La secci¨®n oficial abre con modernidad y tradici¨®n
La secci¨®n competitiva de la XXI edici¨®n de la Mostra de Valencia comenz¨® ayer sus proyecciones con dos muestras de la cinematograf¨ªa del norte de ?frica que ejemplifican las dos tendencias que el cine de la ribera sur del Mediterr¨¢neo produce. El festival contin¨²a, casi de manera testimonial, ofreciendo este ins¨®lito cine que, sin embargo, queda oscurecido por el tir¨®n popular del resto de secciones. Pese a que la secci¨®n oficial se ha visto relegada a un papel secundario en el certamen, permite acercarse, aunque sea una vez al a?o, a propuestas cinematogr¨¢ficas poco corrientes por estos pagos. Los filmes presentados ayer sirven, al menos, para comprobar que el cine africano vive en un conflicto permamente entre reflejar temas de la realidad cotidiana y recuperar unas historias muy locales que s¨®lo tienen inter¨¦s para los historiadores o los cin¨¦filos recalcitrantes.
La argelina Les diseurs de verit¨¦, de Karim Tra?da, representa la modernidad. Plantea un tema tan atrevido como actual en la sociedad en la que vivimos (la persecuci¨®n de un periodista por parte de los grupos integristas isl¨¢micos) en un relato excesivamente irregular, que combina momentos brillantes con pasajes confusos. Filmada en coproducci¨®n con Holanda, la pel¨ªcula tiene mejores intenciones que acierto, pues subraya insistentemente su tesis de una forma demasiado desordenada como para enganchar definitivamente al espectador. En todo caso, las peripecias del protagonista (interpretado de manera algo inexpresiva por Agoumi) son una pista para reflexionar sobre el papel de los medios de comunicaci¨®n como notarios de la realidad en una sociedad dominada por el terror de quienes hacen de sus ideas la ¨²nica opci¨®n posible. L¨¢stima que narrado con la tosquedad de la que hace gala Tra?da el filme no logre dejar ese poso de denuncia que pretende.
Comparada con la siria La terre des ¨¦trangers, de Samir Zikra, parece hasta brillante. Porque el filme sirio es una suerte de relato mastod¨®ntico a la manera de los grandes dramas hist¨®ricos eslavos que narra el entorno del pensador y escritor Cheik Abderrahmane al Kawakibi, dominado por la lucha popular contra el imperio otomano en la ¨²ltima mitad del siglo XIX.
Pero si ya es dif¨ªcil entroncar con un pedazo de historia ignoto para el gran p¨²blico y una tradici¨®n visual poco atractiva para la mirada occidental, la empresa se convierte en tit¨¢nica cuando la pel¨ªcula est¨¢ llena de sobreentendidos y personajes que transitan por la pantalla sin una funci¨®n dram¨¢tica muy definida. As¨ª, las dos horas y media de proyecci¨®n se hacen eternas no s¨®lo por el escaso uso de una econom¨ªa narrativa que dote de agilidad al relato, sino por las innumerables digresiones in¨²tiles que contiene.
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