El pr¨ªncipe de Marruecos
En una de las escenas m¨¢s percutientes de El mercader de Venecia aparece, y enseguida rompe a hablar, "un moro atezado vestido de blanco, con tres o cuatro secuaces de la misma guisa", seg¨²n reza la acotaci¨®n. Es el Pr¨ªncipe de Marruecos, uno de los muchos nobles aspirantes a la mano de la hermosa y rica hu¨¦rfana Porcia, que a esas alturas de la obra (el comienzo del acto segundo) a¨²n no se ha encontrado con el problema jud¨ªo. El pr¨ªncipe se revela en sus palabras de cortejo altivo y melanc¨®lico a la vez, como tantos poderosos taciturnos del gran censo humano de Shakespeare. "No mostr¨¦is menosprecio por mi color, / sombreada divisa de un bru?ido sol / pr¨®ximo al cual habito y he crecido", son sus versos de presentaci¨®n ante la bella, en los que late el presentimiento del fracaso que, seis escenas despu¨¦s, sufre intentando adivinar en qu¨¦ cofre est¨¢ la clave del matrimonio con Porcia.Mohamed VI, hasta hace un a?o vistoso pr¨ªncipe heredero de Marruecos, no viene estos d¨ªas a Espa?a de implorante, ni tampoco como uno de los augustos perdedores de Shakespeare. En los pocos meses que lleva en el trono, el rey ha tomado medidas pol¨ªticas de apertura y reparaci¨®n de males heredados, que la mayor¨ªa de sus ciudadanos ve con esperanza, aunque a algunos les parezcan insuficientes o lentas. Pero tambi¨¦n destaca, porque parece el gesto resultante de unos principios, su estilo personal desenfadado. Mohamed VI prefiere pasar m¨¢s tiempo en la residencia real de Agadir (una ciudad nueva y neutra, tras el terremoto de 1960) que en los palacios de Marraquech o Rabat donde Hassan II establec¨ªa su alquitarada corte. Hace diez d¨ªas me cruc¨¦ con el nuevo rey al salir de un mercado: ¨¦l al volante de su coche, y sin secuaces visibles. Al d¨ªa siguiente pas¨® entre los ba?istas de la playa de Taghazout, pocos kil¨®metros al norte de Agadir, llevando deportivamente una moto de agua. A mis amigos j¨®venes les agrada saber que, cuando estuvo hace unos meses en Par¨ªs, su rey no s¨®lo visit¨® el El¨ªseo, sino las discotecas m¨¢s movidas del Marais.
En la visita oficial se hablar¨¢ duramente de la pesca y de las pateras. Como ustedes bien saben, no hay reuniones m¨¢s acaloradas que las de las comunidades de vecinos. Al monarca se le tratar¨¢ de escamotear el fantasma del S¨¢hara, que sigue dolorosamente insepulto, y ¨¦l a cambio omitir¨¢ decir que Ceuta y Melilla son dos ciudades coloniales. La prensa y los ciudadanos marroqu¨ªes seguir¨¢n el viaje real con la mezclada pasi¨®n que todas las cosas de Espa?a despiertan en el pa¨ªs magreb¨ª, y a la que se refer¨ªa muy oportunamente Gema Mart¨ªn Mu?oz en su art¨ªculo Marruecos y Espa?a, aparecido en este peri¨®dico el pasado s¨¢bado; en Marruecos existe, en efecto, un recelo espa?ol, que a m¨ª no me hace dif¨ªcil la vida cuando estoy all¨ª pero lo noto. Est¨¢ justificado.
Estaba justificada la amargura de la periodista de un diario de Casablanca al contar a sus lectores la poca relevancia que en nuestro pa¨ªs se le hab¨ªa dado a una de las poqu¨ªsimas manifestaciones art¨ªsticas de acercamiento y conocimiento entre los dos pa¨ªses, Las barcas de la vida, que en su fase marroqu¨ª, desarrollada en el puerto norte?o de M'diq, fue un ¨¦xito, mientras que en M¨¢laga las autoridades andaluzas la oscurecieron con su desinter¨¦s. As¨ª como no tiene justificaci¨®n que la imagen predominante en Espa?a de la poblaci¨®n vecina sea la del desdichado y analfabeto inmigrante ilegal. Aunque los arabistas espa?oles son relevantes,me parece que su influjo no sale de los campos acad¨¦micos. De vez en cuando, s¨ª, aparece una novela egipcia o tunecina, y Ediciones Libertarias tiene su interesante colecci¨®n Orientalismo, pero me muero de envidia viendo que en Londres, una ciudad m¨¢s remota de Arabia que cualquiera de las nuestras, se publican cuatro peri¨®dicos en ¨¢rabe, hay dos importantes editoriales, Quartet y Saqi Press, con propietarios ¨¢rabes, y la estupenda revista literaria Banipal da a conocer asiduamente poetas y novelistas del Cercano Oriente en traducci¨®n. ?No necesitar¨ªamos aqu¨ª, y ahora, una nueva y ecum¨¦nica Escuela de Traductores de Toledo?
De momento creo que somos como la Porcia de El mercader de Venecia, que recibe muy educada al pretendiente marroqu¨ª pero le ve marchar, derrotado, con alivio. Ocho a?os despu¨¦s de haber traducido esta maravillosa obra de Shakespeare a¨²n no s¨¦ si la frase final de Porcia tras la salida del pr¨ªncipe, "Que me elijan as¨ª todos los de su tez", es racista,sexista o s¨®lo paternalista.
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