"Si s¨®lo una abandona la prostituci¨®n, habr¨¢ valido la pena", dice Jabardo
Las mujeres que acuden a la carpa de El Grau buscan la tarjeta sanitaria
"Si s¨®lo una toma la decisi¨®n de abandonar la prostituci¨®n, habr¨¢ valido la pena", asegura Mercedes Jabardo, directora de la carpa instalada en Valencia para atender a las prostitutas, en su mayor¨ªa de origen africano, que trabajan cerca del puerto. Las mujeres que han acudido a buscar informaci¨®n, en su mayor¨ªa acompa?adas por la Polic¨ªa, se han interesado sobre todo por la obtenci¨®n de la tarjeta sanitaria. Cuando los vecinos que protestan contra la carpa se marchan, las prostitutas vuelven cada noche a la calle en busca de clientes.
"?sa no es de aqu¨ª"
Las noches se han enfriado de repente. Aguantar a la intemperie por las calles del puerto, especialmente si la ropa tiene que ser ligera y escasa para dejar ver las carnes, hace a¨²n m¨¢s dif¨ªcil el trabajo de centenar largo de j¨®venes que ejercen la prostituci¨®n en la zona. Y si eso no fuera poco, desde el pasado jueves el barrio tiene una atracci¨®n a?adida: la carpa. Una "imaginativa idea", seg¨²n dijo la delegada del Gobierno en la comunidad, Carmen Mas, para tratar de "captar" a las chicas non gratas para el vecindario y ofrecerles otras alternativas.Dentro de la carpa se atrincheran una decena de funcionarios procedentes del Ayuntamiento de Valencia, la Consejer¨ªa de Bienestar Social y la Consejer¨ªa de Sanidad. La mayor¨ªa son mujeres. Al frente est¨¢ Mercedes Jabardo, ex directora de la prisi¨®n de Picassent, reci¨¦n jubilada, con el nervio templado, la actividad acelerada, el empe?o desbordante y la ilusi¨®n ajena a protocolos y objetivos pol¨ªticos. "Si conseguimos que las chicas vengan, est¨¦n aqu¨ª un rato, hablen y escuchen, habr¨¢ valido la pena. Si s¨®lo una toma la decisi¨®n de abandonar la vida que ahora tiene para iniciar una nueva, ser¨¢ todo un ¨¦xito. Esto no es f¨¢cil. Aunque ofrecemos una soluci¨®n integral e inmediata, tomar la decisi¨®n es muy complicado para ellas porque intervienen muchos factores. Pero lo fundamental es que conozcan esto, que pregunten, que el boca a boca funcione y que puedan venir a hacer cualquier consulta sin encontrar a una multitud exaltada".
Se van los pol¨ªticos
Jabardo empez¨® a trabajar el mismo d¨ªa que la alcaldesa Rita Barber¨¢ se lo pidi¨®, el pasado viernes. Desde que puso un pie en la carpa tuvo claras dos cosas: "Los vecinos tienen que irse de aqu¨ª, dejar trabajar a los especialistas para poder juzgar el ¨¦xito o el fracaso, y hay que salir a buscarlas". En su noche de estreno, vestida de gris y negro, sali¨® por tres veces en busca de una mujer embarazada que le hab¨ªan venido a decir que estaba en la zona, que era prostituta y que se iba escondiendo por los portales para perderse despu¨¦s entre una zona arbolada de la playa. Mercedes, ese primer d¨ªa, no la encontr¨®.
