Por qu¨¦ tapar¨¦ la E de mi matr¨ªcula VICEN? VILLATORO
Si en un futuro cercano consigno cambiarme el coche y me toca ya una de las nuevas matr¨ªculas presididas por la E de Espa?a y unos cuantos n¨²meros y letras sin significado, mi intenci¨®n es tapar la E. Tranquilamente, respetuosamente, como una forma personal de objeci¨®n de conciencia por lo que me parece un tr¨¢gala innecesario y desconsiderado. Este art¨ªculo no es un acto de proselitismo: naturalmente, que cada uno haga lo que le d¨¦ la gana. Es simplemente una explicaci¨®n.La decisi¨®n de tachar la E de Espa?a tiene que ver con la incomodidad personal ante la pregunta t¨ªpica de "?Es usted espa?ol?" y las ganas de responder sinceramente, sin mentir a nadie. Seg¨²n qu¨¦ signifique la pregunta, seg¨²n el contexto en la que se me haga, deber¨¦ responder con un s¨ª o con un no, para evitar el enga?o. Si lo que se me pregunta es si soy ciudadano de Espa?a, si tengo el pasaporte espa?ol, si pago mis impuestos a Espa?a, deber¨¦ responder honestamente que s¨ª. Si ser espa?ol es eso, soy espa?ol, objetivamente, indiscutiblemente, sea cual sea mi posici¨®n ideol¨®gica o mi voluntad pol¨ªtica. Pero ser espa?ol significa tambi¨¦n una adscripci¨®n sentimental, sentirse parte de una entidad nacional no administrativa, que no se refleja en los papeles, que tiene que ver con la subjetividad y la voluntad, con el plebiscito cotidiano que es la naci¨®n. Si la pregunta se refiere a esta identificaci¨®n personal, ¨ªntima, si me est¨¢n preguntando si me siento espa?ol, mi respuesta sincera ser¨¢ que no. Y tengo todo el derecho del mundo a responder as¨ª, tanto como tiene cualquier otro a responder exactamente al rev¨¦s.
La nacionalidad tiene, como m¨ªnimo, estas dos lecturas. Es por un lado una ciudadan¨ªa perfectamente establecida, objetiva, que se puede transformar por procesos pol¨ªticos, pero que en cada momento est¨¢ clara. Pero es tambi¨¦n una adscripci¨®n personal, un sentirse parte, donde participan las convicciones y los sentimientos -no s¨®lo los sentimientos- y que pertenece a la decisi¨®n individual, que no se puede imponer. Yo creo que las dos cosas no deben mezclarse. Con mayor o menor entusiasmo, yo pago mis impuestos al Estado -espa?ol-, intento no saltarme los sem¨¢foros en rojo, cumplo mis obligaciones de ciudadano y no rompo mis papeles aunque me gustar¨ªa que fuesen distintos. Pero al mismo tiempo, me emociono poco y al rev¨¦s ante los s¨ªmbolos de la espa?olidad, me alegro cuando Ra¨²l falla un penalti en el ¨²ltimo minuto y aplaudir¨ªa m¨¢s a las selecciones de Nigeria y Andorra que a la espa?ola en la ceremonia inaugural de los Juegos Ol¨ªmpicos, aunque mi ilusi¨®n secreta ser¨ªa que no existieran las selecciones nacionales en general. ?Raro? Tal vez no tan raro como parece, pero en cualquier caso leg¨ªtimo. Y, evidentemente, no creo que se pueda aceptar ning¨²n otro criterio ni sistema que la libre voluntad de los ciudadanos para cambiar las adscripciones administrativas. Las otras s¨®lo pueden y deben ser libres.
La pregunta ser¨ªa, entonces, por qu¨¦ tachar la E de Espa?a de mi matr¨ªcula. ?No tengo un pasaporte espa?ol? ?No es un coche administrativamente espa?ol? Pues porque tengo la sensaci¨®n de que la obligaci¨®n de la E no nace de la necesidad administrativa, sino de las ganas de imponer una adscripci¨®n sentimental. Tengo la sensaci¨®n de que cuando el Gobierno popular de mayor¨ªa absoluta nos obliga a llevar en el coche una E de Espa?a que hasta ahora era el s¨ªmbolo de una voluntad individual, de la adscripci¨®n que cada conductor quer¨ªa hacer libremente, no est¨¢ pensando en un tr¨¢mite administrativo sin contenido simb¨®lico, sino en un acto simb¨®lico sin contenido administrativo; est¨¢ m¨¢s cerca de pedirnos que vibremos con los goles de Ra¨²l vestido de rojo que de que paguemos puntualmente nuestros impuestos. Es decir, est¨¢ haciendo un acto de nacionalizaci¨®n sentimental m¨¢s que un acto de ciudadanismo, si se puede inventar la palabra.
No es cierto, parece, que Europa obligue a colocar la inicial de cada Estado en las matr¨ªculas. Hasta ahora, hemos vivido a?os y a?os con unas matr¨ªculas en las que no sal¨ªa la E por ning¨²n lado y no creo que esto haya contribuido en absoluto al caos circulatorio de nuestras ciudades. El Gobierno no ha querido ni tan s¨®lo aceptar que al lado de la E figurasen s¨ªmbolos provinciales o digamos auton¨®micos. Personalmente, esto tampoco me hubiera satisfecho en absoluto, pero el hecho de negarlo pone en evidencia el criterio simb¨®lico y sentimental, no administrativo, de la decisi¨®n. La suma de todo ello me hace sentir la imposici¨®n de la E como una intromisi¨®n en un ¨¢mbito de decisi¨®n y de adscripci¨®n que es personal e intransferible, que no es del Estado, sino del individuo. M¨ªo.
No creo que sea un capricho personal. El Gobierno sabe que somos unos cuantos los incomodados por una medida que no hac¨ªa ninguna falta, que es absolutamente gratuita e innecesaria, que s¨®lo se entiende como un tr¨¢gala en medio de un esfuerzo m¨¢s general de renacionalizaci¨®n sentimental de las Espa?as que tiene muchas m¨¢s expresiones, desde la itinerancia de los desfiles militares o de los partidos de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol hasta el lenguaje de los telediarios. Si fuese algo imprescindible, necesario, ¨²til o pr¨¢ctico, la incomodidad de todos estos potenciales objetores de conciencia podr¨ªa quedar de lado. Pero siendo algo que no tiene ninguna utilidad, sin lo que hemos vivido durante mucho tiempo sin que nadie lo echase en falta, s¨®lo parece pensado precisamente para provocar esta incomodidad. Personalmente, cuando tenga ocasi¨®n, tapar¨¦ la E. Ser¨¢ una forma individual, pac¨ªfica, tranquila, banal, nimia, de objeci¨®n de conciencia. No a la E, a la invasi¨®n de mi derecho a sentirme lo que quiera y lo que crea. Una defensa de lo que la nacionalidad tiene de voluntario. Mi voto en el plebiscito cotidiano.
Vicen? Villatoro es periodista, escritor y diputado por CiU.
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