Espa?a, ese comod¨ªn... PILAR RAHOLA
"?s de ponent, aquest mal vent". ?Qui¨¦n osar¨ªa discutir al maestro Mart¨ª i Pol cuando se?ala al culpable? Espa?a, ese objeto de deseo perverso, que nos seduce y nos repele con sadomasoquista atracci¨®n, es tambi¨¦n una realidad pesada que muy a menudo ha significado nuestro principal problema. Si Catalu?a es la piedra del zapato de Espa?a, Espa?a es el zapato dos n¨²meros menor que nos tiene el pie hecho polvo. Ah¨ª est¨¢n, por ejemplo, los agravios respecto a Madrid en materia inversora que este mismo diario aireaba no hace mucho. Y ah¨ª est¨¢n todas las historias de esta historia de relaciones que casi siempre han sido convulsivas y complicadas. ?Existe el problema catal¨¢n, intocado, irresuelto? Existe, si me permiten, el problema espa?ol, y si no lo creen analicen lo que est¨¢ ocurriendo con el Pa¨ªs Vasco. Me lo dec¨ªa Baltasar Porcel en un vis a vis radiof¨®nico: "Espa?a se define por no entender las Espa?as". El discurso ¨²nico en materia vasca, la criminalizaci¨®n perfectamente orquestada del nacionalismo democr¨¢tico y la obligatoriedad de un solo "pensamiento espa?ol" definen, creo, el ¨ªtem actual. A diferencia de otros momentos hist¨®ricos en los que el catalanismo racional ten¨ªa un espa?olismo racional como interlocutor, hoy nos hemos quedado sin ning¨²n Aranguren que pueda debatir el paisaje compartido. Se ha roto, pues, la interlocuci¨®n y vivimos desde hace mucho en un enfrentamiento de mon¨®logos, m¨¢s o menos vistosos, que extraen justamente del enfrentamiento su alimento vital. ?Qu¨¦ ¨²til ha sido y es Espa?a para esa pol¨ªtica de bajo nivel que, a lado y lado del Ebro, la ha utilizado sin reparos para sus instintos b¨¢sicos! Espa?a es ¨²til para el nacionalismo espa?ol predominante, como lo es para el nacionalismo catal¨¢n predominante. Por eso no es el espacio de debate, el paisaje natural de pacto, sino la fuente de donde brota el estrat¨¦gico victimismo de cada cual. Que el Gobierno de Catalu?a se hace la v¨ªctima, pero el Gobierno de Espa?a tambi¨¦n... Por eso se entienden tanto.Este art¨ªculo, sin embargo, y la serie que lo acoge no tienen la intenci¨®n de analizar lo que pasa Ebre enll¨¤, que pasa mucho, y no mucho bueno, sino lo que pasa Ebre en?¨¤, puesto que creo que s¨®lo un an¨¢lisis cr¨ªtico nos puede garantizar un futuro digno. I Ebre en?¨¤, sobre Espa?a ha pasado mucho y ha pesado m¨¢s. ?Qu¨¦ ha sido Espa?a para el nacionalismo hegem¨®nico que desde hace 20 a?os gobierna mentando a la bestia y al mismo tiempo bes¨¢ndole los pies? Espa?a ha sido un front¨®n de doble y sutil uso. Por un lado ha sido la diana de nuestras irritaciones, ese magn¨ªfico tonto ¨²til que asum¨ªa culpas, procuraba coartadas y tapaba con una gruesa manta los errores de gesti¨®n, los abusos, el mal gobierno. ?Que no ten¨ªamos un plan de guarder¨ªa? ?Porca Espa?a! ?Que se quemaban nuestros bosques y no hab¨ªa planes efectivos de prevenci¨®n? ?Porca Espa?a! ?Que hab¨ªa un caso Casinos? Porca... Y as¨ª hasta el infinito, que Espa?a es ese hombre del saco cuya maldad nunca acaba. No hace nada hemos o¨ªdo como Espa?a, mala, mala, centraba el debate de pol¨ªtica general. Y as¨ª 20 a?os...
