Matrimonio
La reciente noticia sobre el reconocimiento en Holanda del derecho a contraer matrimonio personas del mismo sexo y el anuncio de las proposiciones de ley para la regulaci¨®n de la materia por parte de diferentes partidos en Espa?a me trae a la memoria unos hechos que quiz¨¢s valga la pena recordar porque, ya alejado de los menesteres jur¨ªdicos, siento algo de nostalgia de aquellos tiempos en que quiz¨¢s por el h¨¢bito que cre¨® en el grupo de trabajo que formaba con los profesores Aguil¨® y Mart¨ªnez Sospedra, inmerso en la confecci¨®n de enmiendas a la Constituci¨®n para quien las quisiese defender y de modelos completos de Estatuto de Autonom¨ªa fruto de exprimir hasta el l¨ªmite las ambig¨¹edades constitucionales, manten¨ªamos viva la pasi¨®n por ser autores de novedades jur¨ªdico-institucionales de verdad progresistas.As¨ª, durante el curso 1985-86 mis alumnos de Libertades P¨²blicas realizaron un extens¨ªsimo trabajo colectivo bajo el t¨ªtulo de El derecho a contraer matrimonio o negocio jur¨ªdico equivalente que sirvi¨® como material para presentar una ponencia en el marco de la reuni¨®n de ense?antes de Derechos Humanos en las Universidades que tuvo lugar paralelamente al curso sobre Derechos Humanos que se desarrollaba en el Instituto Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo en el verano del 86. La fr¨ªa acogida de la mayor parte de los participantes europeos contrast¨® vivamente con el rechazo frontal de un grupo de profesores de pa¨ªses africanos y, especialmente, de algunos profesores de Universidades del Magreb, que acusaron al ponente de provocador y degenerado, para acabar retir¨¢ndole el saludo, algunos, mientras otros pontificaban sobre la decadencia de Europa y la necesidad de repoblaci¨®n africana a la vista de las inquietudes que parec¨ªan motivar el debate que se propuso.
Han pasado casi tres lustros y nadie podr¨ªa asegurar que aquel debate estuviese de sobra, ni que fuese un divertimento de profesores m¨¢s o menos fr¨ªvolos. Cuando Europa asume ya sin ambages que los derechos que generan las uniones de hecho no pueden ser objeto de discriminaciones arbitrarias, cuando con mayor o menor fundamento se pide que la ley ampare a la realidad como profilaxis que elimine las taras culturales que han rodeado a la percepci¨®n de la homosexualidad o el lesbianismo, aquel ejercicio de mis alumnos del curso 85/86 (que ahora deben ser ya brillantes abogados, responsables jueces, eficientes t¨¦cnicos jur¨ªdicos en las Administraciones, pr¨®speros hombres y mujeres de negocios y, espero, fieles adictos de la m¨¢xima que les transmit¨ª de mis mejores maestros ("la mayor libertad, para el mayor n¨²mero de personas, en la mayor parte de lugares y para siempre"), cobra sentido y delata que no es bueno que los juristas vayan poniendo parches cuando ya no puede resistirse m¨¢s; que lo propio es que los juristas se adelanten a la pura necesidad y luchen por dise?ar sistemas din¨¢micos que no obliguen a grandes cambios cuando estos resultan ser consecuencia de la vigencia de los principios de igualdad y libertad. Hoy, tantos a?os despu¨¦s, quiero agradecerles a aquellos alumnos su entusiasmo, porque contribuyeron con su recopilaci¨®n de datos, an¨¢lisis de las consecuencias civiles, fiscales, etc, de la instituci¨®n matrimonial y su aplicaci¨®n a las parejas -entonces de hecho pero no reconocidas por la ley-, formadas por personas del mismo sexo a que en la actualidad el Parlamento est¨¦ en puertas de convertir en legal lo que la sociedad acepta como normal.
Vicent.Franch@uv.es
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