En este cisco
El vig¨¦simo primer aniversario del Estatuto lo han conmemorado (es un decir) cada partido por su lado. El Gobierno vasco, a la vez que los portavoces de los partidos que lo apoyan echan pestes de ¨¦l -"carta otorgada", "agotado", "insuficiente"- y presentan f¨®rmulas rupturistas que lo anulan - "soberanismo" o "rep¨²blica" transfronteriza- lo ha celebrado este a?o, como no pod¨ªa ser de otra manera, en solitario. Esta celebraci¨®n por barrios es la plasmaci¨®n pl¨¢stica del desastre al que nos ha conducido y nos conduce la pol¨ªtica de Lizarra.No hay como el nacionalismo para cargarse una naci¨®n entendida, soberan¨ªa aparte, como encuentro de adhesi¨®n ciudadana. Cualquier comunidad aut¨®noma espa?ola, por artificial que haya sido su origen, en cuanto marco de cohesi¨®n ciudadana es, si no es una naci¨®n, m¨¢s comunidad pol¨ªtica que la ind¨®mita Euskal Herria (y adem¨¢s viven mejor). No deber¨ªa sorprender por este resultado cuando el mism¨ªsimo Gobierno vasco de esta fracasada legislatura ha sido el instrumento m¨¢s subversivo no s¨®lo con el Estatuto, sino tambi¨¦n con las reglas en que se asienta toda democracia moderna. Que aguante en minor¨ªa en el Parlamento es una prueba de ello.
La renuncia del Gobierno aut¨®nomo a ser Estado, a ser ante el ciudadano referente de garant¨ªa de la legalidad y de la defensa de los derechos fundamentales, desarticula todo el entramado pol¨ªtico, lo balcaniza. El nacionalismo es visionario, mira adelante, obvia las muestras de futuro que ya existen en el presente, traspasa fronteras, canta futuros redentores y de grandeza, pero se olvida de su ciudadan¨ªa, de la necesaria convivencia, de la ley, del presente, y admira y respeta a los m¨¢s exaltados y bravucones. La "revoluci¨®n de terciopelo", t¨¦rmino acu?ado por Nicol¨¢s Redondo, o algo semejante, debe suponer el dominio de las leyes y las reglas del Estado democr¨¢tico en Euskadi, quiz¨¢s la revoluci¨®n liberal. Y aprender los valores del constitucionalismo como manifiesta el rector de la UPV, Manuel Montero.
En este cisco, por el contrario, mientras la ¨²nica y exclusiva pol¨ªtica del PNV se oriente con el soberanismo hacia EH y ETA, no habr¨¢ condiciones para que ¨¦sta razone sobre la liquidaci¨®n del terror. El discurso pol¨ªtico del PNV, antes y posterior a Lizarra (Caldera que no te enteras), es un acicate a la necesidad de la violencia. Porque ETA mantendr¨¢ que los objetivos de ese discurso s¨®lo son posibles con la violencia, m¨¢xime cuando el Gobierno vasco ofrece, adem¨¢s, la renuncia y el vac¨ªo a ser Estado. Porque, en el fondo, para ETA nada es posible sin el terror y el control violento ejercido por la minor¨ªa que se autoconstituye en vanguardia. Porque el centro del esquema l¨®gico de ETA reside en que toda organizaci¨®n y din¨¢mica pol¨ªtica y social se rige por la violencia. Y s¨®lo los traidores -los del PNV ser¨ªan medio-traidores- ceden a la pol¨ªtica oficial, la institucional, la de los otros, que considera tambi¨¦n regida por la violencia. Su diferencia, la diferencia, es que la violencia del oprimido, ellos, es siempre justa e incomparable con la del opresor, ?Y qu¨¦ pueblo m¨¢s oprimido que el vasco desde los romanos?
En este sentido, el discurso hartamente victimista del PNV, junto a su descalificaci¨®n sistem¨¢tica del sistema y del Estado de derecho, convierte al adversario pol¨ªtico en enemigo opresor y a los nuestros en grandes v¨ªctimas. Hasta que el PNV no modifique su discurso pol¨ªtico (no es cuesti¨®n de buenos y malos en el seno del PNV como cree el se?or Caldera) no habr¨¢ condiciones para el establecimiento de la democracia, y para que ETA deje la violencia, en Euskadi.
Mientras tanto, en ese discurso del nacionalismo que sesga la problem¨¢tica pol¨ªtica vasca a una contradici¨®n entre Euskadi y el Estado espa?ol existe un gran olvido, el de la ciudadan¨ªa, y en concreto el del sector no nacionalista, que cree que el Estatuto es, adem¨¢s y sobre todo, un marco de convivencia pol¨ªtica entre los propios vascos. Soslayando la realidad plural de los vascos y que el Estatuto es la regla de juego entre nosotros mismos, seguiremos enquistados en la falta de convivencia civil y en la violencia, y seguir¨¢ siendo dominante la esquematizaci¨®n de la pol¨ªtica del nacionalismo en la contradici¨®n entre Euskal Herria y Espa?a, y los vascos no pintaremos nada; mover¨¢n nuestros sentimientos m¨¢s primitivos y despu¨¦s nuestras voluntades. S¨®lo seremos carne de ca?¨®n.
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