Jones hace del 200 un tr¨¢mite
La estadounidense gana con tanta autoridad que elimina la emoci¨®n de las carreras

El segundo trabajo de Marion Jones tambi¨¦n fue sencillo. Gan¨® los 200 metros con un margen apenas entendible en estos tiempos. Super¨® a Pauline Davis por cuatro d¨¦cimas, una eternidad en las distancias cortas. Davis, una de las magn¨ªficas velocistas de las Islas Bahamas, celebr¨® su segundo puesto como si de una victoria se tratara. Y ten¨ªa raz¨®n. Jones habita en otro planeta. Su autoridad resulta excesiva, hasta el punto de eliminar la emoci¨®n en sus carreras.La estadounidense se har¨¢ humana en longitud, donde sus carencias superan a sus cualidades. En las carreras no encuentra rivales capaces de amenazarla. Esto supone un problema para Jones, que est¨¢ muy lejos de sus l¨ªmites. Su registro merece cr¨¦dito si se compara con el discreto panorama que se observa en las pruebas explosivas. Pero en comparaci¨®n con el pasado, la atleta no ha marcado ninguna diferencia. Bajar de 22 segundos no resultaba tan complicado hasta hace poco. En algunas finales anteriores, dos y tres atletas atravesaban esa frontera. Como corren malos tiempos, las marcas de Jones parecen gal¨¢cticas. Si el paisaje no se modifica, y por ahora no hay s¨ªntomas de que vaya a ocurrir, la estadounidense puede adocenarse en su solitario reino.
La percepci¨®n del p¨²blico fue diferente a la de Jones. La gente se tom¨® la carrera como un tr¨¢mite, un pasatiempo a la espera de las emociones fuertes. Desde ahora, Marion Jones ser¨¢ vulnerable en los tres desaf¨ªos que le restan: longitud, 4x100 y 4x400 metros. Se le ha ocurrido buscar cinco medallas de oro en un momento de grave crisis entre las velocistas norteamericanas, que s¨®lo tuvieron la representaci¨®n de Jones en los 100 metros, lo mismo que en los 200. Es la peor noticia posible para afrontar con alguna garant¨ªa los relevos.
Si los espectadores apenas dieron importancia al triunfo de Jones, ella declar¨® que hab¨ªa pasado momentos de gran nerviosismo antes de la carrera. "Los Juegos Ol¨ªmpicos superan todo lo que me hab¨ªa imaginado desde ni?a", declar¨®. A los ojos del p¨²blico no hubo carrera. La presencia de Cathy Freeman fue testimonial. No estaba en condiciones de arrebatar el protagonismo a la norteamericana, que sali¨® de la curva con un par de metros de ventaja y luego increment¨® la diferencia. Lo hizo sin exigirse demasiado, con una relajaci¨®n absoluta. La ausencia de Inger Miller aument¨® la desigualdad. En la forma que demostr¨® el pasado a?o en Sevilla, Miller hubiera puesto en graves aprietos a Jones. Pero las carreras se celebran aqu¨ª y ahora. En Sydney se ha visto una atleta que tiene derecho a ganarse un puesto en la historia. Y tambi¨¦n se ha visto que las pruebas de velocidad viven una ¨¦poca lamentable, con marcas que remiten a los a?os setenta.
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