Al mismo tiempo, mientras era front¨®n de culpas, Espa?a resultaba ser el n¨²cleo que configuraba poder a ese mismo Gobierno catal¨¢n que la usaba como enemigo exterior. Curiosa e inteligente esquizofrenia pol¨ªtica: el enemigo exterior, usado para camuflar la debilidad interior, era al mismo tiempo el aliado exterior, justamente quien le daba sentido y poder. Ya pueden desga?itarse el bueno de Maragall o el santo de Rib¨®, que Pujol nunca ir¨¢ a Madrid a negociar nada en nombre del Parlament porque ha basado en la "exclusividad" del di¨¢logo parte de su fuerza pol¨ªtica. La misma que, mira por d¨®nde, ha causado tanta debilidad a Catalu?a. ?Por qu¨¦ lo afirmo? Porque creo que ese doble uso-abuso (enemigo exterior, aliado exclusivo) ha creado una doble perversi¨®n: no ha permitido cerrar la cuesti¨®n catalana, necesariamente abierta para poder mantener la coartada victimista convergente, y al mismo tiempo ha creado un sentimiento espa?ol altamente beligerante respecto a lo catal¨¢n, que ha dinamitado todo escenario de pacto. Es decir, los pactos de Pujol con Madrid nunca han sido pactos sobre cuestiones catalanas, sino pactos sobre modelos econ¨®micos o sociales, sobre planteamientos ideol¨®gicos en el sentido camboniano del t¨¦rmino. Pujol no ha pactado Catalu?a, sino, pongamos, la reforma laboral; ha hecho, pues, ideolog¨ªa y no naci¨®n. Pero en el proceso de colocar ideolog¨ªa ha vendido naci¨®n. La promiscuidad entre un pa¨ªs, una ideolog¨ªa y un partido ha sido tal que quienes luchaban contra la ideolog¨ªa han acabado luchando contra Catalu?a. ?Es percibida Catalu?a con m¨¢s antipat¨ªa en Espa?a ahora que antes? Sin duda, y tiene dinamitados casi todos los puentes de di¨¢logo. Y eso, se?or¨ªas, esa dinamita no s¨®lo la ha colocado la perfida Castilla. La munici¨®n gruesa la ha tra¨ªdo con el puente a¨¦reo el amigo convergente.
?Qu¨¦ hacemos con Espa?a? En la perspectiva de los objetivos tienen que caber todos los planteamientos democr¨¢ticos, desde los unionistas a los rupturistas. La izquierda no puede defender exclusivismos. Hay que abrir el debate de las Espa?as con sus proyectos posibles. En la perspectiva estrat¨¦gica, hay que recuperar el di¨¢logo, y la izquierda tiene ah¨ª una obligaci¨®n moral, casi hist¨®rica: ser pionera en el retorno al discurso de la pluralidad. Ahora que el PP ha vuelto a las cruzadas, ?qui¨¦n, sino la izquierda, recuperar¨¢ el sentido com¨²n? Entre el entreguismo acr¨ªtico de un Borrell o el puro inter¨¦s econ¨®mico de un Pujol, hay un discurso de lo catal¨¢n por escribir. Ni esconder la bandera, ni usarla para el retrete, que as¨ª va de manchada: debatirla, pactarla, pensarla, y s¨®lo usarla cuando detr¨¢s hay mucho pacto labrado, mucho pa¨ªs pensado. Que acabe de una vez esa retroalimentaci¨®n entre los Rodr¨ªguez Ybarra a quienes se les llena la boca con Espa?a y los Pujol que hacen lo mismo con Catalu?a. Mon¨®logos de enfrentamiento que dejan bien el cuerpo de cada cual, pero que han hecho imposible el di¨¢logo com¨²n. Espa?a, ese debate. Catalu?a, ese proyecto. Los dos en el campo de juego, y no esa pelota que nos tiramos por la cabeza los unos contra los otros.
Pilar Rahola es periodista y escritora. pilarrahola@hotmail.com
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