Una de tantas
"La tarde transcurr¨ªa ni bien ni mal: una de tantas". La descripci¨®n es del famoso poema de Rafael Duyos sobre La Chata y si val¨ªa para una de aquellas corridas de la procelosa d¨¦cada mon¨¢rquica, vale ahora tambi¨¦n.Una de tantas...
Una de tantas es la mayor parte de las corridas que uno ve en su vida, y a¨²n se dar¨ªa con un canto en los dientes si efectivamente fueran todas una de tantas. Pues una de tantas es la corrida que transcurre sin incidentes -esta vente?a sin ir m¨¢s lejos-, los toros cumplen con su condici¨®n, los toreros est¨¢n decorosos y si nadie brilla tampoco nadie se hace merecedor de reproches ni repudios.
Lo que suele suceder en esta hora de la fiesta, en cambio, es que los toros se caigan, los toreros se pongan farrucos frente a semejante ruina, entre todos monten una mascarada y la corrida sea una verg¨¹enza.
Sorando / Bricio, Mendoza, Mart¨ªnez
Novillos de Sorando, bien presentados, varios con seriedad, cuajo y trap¨ªo; tambi¨¦n fuertes, dos derribaron; mansos de poca casta, reservones.Antonio Bricio: estocada corta ca¨ªda y rueda de peones (silencio); estocada ladeada, rueda de peones, dos descabellos -aviso-, tres descabellos m¨¢s y se echa el novillo (palmas). Reyes Mendoza, de C¨®rdoba, nuevo en esta plaza: tres pinchazos uno de ellos perdiendo la muleta, pinchazo hondo sin perderla -aviso con retraso- y descabello (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Sergio Mart¨ªnez: tres pinchazos bajos y se echa el novillo (silencio); cuatro pinchazos -aviso- y cuatro descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 10 de septiembre. Media entrada.
Nada de eso tuvo la novillada vente?a, por supuesto. Los novillos no se ca¨ªan. Algunos sacaron poder y zurraron a las plazas montadas. A las guatas espesas e inmensas que cubren las carnes de las plazas montadas se quiere decir, que ah¨ª no duele. Sin embargo demostraron mansedumbre ya que, desfogada la bravuconer¨ªa, galopaban en franca huida. Y la mansedumbre se tradujo en actitudes defensivas que dificultaban los prop¨®sitos muleteriles de la terna.
Los prop¨®sitos muleteriles de la terna eran buenos. Nadie les podr¨¢ negar el aseo y la decencia que tra¨ªan, el empe?o que pusieron en torear, la entereza que los libr¨® del des¨¢nimo cuando tardeaban en exceso las embestidas pese a sus porf¨ªas.
Muy buenos modos mostr¨® el novillero mexicano Antonio Bricio. Lo de tirar del novillo, embarcar con empaque, rematar donde se debe se lo tiene bien aprendido y dej¨® claro que entre los c¨¢nones que actualmente presentan las diversas tauromaquias ha elegido los leg¨ªtimos.
El redondo y el natural los interpret¨® correctamente Antonio Bricio. Dentro de lo trabajoso que resultaba sacar partido de la poca casta de los novillos desempe?¨® Bricio un toreo serio, sobre todo en su faena al cuarto novillo (de mejor conformar), con detalles de calidad, entre los que se encontraba la sucesi¨®n de pases de la firma y trincherillas con que se lo trajo desde los medios al tercio para darle all¨ª muerte. Lo malo fue que se la dio mal y a la ¨²ltima, parece mentira.
Reyes Mendoza debut¨® poniendo el alma en su tarea. S¨ª se?or: as¨ª se presentan los novilleros buenos en Madrid. Ci?¨® los estatuarios iniciales de su primera faena, mand¨® en los derechazos, cumpli¨® en los naturales, intercal¨® p¨¦ndulos temerarios que inquietaron al p¨²blico en general y espantaron a los japoneses en particular.
La faena de Reyes Mendoza al quinto transcurri¨® asimismo voluntariosa, si bien deslucida, lo que no se le debe achacar ya que el deslucido era el novillo.
Entre la nula clase de los novillos y lo mal que manejaban los aceros, a los esforzados novilleros la tarde se les fue sin ¨¦xito alguno. Es lo que le ocurri¨® a Sergio Mart¨ªnez, valeroso, decidido, mand¨®n y bullidor con la pa?osa, aunque sin conseguir faenas reunidas y brillantes por la falta de codicia y las renuentes embestidas de sus enemigos.
Con esas, la tarde transcurr¨ªa, efectivamente, ni bien ni mal. No pasaba nada. Hasta que pas¨®. Ocurri¨® cuando el segundo novillo, que permanec¨ªa reserv¨®n, empiton¨® a Jos¨¦ Mu?oz al banderillear, le raj¨® de arriba abajo la taleguilla y lo dej¨® literalmente con el culo al aire. No se crea que se amilan¨® el perjudicado. Antes al contrario tom¨® r¨¢pido otros palos y se jug¨® el tipo al prenderlos pues el novillo segu¨ªa esper¨¢ndolo con las del beri. S¨ª, la tarde transcurr¨ªa una de tantas, hasta que la llen¨® de emoci¨®n y de torer¨ªa un torero de plata.
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