Dura y compleja pel¨ªcula sobre el genocidio en la guerra yugoslava
Una intensa pesadilla sueca sobre el terrorismo completa la jornada
Las flores de Harrison, dirigida por el franc¨¦s Elie Chouraqui, reconstruye sin escatimar fiereza en sus im¨¢genes, a veces muy duras y siempre primorosamente elaboradas, algunos aterradores episodios genocidas ocurridos en 1991 en el frente croata de la guerra civil de Yugoslavia. La desbordada y brillante tensi¨®n emocional de esta pel¨ªcula tuvo una austera r¨¦plica en el filme sueco Depu¨¦s de la tormenta, dirigido por el iran¨ª Reza Parsa.
Pel¨ªcula de g¨¦nero
Reza Parsa naci¨® hace 32 a?os en Teher¨¢n y se instal¨® en Suecia cuando era un muchacho adolescente. Tanto los rasgos derivados de su cultura de origen como los adquiridos en sus a?os de formaci¨®n sueca se perciben en Despu¨¦s de la tormenta, que es un arriesgado, extra?o y vigoroso relato de un doble crimen, en el que la austeridad de las severas im¨¢genes, aumentada por la sensaci¨®n de fragilidad que suele acompa?ar, y ¨¦ste es el caso, a las pel¨ªculas primerizas, dan lugar a un clima dram¨¢tico denso, casi espeso, no f¨¢cil de respirar, atormentado y desazonador, con evidente arraigo en el pesimismo n¨®rdico, e incluso en lo que ¨¦ste tiene de t¨®pico.Promete prologaciones inquietantes esta primera, y hacia el final algo balbuciente, exploraci¨®n del novato Reza Parsa dentro de lo que tiene toda la pinta de ser un n¨²cleo de obsesiones ¨ªntimas e intimistas, que le estallan entre los ojos y las sienes, pero que no se le van de las manos, sino que se las arregla para depositar con una intensa sensaci¨®n de dominio y de sinceridad en una pantalla algo plana y fr¨ªa, pero viva. En ella se entrecruzan los tormentosos, a veces torcidos y retorcidos, destinos de una docena larga de personajes amargos y esculpidos con dureza, casi a martillazos, que a veces resultan esquem¨¢ticos, pero que siempre nos sorprenden con resoluciones inesperadas y a veces explosivas en sus comportamientos.
El infierno del terrorismo arde bajo las g¨¦lidas im¨¢genes de Antes de las tormenta, pero esta vez el terrorismo es convertido en una met¨¢fora que propone de forma refleja una representaci¨®n de la quiebra del mundo contempor¨¢neo. Con anterioridad ese mismo infierno abri¨® de par en par sus puertas en Las flores de Harrison, brillante pel¨ªcula francesa ambientada en Estados Unidos y en la Yugoslavia de 1991, durante una devastadora batalla de exterminio en un sanguinario enclave del frente de Croacia.
Dirige y produce Las flores de Harrison un hombre curtido en casi todos los oficios del cine, el franc¨¦s Elie Chouraqui, que no ha escondido (como hace con astucia y talento el joven mitad iran¨ª y mitad sueco Reza Parsa) la mordedura del terror detr¨¢s de una sombra o de una met¨¢fora sumergida dentro de los silencios de la vida cotidiana en un pa¨ªs occidental, sino que lo ha abordado en su propio terreno, en el estruendo de la guerra abierta y desatada, llevada a sus l¨ªmites dram¨¢ticos extremos y representada con toda la vigorosa espectacularidad que proporcionan a los cineastas (siempre que cuenten con grandes medios de producci¨®n) las viejas y refinadas tradiciones del relato b¨¦lico ortodoxo, del g¨¦nero en cuanto tal.Se expon¨ªa as¨ª Chouraqui a dejar ganar la partida, en un campo de batalla tan delicado como es ¨¦ste, al convencionalismo, a la resultoner¨ªa y a la llamada a la gran audiencia con ganchos de comercialismo barato. Estar¨ªa en su derecho si hubiese entrado al trapo de esta turbia trampa, pero de haberlo hecho habr¨ªa perdido toda legitimidad moral para estar aqu¨ª, compitiendo en un festival de arte cinematogr¨¢fico, donde lo que cuenta es el debate de las formas y no el de las taquillas. Pero Las flores de Harrison sortea ese peligro y no deja ganar la partida al cine formulario y predigerido, sino que sostiene frontalmente un relato que no elude nunca la complejidad, que derrocha siempre coraje moral y que propone un relato b¨¦lico pero radicalmente antibelicista, vibrante pero reflexivo, lleno de aventura y trepidaci¨®n argumental, pero tambien de ideas. Y que no enga?a, pues el soporte argumental en cuyo desarrollo nos hundimos en las tripas del infierno genocida es una hermosa historia de amor, un poema de amor loco de la mejor estirpe.
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