Teor¨ªa del adorno
La distinci¨®n de la sole¨¢ no es s¨®lo m¨¦trica, sino est¨¦tica, de estilo. Se la considera arte mayor, aria de bravura, baile grande. Y en su sentido ¨²ltimo es esencia de jonduras, con or¨ªgenes oscuros sobre el que rondan teor¨ªas y leyendas. Son de destacar las definiciones literarias de Vicente Marrero y de Alfons Puig en cuanto a la densidad intr¨ªnseca de su danza. Y arriesgado es armar un espect¨¢culo basado casi exclusivamente en su versionado, ya sea en hombre o sea en mujer o acudiendo al grupo.Los dos mejores momentos de la noche fueron los solos de El G¨¹ito y de la propia Carmen Cort¨¦s. G¨¹ito se mantiene en buena forma y regal¨® momentos de desaf¨ªo al aire y al comp¨¢s. Carmen, en su madurez, hizo una sole¨¢ conc¨¦ntrica y atenta a esas poses de anta?o que la convierten en una estampa de trap¨ªo y fuerza. Entre los miembros del cuerpo de baile hay que destacar a Gala Vivancos y Pol Vaquero, j¨®venes emergentes de buena formaci¨®n y baile elegante, que como otros noveles solistas han salido del Ballet Nacional buscando desahogo a sus talentos. Gala hizo una breve vi?eta con palillos muy entonada en el estilo y a Vaquero se le ve asentando sus dotes, con control del tac¨®n sin caer en excesos.
Compa?¨ªa Carmen Cort¨¦s
Sole¨¢, un son eterno. Coreograf¨ªa: Carmen Cort¨¦s; m¨²sica: Gerardo N¨²?ez; luces: Dominique You; vestuario: C. Cort¨¦s / Tony Ben¨ªtez / Carlota; Artistas invitados: El G¨¹ito y Rolando San Mart¨ªn. Festival de Oto?o. Teatro Alb¨¦niz, Madrid. 8 de noviembre.
Pero es inexplicable desde lo teatral o lo estrictamente flamenco una especie de instructor de tai-chi que cruza el escenario con entusiastas espasmos al son de una percusi¨®n que durante toda la velada se impuso demasiado sobre los bailarines. No se comprende tampoco ese paso a dos donde la protagonista y el samurai descalzo se enlazan en poco dibujados abrazos. Las luces son sutiles y adecuadas y el vestuario, raro y ambicioso, con los pecados veniales de hoy: el brillo y el frunce sin mesura.
Es mejor quedarse con los breves momentos de Carmen Cort¨¦s, monologal y entregada en ese baile nada expansivo, comprometido, y donde los adornos, por pocos, son los justos.
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