Inocentes condenados a muerte
Cinco de cada 100 presos sentenciados a la pena capital en EE UU no eran culpables
"La pena de muerte en Estados Unidos es anticonstitucional por su crueldad, y adem¨¢s no es eficaz como pretenden, porque al que mata le da igual que despu¨¦s le maten a ¨¦l", dice Joaqu¨ªn Mart¨ªnez, padre del espa?ol que estuvo en el corredor de la muerte del Estado de Florida y ahora espera el nuevo juicio que le han concedido para el pr¨®ximo 12 de febrero a causa de los errores procesales que hubo en el primero. Joaqu¨ªn Jos¨¦ Mart¨ªnez fue v¨ªctima en la primera ocasi¨®n de lo que soportan la mayor¨ªa de los condenados que luego resultan ser inocentes: mala defensa, cierre apresurado del caso para satisfacer la presi¨®n social contra el crimen y manipulaci¨®n de pruebas.Pero Joaqu¨ªn es uno de los afortunados que han conseguido una segunda oportunidad, porque los archivos sobre la pena de muerte est¨¢n llenos de historias de horror, de hombres inocentes olvidados por la justicia. Al menos a 23 de ellos la absoluci¨®n les lleg¨® demasiado tarde, y otros 87 fueron liberados tras a?os de languidecer en los corredores de la muerte al comprobarse su inocencia. "El peligro de ejecutar a inocentes contin¨²a aumentando", seg¨²n Richard Dieter, director del Centro Nacional sobre la Pena de Muerte. A pesar de las espeluznantes estad¨ªsticas, la pena capital est¨¢ tan arraigada en la cultura estadounidense que ni siquiera es un tema de debate en la contienda por la Casa Blanca.
No da dividendos pol¨ªticos y s¨ª implica el riesgo de que los decapitados acaben siendo los propios candidatos que levanten la voz en contra. Le ocurri¨® al dem¨®crata Michael Dukakis, el ¨²ltimo que se atrevi¨® a pedir la abolici¨®n, cuando en 1988 se enfrent¨® a George Bush. El electorado lo interpret¨® entonces, y sigue interpret¨¢ndolo ahora, como "mano blanda" contra el crimen. Y ¨¦se es un pecado pol¨ªticamente imperdonable en una sociedad estrangulada por la violencia armada.
George W. Bush lo sabe bien. Y no le tiembla la mano a la hora de firmar sentencias -146 durante su mandato como gobernador de Tejas- ni de ratificar su convencimiento de que ¨¦sa es la mejor forma de detener el crimen. "As¨ª se salvan otras vidas", dijo en el ¨²timo debate. Al Gore se manifest¨® igualmente a favor, a pesar de que una gran parte de los que se oponen a la pena de muerte pertenecen a su base pol¨ªtica. Pero es cuesti¨®n de aritm¨¦tica electoral: cerca del 70% del electorado est¨¢ a favor de las ejecuciones como ¨²ltimo castigo contra el crimen, mientras que los 3.467 condenados no votan.
"Es un castigo simb¨®lico", dice el profesor Kenneth Smith, soci¨®logo de la Universidad de Miami. "Los gobernantes tienen que demostrar que est¨¢n haciendo algo para combatir el crimen. Es inmoral", agrega. El argumento tradicional de que la ejecuci¨®n es un factor disuario acaba de ser rebatido por las propias estad¨ªsticas del FBI sobre la tasa de criminalidad. En 10 de los 12 Estados que no tienen pena capital, el porcentaje de homicidios est¨¢ por debajo del promedio nacional, mientras que en los 38 Estados que s¨ª la tienen se ha incrementado entre un 48% y un 101%.
La gran pregunta es: ?cu¨¢ntos inocentes se han ejecutado? En el estudio m¨¢s exhaustivo realizado hasta ahora, los profesores de la Universidad de Florida Hugo Bedau y Michael Radelet concluyen que desde que se restableci¨® la pena capital en EE UU, en 1976, en un 4,5% de las veces los tribunales han condenado a inocentes.
?se fue el destino, entre otros, de Roger Keith Coleman y Leonel Herrera, ejecutados en 1992 y 1993 en Virginia y Tejas, respectivamente. Ahora figuran en las estad¨ªsticas penales como "posibles ejecuciones err¨®neas".
El Tribunal Supremo desestim¨® una apelaci¨®n de Coleman porque la present¨® un d¨ªa tarde. "No se queje de los errores de su abogado", le respondieron sin m¨¢s los magistrados. Horas despu¨¦s lo ejecutaron.
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