?Todo cuento es un cuento chino?
GABO CONTESTA
Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto. No s¨¦ de qui¨¦n es esa frase certera. La he escuchado y repetido desde hace tanto tiempo sin que nadie la reclame, que a lo mejor termine creyendo que es m¨ªa. Hay otra comparaci¨®n que es pariente pobre de la anterior: el cuento es una flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos. En todo caso esta pregunta del lector ofrece una buena ocasi¨®n para dar vueltas una vez m¨¢s, como siempre, sobre las diferencias de dos g¨¦neros literarios distintos y sin embargo confundibles. Una raz¨®n de eso puede ser el despiste de atribuirle las diferencias a la longitud del texto, con distinciones de g¨¦neros entre cuento corto y cuento largo. La diferencia es v¨¢lida entre un cuento y otro, pero no entre cuento y novela.El cuento m¨¢s corto que conozco es del guatemalteco Augusto Monterroso, reciente premio Pr¨ªncipe de Asturias. Dice as¨ª: "Cuando despert¨®, el dinosaurio todav¨ªa estaba all¨ª".
Nada m¨¢s. Hay otro de Las Mil y una Noches, cuyo texto no tengo a la mano, y que me produce retortijones de envidia. Es el cuento de un pescador que le pide prestado un plomo para su red a la mujer de otro pescador, con la promesa de regalarle a cambio el primer pescado que saque, y cuando ella lo recibe y lo abre para fre¨ªrlo le encuentra en el est¨®mago un diamante del tama?o de una almendra.
M¨¢s que el cuento mismo alucinante por su sencillez, ¨¦ste me interesa ahora porque plantea otro de los misterios del g¨¦nero: si la que presta el plomo no fuera una mujer sino otro hombre, el cuento perder¨ªa su encanto: no existir¨ªa. ?Por qu¨¦? ?Qui¨¦n sabe! Un misterio m¨¢s de un g¨¦nero misterioso por excelencia.
Las Novelas Ejemplares de Cervantes son de veras ejemplares, pero algunas no son novelas. En cambio Joseph Conrad escribi¨® Los Duelistas, un cuento tambi¨¦n ejemplar con m¨¢s de ciento veinte p¨¢ginas, que suele confundirse con una novela por su longitud. El director Ridley Scott lo convirti¨® en una pel¨ªcula excelente sin alterar su identidad de cuento. Lo tonto a estas alturas ser¨ªa preguntarnos si a Conrad le habr¨ªa importado un pito que lo confundieran.
La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el despu¨¦s, y todo eso seguir¨¢ siendo parte de la materia y la magia de lo que ley¨®. La novela, en cambio, debe llevar todo dentro. Podr¨ªa decirse, sin tirar la toalla, que la diferencia en ¨²ltima instancia podr¨ªa ser tan subjetiva como tantas bellezas de la vida real.
Buenos ejemplos de cuentos compactos e intensos son dos joyas del g¨¦nero: La Pata de Mono, de W.W. Jacobs, y El Hombre en la Calle, de Georges Simenon. El cuento policiaco, en su mundo aparte, sobrevive sin ser invitado porque la mayor¨ªa de sus adictos se interesan m¨¢s en la trama que en el misterio. Salvo en el muy antiguo y nunca superado Edipo Rey, de S¨®focles, un drama griego que tiene la unidad y la tensi¨®n de un cuento, en el cual el detective descubre que ¨¦l mismo es el asesino de su padre.
El cuento parece ser el g¨¦nero natural de la humanidad por su incorporaci¨®n espont¨¢nea a la vida cotidiana. Tal vez lo invent¨® sin saberlo el primer hombre de las cavernas que sali¨® a cazar una tarde y no regres¨® hasta el d¨ªa siguiente con la excusa de haber librado un combate a muerte con una fiera enloquecida por el hambre. En cambio, lo que hizo su mujer cuando se dio cuenta de que el hero¨ªsmo de su hombre no era m¨¢s que un cuento chino pudo ser la primera y quiz¨¢s la novela m¨¢s larga del siglo de piedra.
