No los rechazamos con suficiente fuerza
Al principio fueron las guerrillas, que dieron con habilidad en la diana: aquel coche se subi¨® a las nubes, y por esa brecha se col¨® la democracia. Quiz¨¢ ese d¨ªa no los rechazamos con suficiente fuerza. Fueron cayendo luego algunas cabezas de los dictadores, ante nuestros ojos. Se daba la vuelta a la tortilla. Y no los rechazamos con suficiente fuerza. Hab¨ªamos olvidado el valor de la vida en el seno de esa dictadura. Ahora -nos dijeron- est¨¢n probando su propia medicina.Y no los rechazamos con suficiente fuerza. Luego fuimos aprendiendo, cuando recobramos la libertad. Ellos segu¨ªan matando, indiscriminadamente, en una calle, en un supermercado, y a las v¨ªctimas, las reconocimos como a nuestros hermanos. Nos horrorizamos, no nos eran ajenos. Era tarde, no los rechazamos con suficiente fuerza. Para ellos, ahora, la muerte es un negocio; el miedo, su arma; el secuestro y el chantaje, su pan. Y siguen matando, sin sentido, inventando razones, sinrazones. Entonces salimos a la calle, y les gritamos, pero no nos oyen. Se creen unos h¨¦roes, se alimentan de leyendas y de sangre, como vampiros necesitan la sangre para sobrevivir. No sabemos c¨®mo cortar sus negras alas. Salimos a la calle, levantamos nuestras blancas manos, pidiendo la paz, que cese la violencia, todo es in¨²til. No escuchan: la muerte es su negocio, su pan. Inermes, gritamos in¨²tilmente, y seguimos levantando nuestras blancas manos, co-mo si nos rindi¨¦ramos.- Cristina Santa-Ana. Madrid.
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