Ortuella recuerda en silencio
Pedro Conde Tocino tard¨® 15 a?os en despertar de una pesadilla que una aciaga ma?ana hace hoy 20 a?os le arrebat¨® a su hija Lorena, de seis a?os, y dej¨® a su hijo Guillermo, de siete, con una minusval¨ªa que afecta al 47% de su cuerpo. A las doce del mediod¨ªa del 23 de octubre de 1980, una explosi¨®n de gas mat¨® a 50 ni?os y a tres adultos del colegio Marcelino Ugalde de Ortuella (Vizcaya) y marc¨® para siempre al pueblo con un signo indeleble de dolor. "Poco a poco, las heridas se van curando, pero el recuerdo permanece. Aunque hay un acuerdo t¨¢cito de no hablar, de no hacer conmemoraciones", dice Jos¨¦ Antonio Pastor, alcalde de Ortuella desde 1987.Su antecesor en la alcald¨ªa, Manuel Fern¨¢ndez Ramos, decidi¨® que nunca m¨¢s hablar¨ªa en p¨²blico de la tragedia que sufri¨® su pueblo. "Lo siento, pero desde 1981 no hago declaraciones", responde amable, pero sin poder siquiera explicar el motivo, que quienes le conocen aclaran se debe al sufrimiento de aquellos nefastos d¨ªas de octubre.
?Qu¨¦ pas¨® en el colegio p¨²blico Marcelino Ugalde hace 20 a?os? Era un centro que se hab¨ªa levantado nueve a?os antes en un lugar conocido como El Barranco para satisfacer la creciente demanda escolar y que albergaba a 900 alumnos, 28 aulas, comedores, biblioteca y sal¨®n; adem¨¢s de los patios de recreo, de donde los alumnos acababan de regresar de sus juegos cuando estall¨® la tragedia.
Lo que ocurri¨®, seg¨²n qued¨® acreditado en los numerosos informes t¨¦cnicos de la ¨¦poca, es que la explosi¨®n se produjo como consecuencia de una fuga de gas propano en una tuber¨ªa de conducci¨®n sit¨²ada en el dep¨®sito de gas, con una capacidad de diez mil kilos. El combustible acumulado en los bajos del s¨®tano estall¨® cuando el fontanero municipal, que se dispon¨ªa a hacer una reparaci¨®n, encendi¨® el soplete. Inmediatamente se desencaden¨® una deflagraci¨®n a trav¨¦s de todas las conducciones.
La explosi¨®n hundi¨® el suelo de dos aulas y 120 ni?os quedaron atrapados entre los escombros. Adem¨¢s de los 50 peque?os, murieron dos profesores y la cocinera del colegio. Los habitantes de la localidad de la zona minera creyeron durante a?os que el olor a gas propano permanecer¨ªa eternamente en el aire de su pueblo. A¨²n tratan de arrinconar la tragedia en alg¨²n lugar del olvido.
"Yo ten¨ªa entonces 29 a?os y todav¨ªa puedo recordar el ruido de las sirenas atronadoras acerc¨¢ndose al pueblo. Los padres j¨®venes buscaban desesperadamente a sus hijos y todos nos limpi¨¢bamos las l¨¢grimas para poder seguir". Daniel Arranz era en aquel tiempo concejal del Partido Comunista en Ortuella, donde viv¨ªa desde los cuatro a?os. Todos se conoc¨ªan en esta poblaci¨®n de apenas 9.000 habitantes.
Los avatares de la vida le llevaron a?os m¨¢s tarde a asistir a funerales de v¨ªctimas del terrorismo de ETA en el desempe?o de su cargo de Gobernador Civil de Vizcaya. Sin embargo, el recuerdo de la imagen de los 50 f¨¦retros blancos, tan peque?os, le sigue dejando fuera de combate 20 a?os despu¨¦s. "Fue impresionante. Los padres nunca lo van a poder olvidar. Se intenta, pero dentro de cada uno permanece el dolor. Que haya silencio no significa que se haya olvidado", se?ala Arranz.
Uno de los cincuenta padres que perdi¨® a sus hijo en la explosi¨®n de Ortuella y que nunca olvidar¨¢ es Pedro Conde Tocino. No necesita conmemoraciones porque ¨¦l las vive d¨ªa a d¨ªa. "Ten¨ªa tres hijos y tengo dos; uno de ellos, Guillermo, sufri¨® da?os cerebrales irreparables y ahora, a los 27 a?os, a¨²n se encierra en s¨ª mismo y no quiere hablar ni con su padre de lo que ocurri¨® aquel d¨ªa, para no hacerme sufrir. La tragedia me quit¨® a mi hija Lorena y por ella no se puede hacer nada pero por mi hijo Guillermo, s¨ª. No tiene condiciones para valerse solo. No quiero ni pensar qu¨¦ ser¨¢ de ¨¦l cuando desaparezcamos su madre y yo. Me atormento".
El padre se queja de las escasas ayudas recibidas; es cierto que todas las v¨ªctimas lograron una indemnizaci¨®n, pero ¨¦l quiere que su hijo tenga unos ingresos vitalicios, y no, como hasta ahora, asegura, una peque?a ayuda de algo m¨¢s de 20.000 pesetas mensuales, renovables peri¨®dicamente. Tambi¨¦n quisiera un trabajo adecuado para Guillermo. El joven trabaj¨® en una ocasi¨®n en una obra municipal y mejor¨® su estado. Pero, nunca ha vuelto a hacerlo.
"En estos a?os, hemos llamado a much¨ªsimas puertas, pero nadie nos hace caso. Nada mas producirse el accidente, nos prestaron algo de atenci¨®n, pero 20 a?os son muchos a?os y ya nadie se acuerda de los ni?os supervivientes", se queja este padre, que reconoce sentir rabia e impotencia. Los otros dos ni?os, ahora adultos, que tambi¨¦n lograron salir adelante con graves secuelas y siguen viviendo en Ortuella son Mari Mar, que trabaja espor¨¢dicamente, y Carlos F., un hombre de 26 a?os satisfecho. Ha cumplido su anhelo de poder trabajar y, desde hace ocho meses, es vendedor de cupones de la ONCE. Aunque, su mayor felicidad se la regala Isabel, su novia. Los vecinos de Ortuella contemplan a menudo c¨®mo la agarra por la cintura mientras pasean. Veinte a?os despu¨¦s de la tragedia de Ortuella, parece que aquel ni?o de cinco a?os, logra rehacer su vida.
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