¨ªa a medias su frondoso cabello rizado. El de Santa Marta -la ciudad costera del Caribe que tiene tren aunque no tranv¨ªa- no dej¨® de jalear al personal para que bailara y coreara sus temas m¨¢s conocidos. Pocos ¨¢nimos necesitaba la gente para agitarse. Viene de una tierra tristemente arrasada por la violencia. Necesitada de buenas noticias, quiz¨¢ se est¨¢ permitiendo una sonrisa gracias al ¨¦xito internacional de este compatriota reciclado en int¨¦rprete de vallenatos. Curioso: no hace tanto que en Bogot¨¢ todav¨ªa se la calificaba con desprecio de "m¨²sica corronchera coste?a". Aires de campesinos, vaqueros y cortadores de ca?a: sonidos de Colombia -otros que los disparos-, demasiado tiempo apagados por el son, la salsa o el merengue de sus vecinos caribe?os. Ahora, de la mano de Carlos Vives, se propagan por el mundo urbanizados y modernizados al gusto multitudinario.

El compadre Egidio Cuadrado y su filigranero acorde¨®n se reservan un papel preponderante: arte popular en estado puro el de este veterano de mil y una parrandas. La Provincia, el grupo de m¨²sicos heterog¨¦neos que acompa?a a Vives, cumple con su cometido sin grandes alardes. Dos pantallas gigantes a ambos lados del escenario permit¨ªan no perderse un gesto de la estrella latina a unos espectadores que hab¨ªan desembolsado hasta 4.875 pesetas para poder disfrutar en directo con las canciones de su disco El amor de mi tierra.