A todo trapo
El Festival Puccini ha continuado esta temporada con dos ¨®peras nunca interpretadas en Valencia (Le Villi y Edgar). Una idea inteligente en principio, aunque su plasmaci¨®n no lo fuera tanto. La versi¨®n escuchada el s¨¢bado en el Palau de la M¨²sica se hizo con trazos demasiado gruesos. Y no se pudo entender lo que hab¨ªa de anticipo en estas dos primeras ¨®peras de Puccini con respecto a su producci¨®n posterior.Miguel ?ngel G¨®mez Mart¨ªnez dirigi¨® a la Orquesta y Coro de Valencia como si ambas obras fueran ejemplos de verismo puro, tanto en lo instrumental como en lo vocal. Y como si en el verismo todos los excesos estuvieran permitidos. Ciertamente, Edgar -m¨¢s que Le Villi- tiene rasgos que permitir¨ªan encuadrarla en la llamada ¨®pera verista. Pero tambi¨¦n pueden rastrearse en ella anticipos de Manon y, sobre todo, de Tosca. Anticipos que requieren del int¨¦rprete una delicadeza y una capacidad de sugesti¨®n imposibles de conciliar con orquestas y coros lanzados a tocar a todo trapo. M¨¢xime sabiendo bien que la Orquesta de Valencia tiene su punto d¨¦bil en esos fortissimi donde el sonido pierde f¨¢cilmente redondez, empaste y control. Lo mismo cabe decir del coro.
Festival Puccini
Le Villi y Edgar (versi¨®n concierto). Anghelowa, Zancanaro, Ombuena, Overmann, Pedaci, Ivanov, Ram¨®n, Palatchi. Orquesta de Valencia. Coro de la Generalitat Valenciana. Escolan¨ªa de Nuestra Se?ora de los Desamparados. Director: Miquel A. G¨®mez Mart¨ªnez. Valencia, Palau de la M¨²sica, 11 Noviembre de 2000.
Las dos obras, bastante endebles en cuanto a la estructura dram¨¢tica, s¨®lo pueden salvarse con una atenci¨®n exquisita hacia los aspectos musicales: ah¨ª est¨¢n, entre otras cosas, la plasticidad de los ambientes (el bosque de Le Villi o la sensualidad del amanecer en Edgar), el encanto de la l¨ªnea mel¨®dica y las variopintas fuentes de donde beben (Bizet, Verdi, Wagner...). Nada de esto se percibe con un enfoque de bombo y platillo, supuestamente desgarrado pero, en realidad, tremendista.
Las voces tampoco se benefician con ello. La fidelidad a lo que un Puccini maduro exigir¨ªa despu¨¦s -vocalidad matizada y flexible- deber¨ªa a?adirse a la pura higiene vocal. Cantar a gritos no es tolerable para el oyente, pero mucho menos para el int¨¦rprete. Al menos si quiere conservar entero su instrumento. Hubo, en la sesi¨®n que comentamos, problemas de t¨¦cnica, de escuela y de inadecuaci¨®n vocal. No es menos cierto, sin embargo, que, con la orquesta y coro exacerbando el volumen, los solistas tienden a violentar la voz.
Por la notable proyecci¨®n de su instrumento, pudieron sobreponerse al estr¨¦pito Miquel Ram¨®n, Stefano Palatchi -a quien se le hurt¨® partitura- y Leandra Overmann. Especialmente ¨¦sta ¨²ltima.
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