Derechas humanas
Los Derechos Humanos estan condenados a fracasar bajo las derechas humanas. En cualquier lugar del mundo, el uso y abuso de la mano diestra atenaza la voluntad del hombre de dejar de ser un simio. La fuerza y el poder, pueden m¨¢s que las buenas voluntades; la realidad vence, una vez y otra vez, de manera escalofriante, al deseo. Lo mismo da que sea eso que se ha llamado conflicto de Oriente Pr¨®ximo, o que se trate de la guerrilla paramilitar colombiana, o de los atentados a la dignidad humana que se repiten en el Pa¨ªs Vasco: el conflicto es universal, en tanto que la especie humana es la ¨²nica plaga aut¨¦nticamente cosmopolita. El uso de la fuerza es un acto instintivo en nuestra especie, como lo es en todas las creaciones vivas de la naturaleza, y el hombre es, en este sentido, el animal m¨¢s violento, porque "sabe que lo es".La profesora Rosa de Frutos, en su lecci¨®n magistral de la apertura de curso de la Universidad de Valencia, explic¨® c¨®mo el mapa gen¨¦tico del hombre ser¨¢ pr¨®ximamente accesible a todo el mundo. Sin duda, su conocimiento ayudar¨¢ al tratamiento de muchas enfermedades hereditarias, y, en ciertos aspectos, a un mayor conocimiento de nosotros mismos. No obstante, los Derechos Humanos seguir¨¢n siendo aplastados por las derechas humanas que dirigen el mundo. Ser¨ªa ingenuo pensar que, tras 150 a?os de darwinismo y neodarwinismo, el hombre no tiene suficiente informaci¨®n para conocerse a s¨ª mismo, y para reflexionar sobre las verdaderas razones que gu¨ªan la mayor¨ªa de sus actos. En realidad, no le interesa saber m¨¢s de s¨ª mismo (si es que alguna vez ha deseado saber algo), porque en su comportamiento predomina, o sencillamente, tan s¨®lo existe, el ego¨ªsmo, la m¨¢s inveros¨ªmil extorsi¨®n y tiran¨ªa sobre sus semejantes. Cuando el director general de Universidades, Salvador Forner, ley¨® con br¨ªo su discurso en la apertura de curso, sus elogios a la instituci¨®n acad¨¦mica resultaban tan falsos como evidente la ausencia de sus superiores, o, por definir con mayor precisi¨®n los t¨¦rminos, de sus manos derechas superiores. Estoy seguro de que a pesar de todo Forner quer¨ªa creer en lo que dec¨ªa (alab¨® con entusiasmo el Jard¨ªn Bot¨¢nico, ponder¨® la rehabilitaci¨®n del edificio de la Nave y del Rector Peset, admir¨® la Biblioteca de Humanidades) y, no obstante, aquellas iniciativas de la Universidad hab¨ªan sufrido el azote de la cr¨ªtica de la derecha, de la misma derecha que representaba en aquel acto.
Admiro a Forner (o lo compadezco), por asumir aquel papel hist¨®rico tan inc¨®modo, y por sustituir a Manuel Taranc¨®n, que era la mano derecha anunciada en el programa. S¨ª, sin duda, el director general manifestaba aquellos deseos con sinceridad, con una sinceridad ingenua, o incluso, con una voluntad expl¨ªcita de querer aparentar que era algo diferente a lo que todo el mundo cre¨ªa que realmente era. Pero, en su caso, el deseo no se asemejaba en absoluto a la realidad que representaba, y sus palabras con br¨ªo parec¨ªan no s¨®lo forzadas por las circunstancias, sino incluso extra?amente deformadas por las circunstancias. Ya hace tiempo que el gobierno no cuenta con la universidad para realizar sus macroproyectos culturales, y ya hace tiempo que sus manos derechas atenazan los derechos de la autonom¨ªa universitaria. Aquellas buenas voluntades de Forner, recordaban a las buenas voluntades de Zaplana, a aquellas palabras que el presidente de los valencianos, que as¨ª se llama, pronunci¨® en el paraninfo con motivo de la celebraci¨®n de los cinco siglos de la Universidad de Valencia. Por tanto, las palabras de Forner parec¨ªan (de)formadas por las manos derechas de todos sus superiores, y aunque el cre¨ªa en lo que dec¨ªa (as¨ª me parece), sab¨ªa en cambio que todo era absolutamente falso.
El rector Pedro Ruiz cit¨® a Giner de los R¨ªos y a la Escuela Libre de Ense?anza, y de una manera expl¨ªcita lament¨® que el esp¨ªritu de aquellos liberales radicales se hubiese perdido poco a poco. Y fue cr¨ªtico asimismo con la comunidad acad¨¦mica, a la que le record¨® la necesidad de volver, o de insistir, en la buena docencia. Necesitamos pedagogos, buenos profesores, incluso, dijo, profesores radicales, como Giner de los R¨ªos. Porque las manos derechas tienen un instinto innato a levantarse, y la Universidad, a veces, tambi¨¦n se tambalea ante los golpes de mano de algunos de sus profesores m¨¢s distinguidos. Los tiempos no son f¨¢ciles, no son f¨¢ciles en absoluto, y si el profesorado no se mantiene en los principios b¨¢sicos que justifican su existencia, poco futuro le queda a una ense?anza libre, o a una Libre Ense?anza. ?Qui¨¦n sabe si, en un futuro, la m¨ªtica autonom¨ªa universitaria no constituir¨¢ uno de los mayores reclamos de un singular parque de atracciones! Regido, claro, por las derechas humanas que subyugan, cada vez m¨¢s, los derechos de todos los ciudadanos.
Mart¨ª Dom¨ªnguez es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.