La grandeza de la soledad
A medida que compruebo que mi vida depende cada d¨ªa mas de los otros, sean los desconocidos miembros del Banco Central Europeo o el fontanero, crece una cierta misantrop¨ªa en mi interior que me incita a admirar aquellos trabajos cuyos resultados son frutos estrictamente individuales. Mi fe en el corredor de los 100 metros es infinitamente superior a la que pueda sentir por el afamado presidente ejecutivo de una inmensa compa?¨ªa, llena de asesores, t¨¦cnicos, consejeros y correveidiles. La autenticidad de la val¨ªa del saltador de p¨¦rtiga me parece mucho m¨¢s f¨¢cil de comprobar que la habilidad de un ministro, a quien presumo rodeado de edecanes, funcionarios, expertos y auxiliares de toda laya. Ese tipo que se dispone a lanzar la pesa lo m¨¢s lejos posible, aunque haya tenido a su disposici¨®n entrenadores, dietetistas e incluso esos m¨¦dicos que con los f¨¢rmacos lo pueden poner a pie de la descalificaci¨®n, esta solo y lo que haga, bien o mal, plausible o rechazable, ser¨¢ de su estricta responsabilidad.En una sociedad donde nadie se siente responsable de los desastres que ocasiona, porque siempre hay factores e interacciones exculpatorias, el trabajo solitario adquiere una noble grandeza, una referencia necesaria. La se?orita que falla en el salto de longitud no puede aducir que sus padres se divorciaron, que el capitalismo le oprime o que est¨¢ triste por el empobrecimiento de la biodiversidad. Un atleta es un ciudadano que se presenta ligero de equipaje y que no tiene preparado un rosario de excusas si no sale bien su ejercicio. Me parece tan admirable como raro, e incluso sintiendo por el ejercicio f¨ªsico un entusiasmo sencillo de medir, creo que los Juegos resultan positivamente pedag¨®gicos.
La asunci¨®n de la responsabilidad individual es una tarea pendiente de esta sociedad. El d¨ªa que salga alguien y diga "se?oras, se?ores, les pido disculpas porque me he equivocado; ha sido un error; es culpa m¨ªa", a lo peor avisan al personal del frenop¨¢tico porque se dudar¨¢ de la salud mental del sincero. Rodeados de soberbios, arribistas, simuladores, mediocres y maniobreros, la figura del atleta en la pista casi resulta extravagante. Quiz¨¢s presintamos que, antes de la se?al de salida, alguien lance una opa hostil, compre a dos equipos y deje la carrera con s¨®lo dos participantes. Pero no hay fusiones a la fuerza que valgan. Est¨¢n solos. Con su responsabilidad y sus fuerzas. Con sus temores y sus glorias. Solos en su grandeza.
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