Marcha atr¨¢s en Oriente Pr¨®ximo VICEN? VILLATORO
Amigos israel¨ªes me contaron hace ya mucho tiempo un viejo cuento. El escorpi¨®n y la rana se encuentran a una orilla del r¨ªo y el escorpi¨®n le pide a la rana que le ayude a atravesar la corriente, que le monte sobre su lomo para llegar juntos a la otra orilla. La rana se lo mira desconfiada: "No, porque a medio camino me picar¨¢s con tu aguij¨®n y me matar¨¢s". El escorpi¨®n, racionalista, le responde: "No seas est¨²pida. Si te pico con mi aguij¨®n y te mueres, nos hundiremos los dos en el r¨ªo. ?T¨² crees que esto me puede interesar a m¨ª?". El argumento convence a la rana. El escorpi¨®n sube a su espalda y la rana empieza a nadar. En medio del r¨ªo, la rana nota sobre su piel la punzada del escorpi¨®n. Antes de morir y de hundirse los dos juntos, la rana le pregunta, sorprendida, al escorpi¨®n: "?Por qu¨¦ lo has hecho? T¨² tambi¨¦n te hundir¨¢s. Nos hundiremos los dos juntos. T¨² no ganas nada, s¨®lo pierdes". El escorpi¨®n, resignado, responde: "Porque estamos en Oriente Pr¨®ximo".Hay otra versi¨®n del mismo cuento, o al menos de su final. En el final alternativo, el escorpi¨®n responde: "Porque soy un escorpi¨®n". No es un final descartable, como descripci¨®n del conflicto ¨¢rabico-israel¨ª, pero prefiero el otro. Es posible que el escorpi¨®n pique porque es un escorpi¨®n, porque su mecanismo mental, su integrismo religioso, su ansia de destrucci¨®n le obligue a clavar el aguij¨®n, aunque se hunda inmediatamente despu¨¦s. Cada uno puede elegir qui¨¦n es el escorpi¨®n de la historia. Pero prefiero la otra versi¨®n: la pol¨ªtica de Oriente Medio tiene una l¨®gica fatalista en la que cada uno no hace lo que le conviene, lo que racionalmente le corresponder¨ªa hacer, sino lo contrario, aunque comporte su propia destrucci¨®n.
El cuento del escorpi¨®n y la rana me parece una descripci¨®n muy precisa de lo que est¨¢ sucediendo estos d¨ªas en torno a Jerusal¨¦n, en la que podr¨ªamos llamar la intifada de las balas, en contraposici¨®n a la antigua intifada de las piedras. En un cierto sentido, el proceso de paz es como el acuerdo entre la rana y el escorpi¨®n para atravesar el r¨ªo juntos: no se gustan, desconf¨ªan los unos de los otros, pero tienen intereses comunes. El inicio del proceso de paz signific¨® un boom de la construcci¨®n y una recuperaci¨®n del turismo, negocio com¨²n de las dos partes. En todos los sentidos, la paz conviene a ambos. Como dice Amos Oz, no por amor, sino por inter¨¦s. Una paz recelosa, fundamentada en el concepto de seguridad por territorios. Un intercambio en el que Israel cede territorios bajo su control y obtiene a cambio garant¨ªas de seguridad, es decir, de paz. Tal vez no una mayor seguridad que la actual, pero en cualquier caso no menor. Si para Israel el proceso tiene que significar menos territorios y menos seguridad, es muy dif¨ªcil que exista negociaci¨®n.
Cuando empez¨® la ¨²ltima oleada de violencia, los optimistas cre¨ªamos que se trataba simplemente de un intento de ambas partes de llegar m¨¢s fuertes a la mesa de negociaciones, para discutir del tema complicad¨ªsimo, tal vez irresoluble, de Jerusal¨¦n. Est¨¢ tambi¨¦n en la l¨®gica del Pr¨®ximo Oriente: antes de negociar, tensar la cuerda para demostrar la propia fuerza. En el caso de Israel, su control real de la situaci¨®n. En el caso de los ¨¢rabes palestinos, su capacidad de movilizaci¨®n y su capacidad de atraer a la opini¨®n p¨²blica internacional a trav¨¦s del papel de v¨ªctima. Cuando empez¨® la crisis, no parec¨ªa que se diese marcha atr¨¢s en el proceso de paz, sino en la l¨®gica perversa del conflicto. Las dos partes exhib¨ªan sus activos, los activaban de hecho, como parte del proceso negociador. Ning¨²n escorpi¨®n picaba a ninguna rana, para seguir con la met¨¢fora.
