Jos¨¦ Bov¨¦
Dentro de poco tiempo pedir tapas en un bar se convertir¨¢ en un acto revolucionario, en un aut¨¦ntico desaf¨ªo a la globalizaci¨®n. De hecho, un tribunal de Millau, en el sur de Francia, acaba de condenar a Jos¨¦ Bov¨¦ a tres meses de c¨¢rcel por causar desperfectos en un restaurante McDonald's. El l¨ªder campesino franc¨¦s se?al¨® el pasado mi¨¦rcoles, tras conocer la sentencia, que "los jueces de Millau no han comprendido nada de lo que ocurre a su alrededor, en Francia y en el mundo". En paralelo con el proceso a Bov¨¦, un informe de la Uni¨®n Europea subraya que los pa¨ªses meridionales est¨¢n abandonando la siempre elogiada dieta mediterr¨¢nea y se han pasado, armados de tenedor y de cuchillo, a ese tipo de inclasificable hamburguesa que chorrea qu¨ªmica por los bordes del pan. Por ello, las protestas de Bov¨¦ apuntan al coraz¨®n, o mejor dicho, al est¨®mago del sistema. En realidad, este s¨ªmbolo de la lucha contra la Organizaci¨®n Mundial del Comercio apela al esp¨ªritu de aquella simp¨¢tica consigna que cantaba Coca-cola asesina, carajillo al poder.Paso a paso, d¨ªa a d¨ªa, el verdadero pulso de la pol¨ªtica se libra en la vida cotidiana. Gustos musicales, aficiones cinematogr¨¢ficas, dietas alimenticias, ropas de moda y h¨¢bitos de consumo dibujan un panorama donde la diversidad pugna en una desigual batalla contra la uniformidad. Con el estandarte de su chauvinismo los franceses intentan sobrevivir a una avalancha cultural que amenaza con eliminar las disidencias. Esta actitud explica que el pa¨ªs vecino defienda con u?as y dientes su cine, sus canciones, sus frutas o sus vinos. Que Bov¨¦ reivindique en sus incendiarios discursos el queso de Roquefort puede sonar a opereta, pero coloca en la picota toda una organizaci¨®n del mundo. No es casual que Un trago de cerveza y otros peque?os placeres, un delicioso ensayo publicado por Tusquets, haya sido escrito por otro franc¨¦s de nombre Philippe Delerm. Los economistas de Wall Street o los ejecutivos de Hollywood no suelen incluir esos libro entre sus lecturas ni acostumbran a tomar Roquefort.
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