Espa?a-Marruecos, d¨¦ficit de di¨¢logo
Hassan II dijo que los marroqu¨ªes y los espa?oles se parecen demasiado para que su relaci¨®n fuera racional y exenta de pasi¨®n. Es ¨¦l tambi¨¦n quien dijo que los dos est¨¢n condenados a entenderse. Merece la pena recordar que precisamente quien tanto preconiza la aproximaci¨®n entre nuestras dos naciones fue el m¨¢s maltratado por la prensa espa?ola.Nuestras relaciones siguen siendo anormales a causa de las secuellas de la ¨¦poca colonial. El desgaste abarc¨® todo un siglo. Con Francia ese handicap dur¨® justo el tiempo de la ocupaci¨®n. Con Espa?a, los litigios territoriales abarcaron todo el siglo XX. Si a?adimos los precedentes inmediatos, tenemos que empezar la cuenta a partir, por lo menos, de la guerra de Tetu¨¢n.
Parad¨®jicamente, las relaciones a nivel estatal que se pueden considerar al menos como correctas se contradicen con el estado de ¨¢nimo de las opiniones p¨²blicas de los dos pa¨ªses que es de otra naturaleza.
La emigraci¨®n, la pesca, el S¨¢hara se han convertido en ingredientes habituales del repertorio hispano marroqu¨ª. Sobre todo el asunto del S¨¢hara forma por s¨ª solo un malentendido tremendo. No hay otro asunto que provoque tanta confusi¨®n.
Cuando se evoca lo de la pesca, o Ceuta y Melilla, se comprende que est¨¢n en juego unos intereses m¨¢s o menos explicables, que tal vez mediante el di¨¢logo podr¨ªamos remediar. En cuanto al asunto del S¨¢hara no hay nada que discutir, no es un litigio hispano marroqu¨ª. Sin embargo, una parte de la opini¨®n p¨²blica espa?ola lo plantea como si lo fuese.
La larga lista de desencuentros que caracteriza nuestras relaciones tiene como origen, entre otras causas, el d¨¦ficit de di¨¢logo que hubo en la ¨¦poca colonial, sobre todo aquel periodo que coincidi¨® con la ¨¦poca dictatorial en Espa?a. En efecto, el ¨²ltimo episodio del di¨¢logo de pueblo a pueblo fue el de "las conversaciones de Barcelona" del oto?o de 1936 entre el Movimiento Nacional Marroqu¨ª y las fuerzas pol¨ªticas catalanas. Desde entonces s¨®lo hemos tenido como interlocutor espa?ol la administraci¨®n colonial directamente en Tetu¨¢n o los ¨®rganos del Estado en Madrid.
En cambio entreten¨ªamos con Francia intensas y variadas relaciones con la sociedad civil, manteniendo asiduos contactos a nivel popular con las m¨¢s diersas corrientes, teniendo como interlocutores a J. P. Sartre, Ch. A. Julian , F. Mauriac, adem¨¢s de los dem¨®cratas cristianos, socialistas, gaulistas, comunistas, radicales de izquierda, etc¨¦tera, y habiendo adquirido apoyo de peri¨®dicos como Le Figaro, L'Express, France Observateur, donde escrib¨ªan J. Daniel, J. Lacouture, C. Bourdet y otros.
En Espa?a carec¨ªamos durante las d¨¦cadas cuarenta y cincuenta de interlocutores de la talla de Ortega y Gasset, Fernando Caballero, Fernando de los R¨ªos que, en los a?os treinta, patrocinaban las iniciativas de di¨¢logo para con el Movimiento Nacional Marroqu¨ª que en la ¨¦poca colonial luchaba por la recuperaci¨®n de la independencia y que a partir de 1956 (fecha de la recuperaci¨®n de la independencia) era la vanguardia de la democratizaci¨®n del pa¨ªs.
El visitante a nuestro pa¨ªs encuentra calles y avenidas que llevan nombres de celebridades como J. Jaures, J. Rousse, P. Parent y otros amigos de la causa marroqu¨ª. En lo que respecta a espa?oles exist¨ªan calles y ciudades que llevaban nombres de los generales Franco, Sanjurjo y Orgaz, que seguidamente despu¨¦s de la recuperaci¨®n de la independencia tuvieron que ser borrados de la memoria.
Esto demuestra que hubo di¨¢logo entre las sociedades civiles francesa y marroqu¨ª gracias al r¨¦gimen democr¨¢tico en Francia, mientras las condiciones que prevalecieron en Espa?a hasta finales de la d¨¦cada de los a?os setenta impidieron que hubiera algo semejante. Esta ausencia de di¨¢logo entre nuestros pueblos es, a mi parecer, una de las razones de todas las ambig¨¹edades que surgieron para con Marruecos despu¨¦s de la restauraci¨®n de la democracia en Espa?a.
O sea que cuando se planteaban controversias entre nosotros a partir de la segunda mitad de la d¨¦cada de los a?os cincuenta, s¨®lo ten¨ªamos en frente la prensa del r¨¦gimen, los pol¨ªticos de derecha y los generales del Ej¨¦rcito. La Iglesia ni hablar. Mientras que con la iglesia francesa ten¨ªamos el apoyo fraternal del arzobispo Lefevre, a quien Mohamed V otorg¨® la primera condecoraci¨®n ofrecida despu¨¦s de la independencia.
En 1975, cuando surge el problema del S¨¢hara, esta cuesti¨®n apenas sal¨ªa del embargo. Era prohibido evocar este tema hasta el 9 de septiembre de aquel a?o, cuando los medios de comunicaci¨®n comienzan a tratar este tema y el de Guinea Ecuatorial. Salvo los art¨ªculos de V. Tal¨®n en Pueblo y unas cuantas cr¨®nicas en Informaciones nadie sab¨ªa de qu¨¦ se trataba justamente.
A ra¨ªz del embargo impusto con relaci¨®n al tema del S¨¢hara, el asunto tuvo que ser tratado esencialmente con los pol¨ªticos del r¨¦gimen, los contactos con los partidos dem¨®cratas en el exilio eran espor¨¢dicos. Los pol¨ªticos de la clandestinidad eran inaccesibles y ellos ten¨ªan sus preocupaciones m¨¢s inmediatas. Y cuando se levanta el tel¨®n sobre la democracia en Espa?a todas las fuerzas pol¨ªticas de la izquierda asimilaban las medidas tomadas por el Gobierno de Arias Navarro a algo dudoso que s¨®lo inspiraba rechazo. La opini¨®n p¨²blica fue sometida a un bombardeo intenso de un discurso "patri¨®tico" que representaba la Marcha Verde como un episodio provocativo de la parte marroqu¨ª. Toda una literatura llena de confusi¨®n y no verdades, que recuerda la Batalla de Tetu¨¢n de un siglo antes, mucho ruido de tambor, con la ¨²nica voz disidente de Juan Goytisolo.
Mohamed Larbi Messari es periodista marroqu¨ª, actualmente ministro de Comunicaci¨®n.
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