No s¨¦ qu¨¦ decir sobre la suposici¨®n de que el cuento sea una pausa de refresco entre dos novelas, pero podr¨ªa ser una especulaci¨®n te¨®rica que nada tiene que ver con mis experiencias de escritor. Tanteando en las tinieblas me atrever¨ªa a pensar que no son pocos los escritores que han intentado los dos g¨¦neros al mismo tiempo y no muchas veces con la misma fortuna en ambos. Es el caso de William Somerset Maugham, cuyas obras -como las de Hemingway- son m¨¢s conocidas por el cine. Entre sus cuentos numerosos no se puede olvidar P & O -siglas de la compa?¨ªa de navegaci¨®n Pacific and Orient- que es el drama terrible y pat¨¦tico de un rico colono ingl¨¦s que muere de un hipo implacable en mitad del oc¨¦ano ?ndico.
Ernest Hemingway es un caso similar. Tan conocido por el cine como por sus libros, podr¨ªa quedarse en la historia de la literatura s¨®lo por algunos cuentos magistrales. Estudiando su vida se piensa que su vocaci¨®n y su talento verdaderos fueron para el cuento corto. Los mejores, para mi gusto, no son los m¨¢s apreciados ni los m¨¢s largos. Al contrario, dos de ellos son de los m¨¢s cortos -Un canario para regalo y Un gato bajo la lluvia-, y el tercero, largo y consagratorio, La breve vida feliz de Francis Macomber.
Sobre la otra suposici¨®n de que el cuento puede ser un g¨¦nero de pr¨¢ctica para emprender una novela, confieso que lo hice y no me fue mal para aprender a escribir El Oto?o del Patriarca. Ten¨ªa la mente atascada en la f¨®rmula tradicional de Cien A?os de Soledad, en la que hab¨ªa trabajado sin levantar cabeza durante dos a?os. Todo lo que trataba de escribir me sal¨ªa igual y no lograba evolucionar para un libro distinto. Sin embargo, el mundo del dictador eterno, resuelto y escrito con el estilo juicioso de los libros anteriores, habr¨ªan sido no menos de dos mil p¨¢ginas de rollos indigestos e in¨²tiles. As¨ª que decid¨ª buscar a cualquier riesgo una prosa comprimida que me sacara de la trampa acad¨¦mica para invitar al lector a una aventura nueva.
Cre¨ª haber encontrado la soluci¨®n a trav¨¦s de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que somet¨ª sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabaj¨¦ m¨¢s de un a?o y se publicaron despu¨¦s con vida propia en el libro de La C¨¢ndida Er¨¦ndira: Blacam¨¢n el bueno vendedor de milagros, El ¨²ltimo viaje del buque fantasma, que es una sola frase sin m¨¢s puntuaci¨®n que las m¨ªnimas comas para respirar, y otros que no pasaron el examen y duermen el sue?o de los justos en el caj¨®n de la basura. As¨ª encontr¨¦ el embri¨®n de El Oto?o, que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habr¨ªan exigido decenas de p¨¢ginas est¨¢n resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violaci¨®n consciente de los c¨®digos parsimoniosos y la gram¨¢tica dictatorial de las academias.
El libro, de salida, fue un desastre comercial. Muchos lectores fieles de Cien A?os se sintieron defraudados y pretend¨ªan que el librero les devolviera la plata. Para colmo de peras en el olmo la edici¨®n espa?ola se desbarataba en las manos por un defecto de f¨¢brica, y un amigo me consol¨® con un buen chiste: ¡°Le¨ª el oto?o hoja por hoja¡±. Muchos persistieron en la lectura, otros la lograron a medias y con el tiempo quedaron suficientes cautivos para que no me diera pena seguir en el oficio. Hoy es mi libro m¨¢s escudri?ado en universidades de diversos pa¨ªses, y las nuevas generaciones pueden leerlo como si fuera el crep¨²sculo de un Tarz¨¢n de doscientos a?os. Si alguien protesta y lo tira por la ventana es porque no le gusta pero no porque no lo entienda. Y a veces, por fortuna, no ha faltado alguien que lo recoja del suelo.
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez es premio Nobel de Literatura.? Cambio. Este art¨ªculo pertenece a una serie en la que el autor contesta a preguntas de los lectores de la revista colombiana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.