Forma y sustancia
Los Catorce se han equivocado plenamente en su tratamiento del problema austriaco. Han actuado poniendo ¨¦nfasis de la forma antes que en la sustancia, cuando deb¨ªan haber hecho lo contrario. Las sanciones, m¨¢s simb¨®licas que otra cosa -pero los nacionalismos se nutren de s¨ªmbolos y luchas contra s¨ªmbolos- se tomaron por la v¨ªa de los Estados, sin una estrategia de salida, y haciendo caso omiso de las reglas y los usos comunitarios hacia un Estado miembro, en contra de lo que propon¨ªa la Comisi¨®n europea, m¨¢s respetuosa por naturaleza con los m¨¦todos comunitarios, pero estos d¨ªas falta de autoridad pol¨ªtica. Ante la presi¨®n de un calendario inmediato en el que hay un refer¨¦ndum en Dinamarca sobre el euro, exist¨ªa la amenaza de otro en Austria sobre las sanciones, y est¨¢n en curso unas negociaciones sobre la reforma institucional en la UE que requieren la unanimidad -es decir, el acuerdo de Austria- han tenido que recurrir a tres personas sensatas con experiencia (Ahtisaari, Frowein y Oreja), m¨¢s que sabios, para que elaboraran un informe exculpatorio no del FP? de Haider, sino del Gobierno de coalici¨®n en el que participa esta formaci¨®n ultraderechista que los mal llamados tres sabios califican como "partido populista de derechas con elementos radicales".Las sanciones han alimentado a Haider, aunque a¨²n m¨¢s al mu?idor del acuerdo de coalici¨®n, el primer ministro democristiano, Sch¨¹ssel. Pero sin duda alguna, han reforzado el sentimiento antieuropeo en una Austria de por s¨ª poco euroentusiasta que est¨¢ en la UE tan s¨®lo por inter¨¦s y no por convencimiento. Veremos en las importantes negociaciones de los pr¨®ximos meses en la UE qu¨¦ da de s¨ª esta Austria crispada con sus socios y vecinos, y con un Haider que cruza insultos con Chirac y Schr?der. Como ya lo se?alamos en su d¨ªa, ¨¦sta no es la Europa pol¨ªtica que algunos creen ver nacer, sino la Europa de unos pol¨ªticos que han dado la sensaci¨®n de actuar antes de pensar, y de moverse antes por consideraciones de pol¨ªtica interna que por otras razones. El resultado no ha sido gratuito. La UE ha perdido un poco m¨¢s de credibilidad, cualidad de la que no rebosa.
Haider se hab¨ªa retirado t¨¢cticamente a su refugio de Carintia. Ahora, como J¨²piter, ha resurgido, reforzado, para lanzar sus truenos. Ahora plantea nada menos que crear un amplio movimiento europeo de afines. Ser¨ªa un triste resultado. Mientras, el levantamiento de las sanciones ha ido acompa?ado de una decisi¨®n por los Catorce de vigilancia del partido de Haider y su influencia en el Gobierno, y de un debate sobre la institucionalizaci¨®n de este tipo de vigilancia. Se deb¨ªa haber empezado por la vigilancia, pero no a trav¨¦s de los Gobiernos, sino de los partidos o del propio Parlamento Europeo y los tribunales si les dan los instrumentos jur¨ªdicos suficientes. Eso hubiera estado m¨¢s acorde con la situaci¨®n. Y m¨¢s que oficializar mecanismos de vigilancia o de "alerta temprana" , que pueden generar una Europa de la desconfianza, habr¨ªa que facilitar la posibilidad de suspender o incluso expulsar de la UE, o de algunos de sus ¨®rganos, a los que caigan en estas aberraciones, que tender¨¢n a ser m¨¢s y no menos.
La lucha contra estos movimientos pasa por reforzar los mecanismos de defensa frente al racismo y la xenofobia. Pero tambi¨¦n por encauzar de una manera sensata y tolerante lo que va a ser una creciente inmigraci¨®n en Europa, y un debate por venir sobre una mayor integraci¨®n europea, al menos para los que lo quieran. Es decir, actuar en sentido contrario al que proclama el arzobispo de Bolonia, Giacomo Biffi, al reclamar que los inmigrantes sean s¨®lo cat¨®licos. Parar a los demagogos exige m¨¢s sustancia que forma; exige afrontar los problemas sobre los que se nutren. Y eso vale tambi¨¦n para Espa?a, cuyo mayor problema es hoy por hoy el del terrorismo de ETA; pero ma?ana ser¨¢ el de la integraci¨®n de una importante inmigraci¨®n y la educaci¨®n de todos a la nueva situaci¨®n. Si no sabemos hacerlo, nos crecer¨¢n los Haider, y no precisamente como enanos.
aortega@elpais.es
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