Santo Tom¨¢s de los Pol¨ªticos
Tom¨¢s Moro (Londres 1478- 1535), el humanista y pol¨ªtico que pag¨® con su vida la fidelidad a la propia conciencia, ser¨¢ proclamado por el Papa el 31 de octubre patr¨®n de los pol¨ªticos y gobernantes. La elecci¨®n no ha sido de Juan Pablo II, por m¨¢s que Tom¨¢s Moro, con su firme defensa de la primac¨ªa del papado romano frente a la Iglesia nacional que ven¨ªa a imponer Enrique VIII, hubiera merecido incluso convertirse en patr¨®n de los pont¨ªfices. En esta ocasi¨®n, Karol Wojtyla se ha limitado a aceptar una propuesta planteada en 1985 por el entonces presidente de la Rep¨²blica Italiana, Francesco Cossiga, y dos de sus antecesores, devotos del santo ingl¨¦s. En los casi 15 a?os transcurridos, el hoy senador Cossiga y sus colaboradores han recogido centenares de firmas de jefes de Gobierno (entre ellas, la del ex primer ministro italiano y ex comunista Massimo D'Alema) y de Estado (por ejemplo, el pr¨ªncipe Rainiero de M¨®naco), de parlamentarios de a pie y pol¨ªticos locales para sustentar la petici¨®n."La elecci¨®n de Moro", asegura Cossiga, que present¨® ayer al nuevo patr¨®n en el Vaticano, junto al cardenal Roger Etchegaray, "encuentra un consenso general entre los pol¨ªticos, sean cat¨®licos o anglicanos, e incluso entre los agn¨®sticos". Su biograf¨ªa, ejemplo de coherencia pol¨ªtica y moral que ha inspirado libros y pel¨ªculas, tiene hoy -en tiempos de "eclipse de las conciencias", dijo Etchegaray- un significado m¨¢s intenso, "alejado de cualquier fanatismo o subjetivismo". Moro, autor de libros de ¨¦xito como Utop¨ªa, basado en La rep¨²blica de Plat¨®n, amigo de eruditos como Erasmo de Rotterdam, obtuvo el reconocimiento general en su tiempo y la estima del emperador Carlos V, que, seguramente por pura ret¨®rica, asegur¨® preferir la p¨¦rdida de la mejor ciudad de su imperio a quedarse sin uno de sus consejos.
Nacido en Londres el 7 de febrero de 1478, Tom¨¢s Moro recibi¨® una educaci¨®n esmerada y se convirti¨® a los 27 a?os en un brillante abogado de la City. Casado dos veces, tuvo tres hijas y un hijo, y se preocup¨® de que todos tuvieran acceso a la instrucci¨®n. A los 41 a?os entr¨® al servicio de Enrique VIII, que le nombr¨® canciller del Reino a los 52 a?os. Pero Moro dur¨® poco en el cargo. En 1532 dimiti¨®, incapaz de sancionar el giro pol¨ªtico-religioso del monarca, que, manipulando el Parlamento y a la Asamblea del Clero, pretend¨ªa (y logr¨®) asumir el control de la Iglesia de Inglaterra y desgajarla de Roma. Su negativa a firmar el juramento de adhesi¨®n al acto de supremac¨ªa del rey en el orden temporal le cost¨® la prisi¨®n y m¨¢s tarde la decapitaci¨®n en el pat¨ªbulo. Ni siquiera perdi¨® la compostura en esos momentos. Al subir las escaleras de la Torre de Londres, Moro pidi¨® ayuda al lugarteniente: "Ay¨²deme a subir, que para bajar me las arreglar¨¦ solo", le dijo.
El Parlamento brit¨¢nico, a trav¨¦s de lord Alton, que acudi¨® ayer al Vaticano, parece complacido con la elecci¨®n de Moro, pese a que su figura y su historia no arrojan precisamente una luz positiva sobre el reinado de Enrique VIII ni sobre la tolerancia del sistema imperante en la ¨¦poca. "Es significativo que la proclamaci¨®n de Moro coincida casi en el tiempo con la elecci¨®n del primer speaker cat¨®lico en la C¨¢mara de los Comunes", subray¨® ayer Alton, que no pudo aclarar si el primer ministro, el laborista Tony Blair, est¨¢ igual de contento.
Nada que objetar, tampoco, por parte de la Iglesia anglicana, heredera de aquel cisma generado por la pasi¨®n de un rey y sus deseos de cambiar de esposa, dejando plantada a Catalina de Arag¨®n por Ana Bolena, que acabar¨ªa como Moro, aunque por motivos distintos. Tom¨¢s Moro figura en el santoral cat¨®lico desde 1935, cuando P¨ªo XI le elev¨® a los altares. Y, por extra?o que pueda parecer, est¨¢ igualmente presente en el calendario lit¨²rgico de los anglicanos como m¨¢rtir. Con sabio instinto integrador, los brit¨¢nicos han dejado de lado los aspectos inconvenientes y han encontrado un elemento asumible: la defensa de la libertad religiosa hecha por Moro.
"En santo Tom¨¢s Moro", se lee en la instancia entregada al Pont¨ªfice por Cossiga y el senador venezolano Hilari¨®n Cardoso, "no hubo se?al alguna de esa fractura entre fe y cultura, entre principios y vida cotidiana que el Concilio Vaticano II lamenta como 'uno de los m¨¢s graves errores de nuestra ¨¦poca". La lecci¨®n principal de Tom¨¢s Moro a los hombres de gobierno es "la lecci¨®n de la huida del ¨¦xito y el consenso f¨¢ciles cuando ponen en entredicho la fidelidad a los principios irrenunciables, de los que dependen la dignidad del hombre y la justicia del orden civil". Un list¨®n muy alto que, cuando menos, puede servir de inspiraci¨®n.
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