?Libertad?
El mariscal desconcert¨® a sus propias tropas. El campo est¨¢ minado de conflictos: Barcelona se despert¨® sin taxis, los transportistas y los cargadores siguen a la gre?a, las fronteras est¨¢n bloqueadas, las empresas tienen dificultades para enviar las mercanc¨ªas, los agricultores y los pescadores siguen sin encontrar respuestas satisfactorias a unas penurias que el precio de los carburantes agrava. Sali¨® Pujol a la escena parlamentaria y dio un largo, largu¨ªsimo rodeo, sin la menor menci¨®n a los conflictos reales.Caben tres interpretaciones: que Pujol ha perdido sensibilidad pol¨ªtica (precisamente aquel sexto sentido sobre el que hab¨ªa construido su fama de llegar a los problemas siempre antes que los dem¨¢s); que Pujol reh¨²ye responsabilidades para que toda la atenci¨®n se concentre en el Gobierno del PP (lo cual casa mal con la pretensi¨®n de ser primera autoridad del Estado en Catalu?a, reiterada en su discurso); o que, como maldicen en voz baja en altos despachos de Madrid, Pujol ha atizado el fuego de algunos de estos conflictos pensando en desgastar al PP. El lector escoger¨¢ la opci¨®n preferida.
Al obviar la actualidad pol¨ªtica, el propio Pujol se complicaba el ejercicio. Si su intenci¨®n inicial era demostrar que es falso que su Gobierno est¨¦ paralizado y falto de ideas, lo m¨¢s razonable era decir alguna cosa sobre lo que hoy altera la normalidad cotidiana de los ciudadanos. Pero Pujol ha optado por un brev¨ªsimo balance de realizaciones y una inacabable lista de proyectos de futuro, atiborrados de cifras. De poco consuelo sirve a la ciudadan¨ªa saber las maravillosas infraestructuras que tendremos ma?ana si no recibe siquiera una palabra amable que haga m¨¢s confortable su presente. Pujol hab¨ªa tenido siempre claro este principio de cercan¨ªa como norma de estilo pol¨ªtico, pero esta vez parece haberlo olvidado.
Entre cifra y cifra, alg¨²n flash marca de la casa, que recordaba su capacidad para detectar los problemas importantes: por ejemplo, al advertir del riesgo de "una fractura inform¨¢tica generacional" o al subrayar como hecho m¨¢s destacado de la historia de Catalu?a del siglo XX "el descubrimiento de la inmigraci¨®n". Cada uno de estos asuntos pod¨ªa haber abierto el camino del serm¨®n, en el que el presidente es experto, pero ayer no ten¨ªa ganas. Ayer tocaba enumerar un cat¨¢logo, sin matices ni entusiasmos. Ni siquiera levant¨® el tono para pronunciar las voces de ritual con las que acab¨® el discurso: necesitamos m¨¢s dinero y m¨¢s poder pol¨ªtico.
Ofreci¨® a la oposici¨®n el debate sobre "el edificio y el alma", aunque sospechando que a ¨¦sta no le interesar¨ªa. Me llam¨® la atenci¨®n -y el ordenador me ha permitido verificarlo con certeza- que ni una sola vez en tan largo discurso apareciera la palabra libertad. Y he recordado que unas horas antes, en la cadena SER, Pasqual Maragall hab¨ªa dicho que la renovaci¨®n del eslogan ilustrado, "libertad, igualdad, fraternidad", pasaba por una nueva tr¨ªada: "Identidad, cohesi¨®n, subsidiariedad". He constatado el enorme da?o que ha hecho el llamado neoliberalismo reduciendo la libertad a la libertad econ¨®mica, haci¨¦ndole perder de este modo todo su atractivo. Me he quedado pregunt¨¢ndome hac¨ªa d¨®nde va Catalu?a si el horizonte que su clase pol¨ªtica nos ofrece se limita a algunas variaciones de comunitarismo. Y me ha venido a la memoria un art¨ªculo en el que Ralph Dahrendorf lamentaba la ausencia de la libertad en los textos de la tercera v¨ªa brit¨¢nica. Peligrosos aquellos tiempos en los que se puede creer que ya no es necesario luchar por la libertad. La de verdad, la de la emancipaci¨®n individual, no la econ¨®mica. Esta es el alma que da vida a los edificios humanos.
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