Todav¨ªa no se han ido
Las democracias entran en crisis. Las dictaduras colapsan. Convendr¨ªa recordar, sin embargo, que ni Fujimori ni los militares han renunciado al poder. Al menos todav¨ªa. Lo que ha anunciado es que convocar¨¢ nuevas elecciones, en las que no participar¨ªa. Pudo haber prescindido simplemente de Montesinos, pero no quiso hacerlo. O no pudo. Si ¨¦ste es el caso, dado que todos los mandos del Ej¨¦rcito est¨¢n copados por asociados de Montesinos, ?dar¨¢n ¨¦stos un zarpazo? Es dif¨ªcil que Estados Unidos, que ha jugado un papel clave desde las fraudulentas elecciones, autorice ¨¦sto. La salida depende de la negociaci¨®n entre los dos actores principales de este drama: el Ej¨¦rcito y Washington.En 1990 Fujimori lleg¨® al poder sin partido ni programa. ?ste lo tom¨® de Washington, donde acababa de cuajar un nuevo consenso de pol¨ªticas econ¨®micas. Como partido, recurri¨® al Ej¨¦rcito. ?ste le daba fuerza pero no le serv¨ªa como correa de transmisi¨®n con la opini¨®n p¨²blica, as¨ª que coopt¨® la televisi¨®n.
Hasta 1992 goz¨® de benevolencia general. El pa¨ªs sal¨ªa de la hiperinflaci¨®n y pugnaba por terminar con Sendero Luminoso. Pero ese a?o disolvi¨® el Congreso, cambi¨® la Constituci¨®n, y el Parlamento se convirti¨® en una m¨¢quina de votos sumisos, con oposiciones decorativas.
?C¨®mo fue posible que un r¨¦gimen as¨ª se hiciera con el poder total? Hab¨ªa una crisis de representaci¨®n pol¨ªtica, con un sistema de partidos en escombros. Los poderes f¨¢cticos hab¨ªan sido pulverizados por la crisis y luego por la globalizaci¨®n. La gente de a pie ansiaba orden. Un "pueblo mareado", para usar una expresi¨®n de Hobbes, permiti¨® todo este proceso. El Ej¨¦rcito qued¨® en el lugar central de la pol¨ªtica, que es una de las pestes que dejan las guerras civiles, seg¨²n recuerda T¨¢cito.
Ya en las elecciones de 1995 se detect¨® un fraude importante, pero su opositor de entonces, Javier P¨¦rez de Cuellar, prefiri¨® pagar un costo personal y no hacer esa denuncia, para no perjudicar la imagen exterior de su pa¨ªs.
?C¨®mo ha funcionado realmente este r¨¦gimen? El Servicio de Inteligencia ha servido para controlar, m¨¢s que a los opositores civiles, a los mandos militares. El Poder Judicial (el 78% de los magistrados son provisionales, nombrados por una comisi¨®n del Ejecutivo), para amedrentar a los civiles. La televisi¨®n (los empresarios que redescubrieron su independencia perdieron el control accionarial por decisiones de ese Poder Judicial), para domesticar los segmentos mayoritarios de bajos ingresos. A esto ¨²ltimo ayuda que se repartan nueve millones diarios de raciones de alimentos, que alcanzan al 37% de la poblaci¨®n, financiadas con recursos de la cooperaci¨®n internacional y los organismos multilaterales. El Congreso legitima lo que los comandantes, y eventualmente Fujimori, deciden.
As¨ª, Per¨² simulaba tener el hardware de la democracia, pero no ten¨ªa su software. Como los aut¨®cratas de Asia, Fujimori hablaba de que la democracia "ten¨ªa que adaptarse a la realidad del pa¨ªs". Una versi¨®n andino-japonesa de lo que Zakaria llam¨® democracias iliberales.
El legado de Fujimori es ambiguo. El terrorismo ha desaparecido virtualmente. La inflaci¨®n es del 3%. Los banqueros de inversi¨®n gustan decir que los fundamentos econ¨®micos son correctos.
Lo que uno ve en las calles es otra cosa. Una agricultura que no se ha recuperado de la reforma agraria de 1969, una industria mayoritaria quebrada, y una pesquer¨ªa que debe 2.000 millones de d¨®lares y exporta anualmente 1.000. Pese a lo pagado al exterior estos 10 a?os, la deuda per c¨¢pita probablemente es m¨¢s alta que en 1990. Uno de cada dos peruanos sigue viviendo en la pobreza.
En todo caso, se ha abierto una transici¨®n, inesperada como todas las transiciones. Fujimori quiere presidirla. Otra opci¨®n es que renuncie y su vicepresidente asuma el poder. Una tercera es que se nombre un Gobierno de transici¨®n. Pero ello requiere que el Ej¨¦rcito lo acepte, y eso exige un relevo en su comando.
Per¨² ya pas¨® por algo as¨ª. En 1930 cay¨® Legu¨ªa, un r¨¦gimen que se le parece, por efectos de la crisis de 1929. Su ca¨ªda dio lugar, por 15 a?os, al primer enfrentamiento de masas organizadas entre un gran partido populista y un fascismo vern¨¢culo. Eran los tiempos de entreguerras.
Ahora vivimos en la era de Internet, donde todo se sabe, pero en el que no hay centro. Desintegr¨¢ndose la coalici¨®n fujimorista, una sociedad atomizada no ha producido todav¨ªa un nuevo centro. En ese vac¨ªo, se columpia Per¨².
Alfredo Barnechea es periodista y pol¨ªtico peruano.
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