?Vivir sin ego?
Viene a cuento este art¨ªculo -y su t¨ªtulo- de una cr¨ªtica a mi libro Cuaderno amarillo publicada por el se?or Manuel Cruz en EL PA?S del pasado 14 de octubre. Pasar¨¦ por alto -o no pasar¨¦ por alto- la pregunta inicial del se?or Cruz: "?Por qu¨¦ un autor que cuenta ya con un importante n¨²mero de obras publicadas decide dar a la luz lo que se presenta como su diario personal?". Es una pregunta que deja claro que el se?or Cruz no ha entendido gran cosa de mi libro ni, en general, del oficio de escribir. Un libro m¨ªnimamente solvente carece de "por qu¨¦". Escribir, como sol¨ªa decir Roland Barthes, es un verbo intransitivo. Quien escriba para conseguir alg¨²n objetivo est¨¢ viciando ya de entrada su obra. Pero el se?or Cruz insiste: Cuaderno amarillo ser¨ªa un "artificio narrativo" para "poner a prueba la preocupaci¨®n mayor -casi obsesiva- de P¨¢niker, a saber... la tesis de que se puede vivir sin ego". Y ah¨ª es donde uno decide sentarse a la m¨¢quina para aclarar conceptos y deshacer un grave malentendido. Pues creo que el tema posee inter¨¦s general.Veamos. Jam¨¢s he defendido la "tesis" de que se pueda vivir sin ego. Por el contrario, estimo que vivir sin ego es tan imposible como vivir sin h¨ªgado o sin pulmones. Lo que uno, siguiendo la tradici¨®n m¨ªstica de Oriente, tiene escrito es que se puede, y se debe, vivir sin identificarse en exclusiva con el ego. Quiere decirse que un m¨ªstico no es un ser humano sin ego, es decir, sin pasiones o sin convicciones, sino -lo cual es muy distinto- alguien que, sin perder el ego, es capaz de trascenderlo. La ausencia de ego no ser¨ªa tanto sabidur¨ªa como psicosis. Al que quiera convertirse en un "sabio sin ego" con ¨¢nimo de satisfacer unas fantasiosas expectativas de "santidad" o de "espiritualidad" (feas palabras), conviene aclararle las cosas. Citar¨¦ a un autor que algo entiende de estas materias, el norteamericano Ken Wilber. Escribe Wilber: "Se tiene la curiosa idea de que los sabios (m¨ªsticos), no tienen necesidades ni deseos carnales y se pasan la vida sonriendo, como si estuvieran muertos de cuello para abajo". Y a?ade: "Se me antoja lamentable que se crea que los sabios no tienen problemas con las cosas que conciernen a todo el mundo, cosas como el dinero, la comida, el sexo, etc¨¦tera; como si los sabios permanecieran por encima de todo y s¨®lo fueran cabezas habladoras, y, en fin, como si la m¨ªstica no sirviera tanto para vivir la vida con plenitud como para reprimirla".
Wilber pone el dedo en la llaga. Es un desatino considerar que el sabio/m¨ªstico es "menos que una persona", alguien que carece de todas las contradicciones de la vida, en suma, alguien "sin ego". Lo relevante -insisto- no est¨¢ en carecer de ego, sino en no identificarse exclusivamente con el ego, es decir, en saber ampliar el espectro de la conciencia y prolongarse hacia la totalidad. La mayor¨ªa de los grandes sabios/m¨ªsticos de la historia no fueron precisamente personajes pusil¨¢nimes que reprimieran sus emociones. Llegado el caso, no vacilaban en expulsar a los mercaderes del templo. No s¨®lo ten¨ªan ego, sino que lo ten¨ªan muy fuerte. Tan fuerte que al final lo trascend¨ªan. Lo tengo escrito en Cuaderno amarillo: "El camino hacia la liberaci¨®n presupone un ego fuerte, presupone la autoestima, la confianza en uno mismo, el vigor de las propias convicciones (las que fueren). Quien quiera trascender el ego partiendo de un ego d¨¦bil o enfermizo, s¨®lo conseguir¨¢ incrementar sus neurosis o sus delirios".
Ahora bien, m¨¢s all¨¢ del ego est¨¢ lo que los hind¨²es llaman el Testigo, es decir, el margen de libertad que contempla "desde fuera" la pel¨ªcula de la vida. Este Testigo es lo que los budistas denominan Vac¨ªo. Este Testigo no anula el ego ni las servidumbres del ego. Este Testigo es el que ve el ego, pero sin identificarse con ¨¦l. Le preguntaron a alguien sobre los efectos de la meditaci¨®n. "Antes de practicar la meditaci¨®n -respondi¨®- estaba yo muy deprimido". ?Y ahora? "Ahora sigo igual de deprimido, pero no me importa". Dicho de otro modo, uno ve su propio ego como quien ve sus propias piernas. Pero hay m¨¢s: no se asciende a la posici¨®n de Testigo desde el deseo de liberarse del ego. Como dijera Chuang Tzu hace mucho tiempo: "?No es acaso el deseo de liberarse del ego una manifestaci¨®n del ego?". Ello es que el Testigo se encuentra ya presente en cualquier estado de conciencia; s¨®lo se trata de reconocerlo. Y en eso, s¨®lo en eso, consiste la meditaci¨®n. El Testigo es lo que los chinos llamaban Tao, la espontaneidad pura que lo es todo sin identificarse con nada. El Testigo no es ninguna experiencia, sino el margen que hace posible la experiencia.
En resoluci¨®n. Todos hemos o¨ªdo hablar de maestros m¨¢s o menos iluminados que a pesar de ello tienen grandes egos en el sentido de que son personalidades fuertes y poderosas. Pero la presencia del ego no es un problema; todo depende de si la persona tambi¨¦n est¨¢ abierta a sus dimensiones m¨¢s profundas; todo depende de que nuestra sensaci¨®n de identidad se expanda m¨¢s all¨¢ del ego, aunque sin anular a ¨¦ste. No se trata de vivir sin ego, sino de trascenderlo. Y ¨¦sta es, por cierto, la ¨²nica salida al absurdo de la muerte. Porque, finalmente, el ego s¨®lo es funcional. Finalmente, el ego importa poco.
Salvador P¨¢niker es fil¨®sofo y escritor.
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