El recuento
La obligaci¨®n moral de comentar la realidad despu¨¦s de un nuevo atentado de ETA ha llevado a entrever "saltos cualitativos" en funci¨®n de la personalidad de los m¨¢s recientes agredidos. Tambi¨¦n despu¨¦s del atentado a Jos¨¦ Ram¨®n Rekalde se ha o¨ªdo el inevitable soniquete. ?Cu¨¢l ser¨ªa, en este caso, el presunto salto? Las categor¨ªas de militante socialista, intelectual o profesor universitario ya hab¨ªan sido probadas por el terrorismo. No hab¨ªa, por tanto, ninguna novedad.El que escribe piensa que ETA ya ha realizado todos los saltos cualitativos imaginables. Incluso el mundo nacionalista democr¨¢tico, al que tantas veces se le acusa de "inmunidad" ante las acciones mafiosas, se ha visto tocado por la banda. Lo ha estado recientemente, en empresarios como Korta o militantes de EA, pero lo estuvo tambi¨¦n antes de la tregua, y de forma sobrada. No creo que haya sido inocente la amnesia de muchos medios de comunicaci¨®n cuando obvian, alegremente, que la quema de coches, las amenazas, las pintadas o los regalos explosivos en los portales de casa eran pr¨¢ctica corriente entre los radicales frente a los nacionalistas antes de que ¨¦stos entraran por el ojo de aguja de Lizarra.
Desde luego, los saltos cualitativos ya no son posibles. Pero deber¨ªamos recordar que, en su momento, s¨ª se dieron. Se ha producido a estos efectos una l¨®gica brechtiana que implicaba la inevitable extensi¨®n de la amenaza en c¨ªrculos conc¨¦ntricos cada vez m¨¢s amplios e indiscriminados.
ETA asesin¨® hace ya d¨¦cadas en Gipuzkoa a un comisario de especial mala fama en el territorio. Quiz¨¢s muchos saludaron el evento e incluso lo decoraron con el calificativo de "ejecuci¨®n". Durante la transici¨®n, asesinar polic¨ªas, militares o guardias civiles entr¨® dentro de la misma l¨®gica. A¨²n se pensaba que el objetivo de la banda era un sector restringido del cuerpo social. Se pasaba de puntillas ante nuevas extensiones del fen¨®meno: los empresarios, los pol¨ªticos de UCD... Bueno, a¨²n la gente pretend¨ªa (pretend¨ªamos) explicar algunas cosas. Era gente concreta. Era gente determinada. Cuando el c¨ªrculo sigui¨® ensanch¨¢ndose surgieron l¨²gubres excusas, como aquel est¨²pido "algo habr¨¢ hecho". Pero hoy los l¨ªmites ya no tienen ning¨²n sentido. ?Qu¨¦ sentido podr¨ªan tener? Suponemos que siguen siendo un objetivo polic¨ªas y militares. La Ertzaintza, por definici¨®n, se incluye dentro de este sector. El empresariado est¨¢ tambi¨¦n en el punto de mira, y no s¨®lo a efectos impositivos, como demostr¨® el asesinato de Jos¨¦ Mar¨ªa Korta. Ning¨²n periodista, ning¨²n profesor que pesta?ee en contra de ETA se halla tampoco al margen del asunto. Ser cargo p¨²blico o interno de partidos no nacionalistas acarrea la misma consecuencia. Los cargos nacionalistas, en este momento concreto, lo tienen un poquito m¨¢s f¨¢cil: con suerte s¨®lo les pueden insultar en la calle o quemar el coche nuevo. Cualquiera que asome la cabeza en este pa¨ªs est¨¢ en el punto de mira. O a¨²n sin asomarla: habr¨ªa que aludir a las c¨¦lebres equivocaciones de los terroristas, cuando yerran en la identificaci¨®n de la persona y matan a un estanquero o un electricista "por error". Las quemas de entidades bancarias o concesionarios de coches da?an los bienes de empresas pero tambi¨¦n los de los vecinos de todo un inmueble. Las bombas, por ¨²ltimo, han provocado la muerte de bastantes peatones. ETA se creer¨¢ en una guerra formal, pero a¨²n en esa l¨®gica las "v¨ªctimas civiles" del conflicto caen sobre sus espaldas.
?Queda alg¨²n c¨ªrculo por cubrir? Ser¨ªa pedir a la sociolog¨ªa encaje de bolillos. Tendr¨ªamos que reflexionar c¨®mo se ha llegado a esta situaci¨®n y ante todo recordarnos que, aqu¨ª y ahora, la mera existencia de cada uno de nosotros impone un dilema moral. Quiz¨¢s nuestra autoestima, en un futuro no muy lejano, dependa de la capacidad de responder con coraje a esta situaci¨®n
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