El Angliru entroniza a Heras
El l¨ªder sentencia la carrera, tras sacar m¨¢s de tres minutos a Casero, y demuestra que la Vuelta es de los escaladores
Ya se puede decir. La Vuelta 2000 pertenece a los escaladores. Quedaba la duda. Hasta el Angliru, no se sab¨ªa a ciencia cierta c¨®mo se deshar¨ªa el empate con el que hab¨ªan llegado Roberto Heras, el escalador con may¨²sculas, y ?ngel Casero, el contrarrelojista. Pero la cima m¨¢s temida dict¨® sentencia: nadie puede seguir a Heras. El l¨ªder se hizo grande en el Angliru y el Angliru, a cambio, alimenta su incipiente leyenda.No hubo lluvia. S¨ª una capa de niebla. Pero no tanta como para tapar la ascensi¨®n. Esta vez, se pudo ver con nitidez a un l¨ªder en su puerto. A corredores casi clavados. S¨®lo el pudor de las c¨¢maras impidi¨® comprobar c¨®mo la otra carrera -la de los ciclistas medios- sub¨ªa al ritmo de le marcaban los brazos de los espectadores. La historia se escribe con d¨ªas as¨ª. El Angliru, un santuario sin santos en su interior, necesita jornadas con nombres propios para rellenar sus hornacinas. Y, en su segundo a?o, ha encontrado uno. Heras y el Angliru se beneficiaron mutuamente. Y se compenetraron desde el principio. S¨®lo le falt¨® ganar la etapa. Aunque la imagen del Angliru no sale da?ada. Venci¨® otro escalador, Gilberto Simoni. El italiano se aprovech¨® de la nueva mentalidad del Kelme, que prefiere sacrificar las victorias parciales por conseguir, por fin, un triunfo total. Heras lo tiene amarrado: 3,41m es un abismo para Casero por mucha contrarreloj que quede en Madrid.
El mito del Angliru crece gracias a Heras y al calendario de esta Vuelta, porque por primera vez se ha convertido en el puerto definitivo. El a?o pasado, se enclav¨® demasiado pronto en el itinerario de la Vuelta (en la jornada octava). Como m¨¢ximas conclusiones, s¨®lo se extrajeron una muestra del genio de Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez y una inesperada resistencia de Olano. Pero no result¨® un d¨ªa concluyente. Ayer s¨ª lo fue. Las diferencias fueron tan rotundas como cabe esperar de un puerto del que tanto se habla y ante cuyo nombre muchos ciclistas tiemblan. Si no hubo fueras de control fue gracias a las ayudas desde la acera. Y, ante todo, all¨ª se decidi¨® la Vuelta.
Heras tiene piernas, sin duda. Pero su equipo no tiene desperdicio. Lleva la etapa a su antojo y rompe la carrera cuando le place. Hay momentos en que, cuando empieza la subida verdadera, la mitad del pelot¨®n delantero lo forman camisetas verdes, blancas y azules. El Kelme eligi¨® el primer puerto de primera categor¨ªa, La Colladiella, para cambiar la marcha. La red que tendi¨® dej¨® enseguida a Casero al descubierto. Ya all¨ª se qued¨® sin personal del Festina a su servicio. En el segundo alto, El Cordal, el equipo de Vicente Belda seleccion¨® a sus compa?eros de viaje. Dej¨® fuera a Igor Gonz¨¢lez de Galdeano, cuyas molestias en la pierna revistieron tan importancia como para apearle del podio y de la Vuelta. Se retir¨® al bajar el puerto.
Cuando empezaron a asomar las primeras rampas duras del Angliru, con la carrera madura, el Kelme revent¨® la etapa. Tras un trabajo encadenado, Escart¨ªn se ofreci¨® a Heras y le subi¨® en el cohete. En unos pocos golpes de pedal, ya hab¨ªan dejado a todos. Y quedaban todav¨ªa nueve kil¨®metros, los m¨¢s duros. Andaban a¨²n a las puertas del infierno. La entrada es llana (V¨ªa Par¨¢), un terreno propicio para que Casero enlazara gracias a la referencia de Laiseka y al empuje de su compa?ero Jeker. Tambi¨¦n Tonkov se uni¨® al grupo. Pero el Angliru, con sus cuestas tan pronunciadas, no permite asociaciones. Somete a los ciclistas a la soledad. Cada uno tiene que subir con sus fuerzas.
En cuanto volvieron las rampas, esta vez s¨ª las aut¨¦nticas, la carrera se rompi¨® en pedazos. Heras se levant¨® de la bicicleta a ritmo de escalador. Casero se qued¨®, sentado, a golpe de rodador. Cada uno con su estilo y frente al Angliru. La sentencia cay¨® kil¨®metro a kil¨®metro. Se distanciaron medio minuto por cada 1.000 metros. Primero, un minuto de diferencia. Luego dos. M¨¢s tarde tres...
Por delante, hab¨ªa otra carrera diferente, la del triunfo de la etapa. Como se ha tomado por costumbre en esta Vuelta, el Kelme hab¨ªa dejado a un grupo numeroso con el que al final de la etapa Heras practic¨® la caza del rat¨®n. De los 13 corredores fugados, s¨®lo dos (Simoni y Hruska) se libraron de la batida.
Heras fue adelantando uno tras otro, con instinto depredador, como si ¨¦l subiera una cuesta m¨¢s ligera que el resto. S¨®lo se atranc¨® en la recta final antes de llegar a la cima (despu¨¦s le esperaba medio kil¨®metro de bajada) y fue porque se equivoc¨® al cambiar de desarrollo. No import¨®. La etapa ya estaba ventilada. ?l ten¨ªa el amarillo amarrado hasta Madrid. Y Simoni ya levantaba los brazos en uno de los mejores momentos de su carrera, a la altura incluso de sus dos podios en el Giro. Heras no le atrap¨®. No pudo ganar. Pero es un detalle nimio. Con el tiempo se dar¨¢ cuenta de que en el Angliru vivi¨® su mejor d¨ªa. El d¨ªa en que, despu¨¦s de once a?os, la Vuelta vuelve a ponerse en manos de un escalador puro.
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