Pero s¨ª pudo atender a una chica de escasos veinte a?os, que entr¨® custodiada por la polic¨ªa -de la misma forma en la que tuvo que salir- y que como las doce que la precedieron en la jornada de estreno, se mostr¨® especialmente interesada por la tarjeta sanitaria. No dijo palabra sobre malos tratos, ni sobre chulos, ni chantajes, ni amenazas, ni miedo. Nada, "Pero no importa", dice Jabardo. "Lo que vale es que vengan, que sepan a qu¨¦ tienen derecho. Luego, hay que confiar en que se lo piensen y den un paso m¨¢s". Cuando la joven sal¨ªa escoltada cual gran estrella del pop, los vecinos empezaron a increparla -pasaban 40 minutos de las ocho de la tarde del viernes-. De pronto cesaron. "?sa no es de aqu¨ª. Ni hablar. Esto es una tomadura de pelo. O est¨¢ aqu¨ª para la foto o ha venido de otra parte, que ya ser¨ªa lo que nos faltaba", dec¨ªa uno de los habituales en las concentraciones diarias.Despu¨¦s de semanas patrullando las calles para disuadirlas de practicar el sexo sin miramientos en bancos, portales, columpios, bordillos y coches del barrio, los vecinos se conocen todas las caras -incluidas las de los chulos-. La sospecha de que otras mujeres pudieran llegar al barrio atra¨ªdas por la carpa se extendi¨® como la p¨®lvora. Para qu¨¦ m¨¢s le?a. Gritos y m¨¢s gritos en contra de los trabajadores de la carpa, de la polic¨ªa, de las autoridades. Ni el fr¨ªo ni la hora hizo desistir de su empe?o a los vecinos. Carmen Vila, presidenta de la Federaci¨®n de Asociaciones de Vecinos de Valencia, cedi¨® a la provocaci¨®n y llam¨® al orden a m¨¢s de uno. La respuesta fue cr¨ªtica. "Qui¨¦n es esta se?ora para decirnos lo que tenemos que hacer. Con qu¨¦ derecho se cree para tomar decisiones sin contar con el parecer de los que aqu¨ª vivimos. Si es ella quien tiene que representarnos, estamos listos", dec¨ªa otra de las vecinas habituales de las protestas. "Vendida, eres una vendida. T¨² tambi¨¦n est¨¢s aqu¨ª para la foto. ?D¨®nde has estado todos estos d¨ªas de manifestaciones?", le preguntaba alterado un miembro de la asociaci¨®n de vecinos de El Grau.
Mientras la escena se dilataba con el mismo di¨¢logo durante minutos, las prostitutas permanec¨ªan escondidas en dos zonas: el final de la avenida del puerto y el puente que comunica con Natzaret. Fue despu¨¦s de las once cuando los pocos vecinos que aguantaban ante la carpa se dieron por vencidos. Los agentes de polic¨ªa ya se hab¨ªan comido el bocadillo. Mercedes Jabardo hab¨ªa peregrinado en busca de v¨ªctimas dispuestas a la salvaci¨®n sin ¨¦xito. Los representantes pol¨ªticos hab¨ªan desaparecido del plano. Las prostitutas iniciaron un discreto avance por la avenida, no por la carpa sino en busca de clientes. El bar Los Bestias -especialista en men¨²s picantes para despedidas de solteros y otros acontecimientos similares- estaba a reventar de ansiosos caballeros dispuestos al placer en negro. Las m¨¢s afortunadas salvaron la noche entre las piernas de los invitados a una boda que no tardar¨¢ en celebrarse.Otras en cambio, fueron llevadas por la polic¨ªa a la carpa o acud¨ªan de dos en dos a la llamada de la tarjeta sanitaria. En la acera de enfrente vigilan atentos ocho pares de ojos desde tres buenos coches. A ninguna se le ocurri¨® pedir auxilio y salir de la carpa en direcci¨®n a una casa de acogida. De ser as¨ª, tal vez a los mirones sin lascivia no les hubiera hecho demasiada gracia. Y para que no hubiera dudas, sal¨ªan de la carpa como almas que lleva el diablo, sin decir ni palabra, en direcci¨®n a lugar en el que esperaban los clientes. Tras de s¨ª dejan profesionales realmente convencidos de que si pudieran trabajar en paz, lo lograr¨ªan. Dejan vecinos que ya no tienen claro cu¨¢l es el problema m¨¢s grave al que enfrentan: las prostitutas o lo califican de "provocaci¨®n y tomadura de pelo de las autoridades".
La carpa se cierra a las dos de la madrugada. Poco despu¨¦s, todo vuelve a ser lo que era antes de llegar la carpa, un lugar para encontrar sexo f¨¢cil y barato dentro de la ciudad y a salvo de curiosos.
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