Normalidad
Cuando el 10 de diciembre de 1992, 500 a?os y varios meses despu¨¦s de la expulsi¨®n de los jud¨ªos aut¨®ctonos de los reinos hisp¨¢nicos por los reyes Fernando e Isabel, las Cortes Valencianas se pronunciaron contra la xenofobia y el racismo y, como herederas de aquellas forales que asistieron imp¨¢vidas y anuentes a la temprana muestra de intolerancia religiosa y civil que supuso el decreto de 31 de marzo de 1492, asumieron, no para salvar la memoria de aquellas Cortes estamentales sino en respuesta a una demanda reiterada desde diferentes sectores de la sociedad valenciana que les correspond¨ªa emitir una declaraci¨®n, tuve la oportunidad de celebrar que la instituci¨®n parlamentaria valenciana, adem¨¢s de acometer el obligado trabajo de su rutina tasada, se emplease a fondo en fijar posiciones consensuadas en temas de especial importancia para nuestro camino de reconstrucci¨®n como pueblo diferenciado. Dije entonces que era doblemente encomiable y de felicitar la declaraci¨®n institucional de las Cortes Valencianas; porque restitu¨ªa en la intenci¨®n el buen nombre y honorabilidad de los expulsos y porque reprobaba las pr¨¢cticas abusivamente represivas de una historia, la nuestra, donde hab¨ªa que entrar sin miedo ni prejuicios para salir hacia el futuro con un bagaje de compromisos firmes con la libertad.Ocho a?os despu¨¦s de aquello, la noticia de que las Cortes Valencianas van a editar o participar en la edici¨®n que realizar¨¢ la Editorial Bullent de las Rondalles Valencianes de Enric Valor en las dos lenguas oficiales del pa¨ªs, y de acuerdo con las versiones hechas por el propio autor, supone, a poco tiempo de la desaparici¨®n de Valor, y despu¨¦s de la lamentable utilizaci¨®n de su figura como arma arrojadiza para dirimir viejos y est¨¦riles contenciosos entre partidos que rode¨® los ¨²ltimos meses de vida del escritor, una expl¨ªcita declaraci¨®n institucional de respeto y reconocimiento a la obra de Valor, cuyo m¨¦rito y honor han de compartir todos y cada uno de los miembros de las Cortes.
Pero siendo algo tan de celebrar, no lo es menos el detalle de que dicha iniciativa tenga el significado de lo que entre nosotros es siempre la excepci¨®n o la pausa, es decir, la normalidad. Porque no deber¨ªa ser noticia pol¨ªtica que una editorial reeditase las Rondalles en valenciano o, simplemente, editase su versi¨®n castellana; lo destacable es que se edite mediante una iniciativa de las Cortes que, a modo de espaldarazo institucional, le confiere rango, precisamente en un contexto pol¨ªtico donde hasta hace bien poco tanto resultaba excesivo o impensable. La doble paradoja del asunto reside en que es un hecho de normalidad en referencia a la anomal¨ªa que llevamos viviendo durante los ¨²ltimos cinco lustros en las relaciones entre cultura y pol¨ªtica en el ¨¢mbito valenciano, y, a la vez, no deja de ser anormal que lo celebremos cuando deber¨ªa pertenecer al reino de lo obvio.
Pero aqu¨ª las cosas se celebran por lo que nos sorprenden, cuando deber¨ªan pertenecer al inventario de los gastos comunes, y punto. Que las Cortes sufraguen la edici¨®n de las Rondalles de Valor es una noticia de primera p¨¢gina, y, sin embargo, me he enterado por ah¨ª, registrando en Internet y preguntando por mi cuenta y riesgo; eso es a la postre el remanente de clandestinidad que a¨²n queda en los alrededores de la buena noticia.
Vicent.Franch@uv.es
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