Pero el desarrollo efectivo de los acontecimientos ha significado, de hecho, un retroceso esencial en el proceso de paz, un freno a la l¨®gica negociadora del intercambio de paz por territorios, que es la ¨²nica l¨®gica que ha permitido avances reales en el conflicto ¨¢rabico-israel¨ª. No habr¨¢ paz si la opini¨®n p¨²blica palestina no cree que gana libertad y la opini¨®n p¨²blica israel¨ª no cree que conserva seguridad. Despu¨¦s de la intifada de las balas, la opini¨®n palestina est¨¢ m¨¢s crispada y la opini¨®n israel¨ª m¨¢s atemorizada que hace unas semanas. El intercambio es m¨¢s dif¨ªcil. En mi opini¨®n, tres son los factores del retroceso real del proceso de paz en estos d¨ªas, sobre todo por su impacto sobre la opini¨®n p¨²blica israel¨ª.
En primer lugar, naturalmente, la contundencia de la respuesta israel¨ª. No la visita de Sharon a la explanada de las mezquitas, leg¨ªtima pero inoportuna. Esta visita no es la causa, sino el detonante del conflicto, que se hubiera producido igual con un detonante distinto. La otra intifada, la de las piedras, empez¨® con un accidente de circulaci¨®n. Cuando todo est¨¢ a punto, el detonante es lo de menos. El problema es que una lista tan enorme de muertes deja una secuela de odios y de venganzas, de recelos invencibles. En este sentido, estamos much¨ªsimo peor que unas semanas atr¨¢s.
Pero para la opini¨®n p¨²blica israel¨ª, la intifada de las balas a?ade dos motivos nuevos de temor a los que ya exist¨ªan. El primero, la actuaci¨®n de la polic¨ªa palestina y de sus cuerpos m¨¢s o menos irregulares armados. La intifada de las piedras fue un conflicto policial. La intifada de las balas es un conflicto militar. La polic¨ªa palestina ha actuado como un ej¨¦rcito -m¨¢s o menos efectivo- y es dif¨ªcil explicar a los israel¨ªes que deben ceder territorios, poder, seguridad a un cuerpo armado que act¨²a contra ellos. Para entender la reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica israel¨ª, imaginemos la reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola si la Ertzaintza se hubiese enfrentado a tiros al ej¨¦rcito espa?ol. No entro en si es leg¨ªtimo, justo o lo que sea la actuaci¨®n de la polic¨ªa palestina. ?ste ser¨ªa otro debate. Hablo del efecto: ha sido lo que ha alimentado la dureza y la escalada de los enfrentamientos y lo que, para la opini¨®n israel¨ª, significa un retroceso hist¨®rico.
Tambi¨¦n para la opini¨®n p¨²blica israel¨ª ha habido otro factor de disuasi¨®n a la negociaci¨®n: la destrucci¨®n de un lugar sagrado jud¨ªo, la supuesta tumba de Jos¨¦ en Seikhem. Estamos en un territorio significativo, con una gran capacidad simb¨®lica y sentimental. Un territorio en buena parte indivisible, porque no se puede trazar ninguna l¨ªnea en la que todo lo que es significativo para unos quede a un lado y lo que es significativo para otros quede al otro lado. De ah¨ª las dificultades de la partici¨®n, desde 1947 a nuestros d¨ªas. En territorio israel¨ª quedar¨¢n inevitablemente s¨ªmbolos significativos para los musulmanes. Pero en territorio palestino quedar¨¢n s¨ªmbolos significativos para los jud¨ªos. O hay una garant¨ªa de que estos s¨ªmbolos ser¨¢n respetados o no habr¨¢ intercambio de paz por territorios. Porque la paz significa tambi¨¦n respeto a los propios s¨ªmbolos. La no protecci¨®n de la tumba de Jos¨¦ y su destrucci¨®n efectiva es un p¨¦simo presagio.
El proceso de paz parec¨ªa maduro. Quedaban grandes temas de muy dif¨ªcil resoluci¨®n, especialmente el de Jerusal¨¦n. Pero la paz respond¨ªa a los intereses racionales de las dos partes. Pero en el Pr¨®ximo Oriente no todo es racional. Lo racional es que la rana y el escorpi¨®n atraviesen juntos el r¨ªo. Pero en el Pr¨®ximo Oriente el escorpi¨®n pica a la rana en medio de la corriente. El proceso de paz est¨¢ tocado. No hundido, pero tocado. Que cada uno decida qui¨¦n es el escorpi¨®n y qui¨¦n es la rana en esta historia. Aunque probablemente cada uno de los papeles no tenga un solo aspirante, sino varios y muy variados. Bastante repartidos.
Vicen? Villatoro es escritor y diputado por CiU en el Parlament.
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