El elefante
El s¨ªndrome del elefante en la sala de estar. As¨ª definen los especialistas el modo en que se ha instalado la violencia en la intimidad de los hogares, en esa supuesta sacrosanta parcela de la intimidad. Sostienen los expertos que los elefantes se han sentado en el sill¨®n m¨¢s c¨®modo de la casa. Al principio, los inquilinos acusan extra?eza, se ven atenazados por el miedo e intentan reaccionar para expulsar al paquidermo. Pero, poco a poco, de forma casi imperceptible, la compa?¨ªa del elefante empieza a resultar familiar y su enorme y amenazadora figura pasa a formar parte del paisaje habitual del domicilio. Hasta que un d¨ªa, claro, el descomunal mam¨ªfero se despereza, se enfada y comienza a destrozar con su tama?o y su fiereza toda la casa. La tragedia est¨¢ servida.Ha llegado un punto en el que las constantes noticias sobre violencia dom¨¦stica y malos tratos a mujeres han llegado a incorporarse al panorama cotidiano de tal forma que ya casi ni nos asombran ni nos indignan. Porque la violencia crece con nosotros, en nuestra sociedad, en las aulas de las escuelas y de los institutos, en las gradas de los estadios de f¨²tbol, en los gritos de los atrapados en un atasco de tr¨¢fico, en los terror¨ªficos dibujos animados de muchas televisiones y en infinidad de pel¨ªculas estadounidenses salpicadas de disparos, asesinatos y navajazos. Alguien puede extra?arse de que, con un elefante instalado en la sala de estar, un hombre aseste siete pu?aladas a su esposa tras atropellarla con un coche en Sevilla como ocurri¨® el mi¨¦rcoles, sin ir m¨¢s lejos. Por descontado que la agresividad es algo innato en los seres humanos en la medida en que somos animales y luchamos por la supervivencia y por la defensa de un territorio. Pero, a diferencia de otros animales, las personas matan por placer o por imitaci¨®n. Y esa educaci¨®n para asesinar o ese regusto en el sufrimiento ajeno proceden tanto de los filmes de Arnold Schwarzeneger como de esos tipejos que alardean en los bares de que matar¨¢n a su mujer si se le ocurre marcharse con otro. El elefante vive entre nosotros.
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