Inseguridad y sociedad del riesgo ROBERTO BERGALLI
Quien haya seguido las informaciones period¨ªsticas del verano pasado, respecto al sentimiento de inseguridad que parece haber asolado a los vecinos de Barcelona -sobre todo a aqu¨¦llos del Casc Antic y el Raval-, habr¨¢ advertido la existencia de un eje en torno al cual se elaboraban casi todas esas informaciones. Inmigrantes, patrullas urbanas, crisis policial, multirreincidencia, fueron los elementos que constituyeron ese eje. De aqu¨ª los reclamos municipales y del gobierno civil para mejorar las dotaciones policiales, cuando no (!) para cambiar la legislaci¨®n penal, si fuera necesario. Pero, superados los calores y, por lo visto, disminuido el turismo, esas noticias desaparecieron de los peri¨®dicos. Para fundamentar tales reclamos, las autoridades se justificaban en unos datos que ¨²nicamente son utilizados por ellas y difundidos por la opini¨®n publicada (desde los gabinetes de prensa oficiales). A tales datos se les otorga, as¨ª, una categor¨ªa de verdad revelada.De ellos no fue posible extraer la relaci¨®n entre los elementos que parec¨ªan configurar la tormenta de la inseguridad veraniega; bien al contrario, las contradicciones y las ambig¨¹edades se hicieron evidentes. Por una parte, se atribu¨ªa a un n¨²mero indeterminado de "ni?os magreb¨ªes" la autor¨ªa de la ola de tirones de bolsos y otras rater¨ªas. Por otra, se intentaba demostrar que algunas patrullas de vecinos estuvieron constituidas por representantes de otra comunidad cultural, la cual parec¨ªa controlar ciertas actividades comerciales en el coraz¨®n del barrio. Mientras el alcalde de Barcelona, Joan Clos, ped¨ªa desde Roma un mayor ingreso de inmigrantes, dada la escasez de mano de obra, y demostraba la escasa representaci¨®n de aqu¨¦llos en los ¨ªndices de delincuencia del Raval, se informaba en los medios de una elevaci¨®n de tales ¨ªndices seg¨²n las encuestas de victimizaci¨®n, a pesar de que la comisar¨ªa de Ciutat Vella anunciaba un descenso de delitos y faltas denunciados en lo que iba de a?o. Pero, a mi juicio, nadie explic¨® de forma fehaciente a qu¨¦ se debi¨® ese sentimiento de inseguridad del que hablaban los cronistas.
Como digo, la tormenta pas¨®, por lo menos para los medios de comunicaci¨®n. Mientras tanto, quienes leemos los peri¨®dicos y seguimos las noticias por la radio, nos hemos quedado en la inopia acerca de los motivos reales de esa sensaci¨®n de inseguridad que nos transmitieron los medios y las manifestaciones de las autoridades. Algo semejante qued¨® como impresi¨®n generalizada con los sucesos de El Ejido o con los de Ca n'Anglada. Todo esto es parte de una ya conocida historia que siempre se oculta. Y se oculta detr¨¢s de la manipulaci¨®n de unos datos cuyas fuentes, elaboraci¨®n y difusi¨®n no pueden ser nunca controladas por el p¨²blico. No obstante, est¨¢ ampliamente demostrada la escasa fiabilidad de las encuestas de victimizaci¨®n, sobre todo cuando han sido confeccionadas en los mismos ¨¢mbitos donde se tienen que aplicar o bien por expertos contratados, con jugosas ganancias, desde esos mismos ¨¢mbitos para que los resultados puedan justificar las medidas que se adopten. Pero tan grave o m¨¢s es todav¨ªa la utilizaci¨®n policial de unas estad¨ªsticas realizadas sin ninguna posibilidad de que puedan ser analizadas, ni antes ni despu¨¦s de su divulgaci¨®n, por los investigadores sobre el control de la criminalidad. Su conocimiento o acceso est¨¢ siempre vedado aquien no pertenezca a las instituciones policiales, y esto es una constante de todos los cuerpos y fuerzas de seguridad en Espa?a. Detr¨¢s de la inseguridad siempre se esconden elementos que deben descubrirse.
En el Raval, y a pesar de las buenas intenciones de renovaci¨®n urbana, deber¨ªan tenerse en cuenta los niveles de deterioro y degradaci¨®n edilicia, muchas veces causantes de aut¨¦nticos dramas (incendios, accidentes, explosiones) que ponen en peligro vidas humanas o generan sus p¨¦rdidas. Tambi¨¦n la especulaci¨®n es un motivo claro del hacinamiento y la promiscuidad, cuando no los arrendamientos abusivos o la falta de acondicionamiento de los edificios por sus propietarios que originan enfermedades o insalubridad. As¨ª las cosas, la inseguridad se presenta siempre como un riesgo para la integridad f¨ªsica o una puesta en peligro de bienes materiales. Esta es la idea que ha prevalecido en Espa?a cuando la Constituci¨®n de 1978 introdujo el concepto de seguridad ciudadana como uno de los principios gu¨ªa de la actividad policial. A mi modo de ver, semejante idea contrasta con el fin social del Estado democr¨¢tico de derecho, que presume una cobertura sobre tantas otras necesidades que van desde la salud a la vivienda, pasando por la educaci¨®n, el trabajo, el tr¨¢fico automotor, los accidentes laborales y la seguridad en la tercera edad. La inseguridad que atraviesa todas estas situaciones es la de la sociedad del riesgo de la que habla una cierta sociolog¨ªa, y es respecto de ella que debe actuarse. La otra inseguridad, de la que meramente deben encargarse las polic¨ªas, es la que da margen a su instrumentalizaci¨®n. Pero ya sabemos en qu¨¦ ¨¦poca vivimos: la del espect¨¢culo y la hipocres¨ªa, que son las armas del ¨¦xito pol¨ªtico, antes que el servicio p¨²blico y la sinceridad con los ciudadanos.
Roberto Bergalli es jefe de estudios de Criminolog¨ªa y Pol¨ªtica Criminal de la Universida d de Barcelona
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