Vivir en ¨®rbita
Dos astronautas rusos y uno estadounidense van camino de la Estaci¨®n Espacial Internacional (ISS), que gira en el cielo a unos 400 kil¨®metros de altura sobre la superficie terrestre. Ser¨¢ la primera tripulaci¨®n que pase una larga temporada en un ingenio que se encuentra todav¨ªa en la fase inicial de construcci¨®n, con apenas lo imprescindible para poder vivir en ¨¦l, pero que llegar¨¢ a ser un gigantesco mecano en ¨®rbita, visible, como un astro m¨¢s, en el cielo nocturno. Si se cumplen los planes, permanecer¨¢n en la estaci¨®n cuatro meses y recibir¨¢n durante ese tiempo a otras tripulaciones que les llevar¨¢n nuevos m¨®dulos y materiales necesarios para su supervivencia. Su finalizaci¨®n est¨¢ prevista para 2006, gracias al esfuerzo de 17 pa¨ªses, incluidos los europeos que participan a trav¨¦s de la Agencia Espacial Europea.La ISS es el resultado de una colaboraci¨®n planetaria, ¨²nica forma de afrontar la colonizaci¨®n del espacio exterior, dados los recursos ingentes que es preciso movilizar. Por su coste desmesurado, unos 12 billones de pesetas, ha recibido fuertes cr¨ªticas, as¨ª como por la ausencia previsible de retornos tangibles, tanto desde el punto de vista industrial y tecnol¨®gico como cient¨ªfico. El programa de experimentos en condiciones de ingravidez es extenso y cubre partes de la biolog¨ªa, la medicina y los nuevos materiales, pero seguramente no justifican por s¨ª mismos tal inversi¨®n.
Lo cierto es que no hay forma de estudiar las condiciones de supervivencia en el espacio exterior sin experimentar con astronautas que aprendan a realizar misiones y a vivir durante periodos prolongados en situaci¨®n de ingravidez, en un entorno f¨ªsico y social muy distinto del terrestre. En este sentido, la experiencia acumulada en la estaci¨®n rusa Mir es inapreciable para esta nueva aventura.
Por supuesto que todas estas consideraciones s¨®lo tienen sentido si se piensa que la exploraci¨®n de otros mundos es un proyecto interesante. No s¨®lo para estudiarlos y extraer muestras o materias primas, en cuyo caso ser¨ªa m¨¢s apropiado utilizar robots, sino tambi¨¦n para establecer colonias que extiendan la presencia humana en el espacio. Para algunos, no s¨®lo es interesante, sino inevitable. La decisi¨®n de acometer ahora la construcci¨®n y uso de la ISS no viene, por tanto, forzada por ninguna circunstancia externa. Responde al deseo de disponer de una base de operaciones espacial y aprovechar una coyuntura que favorece una cooperaci¨®n imposible hace tan s¨®lo unos a?os. El tiempo nos dir¨¢ si se trata de un descomunal despilfarro o bien un paso imprescindible en el camino hacia proyectos m¨¢s ambiciosos para el futuro de la humanidad.
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