Una cuesti¨®n de familia

Sin florituras gratuitas

Esta Infinitud de formas es evidentemente una cuesti¨®n de familia. Familia de artistas, en la que sus tres miembros se reparten los papeles: Ricardo la guitarra, Pepa el baile y Pedro Ricardo el piano. Adem¨¢s, todos los aspectos de la producci¨®n y la direcci¨®n.Ricardo y Pepa, pareja en la vida y en el arte, son viejos conocidos nuestros. ?l como guitarrista no muy conservador, abierto siempre a explorar nuevas corrientes de m¨²sica que incorporar al flamenco. En el concierto de anteanoche en el Central, donde, de alguna manera, dirigi¨® todo el tinglado esc¨¦nico, sus toques se atuvieron a la ortodoxia sin ning¨²n atisbo innovador. ?l, personalmente, pareci¨® no hallarse en su mejor forma, pero con frecuencia nos hizo recordar la brillantez que en otros tiempos era frecuente en su guitarra.

Seguimos con la ortodoxia. De Pepa Montes qu¨¦ vamos a decir. S¨®lo aparecer en escena, sentada en una silla y en actitud desbordante de flamencura, es ya un espect¨¢culo que se aplaude. Luego levanta los brazos, se pone en pie y comienza un lento desarrollo del baile que hoy apenas puede verse ya. Un baile recogido, ensimismado, que transmite emoci¨®n y tiene se?or¨ªo. Siguiriyas, la ca?a, alegr¨ªas, tangos. Cuatro piezas maestras en el cuerpo de Pepa Montes.

Y Pedro Ricardo, el ni?o. Que ya es un hombre, por supuesto, y cuyo piano tuvo tambi¨¦n una notable presencia en el concierto. Un piano muy pegado a los sonidos flamencos, que no se pierde en florituras gratuitas. A veces tan ¨ªntimamente entra?ado con lo jondo, que su piano parece ejercer simplemente una labor de sustituci¨®n de la guitarra e incluso de la voz. Ocurri¨® en las malague?as, del Mellizo y de la Trini.