El pelotazo invade Vallecas
Rayo y Zaragoza rivalizan en desaciertos en un partido para olvidar
En un partido da?ino para el buen gusto, Rayo y Zaragoza firmaron un empate vac¨ªo de goles y vac¨ªo de cualquier detalle de m¨¦rito. La euforia que se apoder¨® de uno y otro tras su brillante actuaci¨®n en la UEFA se derriti¨® de golpe. Habr¨¢ excusas que justifiquen una actuaci¨®n tan poco feliz. El cansancio, por ejemplo. Pero lo que no tiene justificaci¨®n es el castigo al que fue sometido el bal¨®n. Ya no es que fuera un elemento extra?o, que lo era, volando de ac¨¢ para all¨¢, sin m¨¢s rumbo que el aire. Es que era algo as¨ª como el enemigo. La temprana lesi¨®n de Luis Cembranos convirti¨® al Rayo en un equipo plano, primitivo incluso. Tan plano y tan primitivo incluso como el Zaragoza, que durante muchos minutos emiti¨® un discurso doloroso para el espectador y doloroso, sobre todo, para Yordi. Ha descubierto el Zaragoza que el hombre responde en momentos de duda y la idea ha creado escuela. Bal¨®n que llega, a Yordi, a ver si lo ve, si lo coge, si lo remata. A ver si lo mete dentro.No lo meti¨®. Ni ¨¦l, ni sus compa?eros, ni el Rayo en pleno, colegas como fueron todos en el pelotazo. Quiz¨¢ el gui¨®n hubiera cambiado si no se hubiera lesionado Luis o si Juanele no hubiera descansado una hora en el banquillo. Y hubiera cambiado, seguro, si Acu?a, despu¨¦s de birlarle el bal¨®n a De Quintana a un minuto del descanso, no opta por el disparo en vez de compartir aquello con alguno de esos compa?eros que llegaban prestos al remate.
RAYO VALLECANO 0ZARAGOZA 0
Rayo Vallecano: Lopetegui; Alc¨¢zar, Ballesteros, De Quintana, Mingo; Helder, Quevedo, Poschner, Michel (Glaucio, m. 53; Pablo Sanz, m. 72); Luis Cembranos (Bolic, m. 19) y Bolo.Zaragoza: Juanmi; Pablo, Paco, Lanna, Sundgren; M. Vales (Juanele, m. 61), Jos¨¦ Ignacio, Acu?a, Vellisca; Jamelli (Peternac, m. 75) y Yordi (Garitano, m. 85). ?rbitro: Iturralde. Amonest¨® a Glaucio, Pablo Sanz y Vellisca. Unos 11.000 espectadores en Vallecas.
Pero pasaron los minutos y all¨ª nadie acertaba no ya a marcar, sino a inventar algo m¨ªnimamente curioso. El primero que lo hizo fue el ¨¢rbitro, que decidi¨® que una patada de Helder a Jamelli al borde del ¨¢rea del Zaragoza bien pod¨ªa se?alarse como falta de Jamelli. Lanz¨® Poschner y la pelota se estrell¨® en el larguero. A la excusa, irrefutable, del cansancio, pod¨ªa unir el Rayo la de la mala fortuna, que hubiera sido tambi¨¦n irrefutable si no se tratara de la ¨²nica oportunidad digna de llamarse as¨ª que fue capaz de inventarse. Llegaba la recta final del partido y sobre el c¨¦sped ya estaba Juanele -para alivio del bal¨®n- y el Zaragoza se sinti¨® m¨¢s alegre. Acumul¨® varias ocasiones, no muchas, pero all¨ª no hubo futbolista alguno capaz de borrar del marcador un 0-0 que no hizo sino ponerle rostro a tanto desprop¨®sito.
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