El coche
El d¨ªa sin coche pas¨® sin pena ni gloria, sin que apenas lo not¨¢ramos. Como un d¨ªa no es nada para acabar con la contaminaci¨®n, los atascos, el ruido y la costumbre, como no tenemos ganas ni tiempo de preocuparnos por eso ni queremos llegar tarde a todos lados, pues casi todo el mundo se lo salta y en paz; aqu¨ª no ha pasado nada. Ni siquiera sirve como prueba.Son tantos los motivos para coger el coche como los placeres que proporciona, tan c¨®modo como espera en la puerta de casa, con su radio, su aire acondicionado y uno solo dentro, sin acompa?ante, con todo el fr¨ªo o el calor que se quiera, sin tener que hablar pero pudiendo desfogar la adrenalina en cualquier momento contra cualquier conductor que no nos oye con la ventanilla cerrada, y ese placer que da sentir la habilidad que se ha adquirido para usar los dos pies y las dos manos al mismo tiempo, zigzagueando alguna vez para adelantar a dos competidores mientras se siente la velocidad de un aceler¨®n de dos segundos, demostrando la pericia y el valor como quien no quiere la cosa, con una casi sonrisa de puro natural, o sin expresi¨®n en la mirada distra¨ªda; con ese gozo reposado cuando se va a alg¨²n lugar que tiene un espl¨¦ndido aparcamiento. Todo eso a la ida, que es cuando se va despierto y rozagante. A la vuelta es otro nuestro estado de ¨¢nimo y otros son los disfrutes de subirse en el coche: el primero al sentar el cansancio, despu¨¦s, quiz¨¢, el suspiro al bajarse de los tacones, y por ¨²ltimo el pensar que te llevas r¨¢pido camino de la dulce cama.
No s¨¦ c¨®mo se podr¨ªa luchar contra tantas motivaciones si la verdad es que la contaminaci¨®n nos importa lo suficientemente poco como para olvidarla cada vez que nos conviene. Quiz¨¢ con una propaganda que nos repitiera incansablemente los perjuicios del coche para los monumentos de la ciudad y para los usuarios, que no todo es placer y tambi¨¦n los tiene, como, por ejemplo, que engorda porque no se anda. Es posible que as¨ª se pudiera conseguir cambiar la costumbre con el tiempo, pero, a corto plazo y aunque nos resulte molesto e inc¨®modo, la ¨²nica soluci¨®n que me parece posible es impedir de alguna forma la circulaci¨®n por el centro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.