La batalla del Congreso se presenta tan incierta como la lucha por la Casa Blanca
El republicano George W. Bush puede lanzar a los cuatro vientos su intenci¨®n de dedicar casi un tercio del super¨¢vit federal de 4,56 billones de d¨®lares previsto para los pr¨®ximos 10 a?os a la reducci¨®n de impuestos. Y su oponente, el dem¨®crata Al Gore, puede afirmar que contratar¨¢ 100.000 nuevos maestros para elevar el calamitoso nivel de las escuelas p¨²blicas. Como dir¨ªa Hamlet, "palabras, palabras, palabras". Porque, sin el apoyo de las dos C¨¢maras del Congreso de Washington, las promesas de los dos candidatos quedan reducidas a la nada.?Como en Europa? Nada m¨¢s lejos de la realidad. En primer lugar, el sistema de elecci¨®n es unipersonal y mayoritario, frente al sistema generalmente proporcional, o combinaci¨®n del mayoritario y proporcional, vigente en la mayor¨ªa de las democracias europeas, con excepci¨®n del Reino Unido. En segundo lugar, los partidos, como tales, no presentan, como en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la Europa continental, listas cerradas de candidatos, sino que se limitan a poner su intendencia a disposici¨®n de los aspirantes, seleccionados por distrito por el sistema de primarias. En tercer lugar, en muchos lugares, el programa y los temas que defiende un candidato a diputado o a senador pueden diferir de los que defiende el candidato presidencial.
Por ejemplo, Gore est¨¢ a favor de estrictos controles de las emisiones de gases procedentes de los motores de combusti¨®n. Ning¨²n candidato dem¨®crata en los estados industriales del Medio Oeste est¨¢ a favor de la medida, sencillamente porque su base electoral, compuesta principalmente por trabajadores de la industria automovil¨ªstica, considera que esos controles podr¨ªan poner en peligro sus puestos de trabajo. Y lo mismo se podr¨ªa aplicar al tema de los controles a la venta y uso de armas.
Disciplina de partido
Hay una cuarta raz¨®n de peso por la que los ocupantes de la Casa Blanca no las tienen todas consigo, incluso cuando su partido tiene la mayor¨ªa en las C¨¢maras, circunstancia que no ocurre desde 1952 en la elecci¨®n que llev¨® a la presidencia al general Dwight Eisenhower. La disciplina de partido a la europea es inexistente en este pa¨ªs. Los miembros de las dos C¨¢maras del Congreso consideran que su primera lealtad se debe a sus electores y no a su partido. Por eso, aunque en los temas denominados nacionales suelen votar en bloque a favor de los proyectos de ley de la Casa Blanca, en cuestiones que afectan a sus respectivos distritos se pronuncian siempre de acuerdo con las preferencias de sus votantes, para desesperaci¨®n muchas veces del presidente de turno.El martes no s¨®lo se elige al 43? presidente de EE UU, sino que, como cada dos a?os, se renueva la totalidad de la C¨¢mara de Representantes, compuesta por 435 miembros y un tercio m¨¢s 1 (34) de los 100 esca?os del Senado. Y, como ocurre con las presidenciales, nadie es capaz de aventurar un resultado sobre qu¨¦ partido terminar¨¢ con el control del Congreso, en la actualidad con ligeras mayor¨ªas republicanas en ambas C¨¢mara, situaci¨®n que explica las dificultades que ha encontrado Bill Clinton para aplicar su programa legislativo. (La ¨²ltima maldad electoral de Clinton ha sido retener a los congresistas en Washington hasta el s¨¢bado con la amenaza de ejercer el veto presidencial en el presupuesto del a?o 2001 con el fin de evitar que diputados y senadores pudieran hacer campa?a).
El sue?o dem¨®crata es, adem¨¢s de conquistar la Casa Blanca, recuperar la mayor¨ªa en las dos C¨¢maras que perdieron durante la ola conservadora liderada por Newt Gingrich y que sacudi¨® al pa¨ªs en 1994. Los analistas consideran que, aunque todo es posible dado lo ajustado de la elecci¨®n, es improbable que los republicanos pierdan el control del Senado, donde tienen una mayor¨ªa de 54 a 46. El hecho de que los senadores sean elegidos por un periodo de seis a?os, frente a los s¨®lo dos que tienen los diputados para que sus distritos les renueven la confianza, concede a los titulares de la C¨¢mara alta una ventaja de salida.
M¨¢s factible lo tienen en la C¨¢mara de Representantes, donde un vuelco de s¨®lo siete esca?os dar¨ªa el control a los dem¨®cratas. Y el control es importante, porque quien controla la C¨¢mara baja tiene el control de los dineros. Por eso, la noche del martes va a ser interminable y no apta para cardiacos.
La explicaci¨®n es sencilla. La mayor¨ªa de los 12 distritos que van a decidir el futuro de la C¨¢mara de Representantes se encuentran en el Oeste, que tiene una diferencia de tres horas con relaci¨®n a la Costa Este y nueve con relaci¨®n a Espa?a. La intensidad de la lucha electoral en los distritos de resultado dudoso es tal que los candidatos y los partidos est¨¢n realizando unas inversiones millonarias desconocidas en anteriores campa?as.
La opini¨®n generalizada entre los analistas es que, como en las presidenciales, la batalla del Congreso est¨¢ en manos del 5% del electorado todav¨ªa indeciso y de la concurrencia electoral, que nadie espera que supere la mitad de los casi doscientos millones de ciudadanos con derecho a voto. En la ¨²ltima semana, los dem¨®cratas han echado mano de Clinton para que convenza -sobre todo a la minor¨ªa negra e hispana- de la importancia de su participaci¨®n, mientras que los republicanos han lanzado al popular senador John McCain, que casi le da un disgusto a Bush en las primarias, a una gira fren¨¦tica por 14 Estados.
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