Comadronas
Con el t¨ªtulo Los virus de la violencia se han celebrado en Sevilla las II Jornadas por la Paz, que organiza la Fundaci¨®n Alberto Jim¨¦nez-Becerril. All¨ª hemos abordado diversas cualificaciones de la violencia: racista, virtual, esc¨¦nica, simb¨®lica, de g¨¦nero, etc¨¦tera. Pero el nexo subyacente era el terror de ETA, una de cuyas v¨ªctimas fue el concejal de Sevilla asesinado con su esposa que da nombre a la fundaci¨®n convocante. Por eso parec¨ªa tan sugestiva la met¨¢fora del virus propuesta, pues permite comparar a ETA con un sida letal que est¨¢ necrosando las fibras morales del tejido social vasco. Pero, como hace a?os alert¨® Susan Sontag, la met¨¢fora de la enfermedad resulta peligrosa, pues adorna al agente infeccioso con la apariencia de la naturalidad y lo que a¨²n es peor, de la inevitabiliad. Y seg¨²n se?ala Mary Douglas, lo que se define como natural y evidente por s¨ª mismo pasa a cobrar la legitimidad que se atribuye a las leyes de la naturaleza.Este mismo parece ser el punto de vista dominante dentro del nacionalismo vasco: el de considerar a ETA como una especie de fuerza de la naturaleza, por terrible y destructiva que sea. Y a esta fuerza se la puede intentar encauzar o embalsar -como se hace con los r¨ªos que amenazan desbordarse-, pero nunca ignorar o despreciar, tratando in¨²tilmente de oponerse a ella, por lo que convendr¨ªa aprender a respetarla valor¨¢ndola como un mal fat¨ªdico al que debe pagarse tributo: es el precio de la paz. Lo cual todav¨ªa es relativamente admisible, pues, si s¨®lo se limitase a esto, el discurso de los nacionalistas vascos -y el de los partidarios del di¨¢logo pol¨ªtico con ETA- se situar¨ªa dentro de la met¨¢fora de la patolog¨ªa virulenta, denunciada por Sontag.
Pero cabe temer que esta naturalizaci¨®n de ETA imaginada por los nacionalistas implique algo grave, que es concebirla como un mal necesario para el desarrollo de la construcci¨®n nacional. No ser¨ªa, pues, una enfermedad mortal, como advertimos los dem¨¢s espa?oles, sino una crisis de pubertad: un mal inevitable, pero pasajero, por el que ha de atravesarse para crecer y madurar. La letra con sangre entra, cree el patriota profeta de la guerra santa. Y la met¨¢fora del mal necesario -o del ¨¢rbol y las nueces- a¨²n va m¨¢s all¨¢, pues permite identificarlo con los dolores del parto: es la vieja tesis avalada por Marx que define a la violencia como la partera de la historia. Por eso Arzalluz suele aludir a Israel y Palestina, pueblos b¨ªblicos alumbrados con violencia donde los terroristas se convirtieron en estadistas.
Lo cual resulta monstruoso. Si bien la cuesti¨®n vasca puede compararse a la cuesti¨®n jud¨ªa -como intent¨¦ desarrollar hace a?os, aplicando el texto de Marx as¨ª titulado-, lo cierto es que la tesis de la violencia como partera de la historia es falsa. Cuando la violencia se mete a comadrona lo ¨²nico que pare son abortos hist¨®ricos. Es el mito de la revoluci¨®n, sea de clase o nacional, que cuando se produce con violencia siempre termina mal, pues acaba invirtiendo los resultados buscados, cosechando v¨ªctimas injustas y haciendo retroceder la historia hacia el pasado. As¨ª sucedi¨® con el terror jacobino y con todos los dem¨¢s levantamientos populares que siguieron la senda de la Revoluci¨®n francesa. Y la ¨²ltima muestra la tenemos en Israel, precisamente, cuyo parto violento s¨®lo ha engendrado una incivil teocracia genocida.
No; la historia natural de un pueblo no nace con ayuda de la violencia, sino de la mano de otra comadrona muy distinta: es la Ley, partera de la historia moderna. Como demostr¨® Weber -y era un realista pol¨ªtico, adem¨¢s de nacionalista alem¨¢n-, el progreso hist¨®rico s¨®lo se desarroll¨® tras instaurarse el imperio de la ley, a cuyo servicio se somete la violencia leg¨ªtima una vez erradicada de la sociedad civil. Por eso la tolerancia cero con la violencia es requisito previo de toda construcci¨®n nacional, pues la transacci¨®n o la transigencia con el crimen no engendra pueblos emancipados, sino pueblos inciviles, envilecidos, culpables e indignos. ?Cu¨¢ndo aprender¨¢ a comprenderlo el nacionalismo vasco, hoy cegado por su indulgencia con ETA?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.